/ martes 10 de agosto de 2021

Paridad efectiva

A pesar de que la siguiente legislatura de la Cámara de Diputadas y Diputados contará con más mujeres, a la fecha todos los partidos han nombrado a hombres como coordinadores; en algunos casos llevan a mujeres como vicecoordinadoras que, en los hechos, no tienen un papel definido en la junta de coordinación, solo suplen a los titulares y no cuentan con voz y voto propios; por otra parte, las principales fuerzas han postulado a hombres para ocupar la presidencia. Ninguno refrenda el compromiso que, en el discurso, dicen tener con la igualdad.

Desde el 2014 que se reformó la Constitución Política para garantizar la paridad en las candidaturas, se contribuyó a acelerar la tendencia progresiva para la inclusión de más mujeres en los espacios de decisión. Esta reforma junto a otras medidas permitieron que, por primera vez en la historia, ambas cámaras del Congreso de la Unión se integraran prácticamente de manera paritaria. La legislatura de la Paridad, como se le conoce, promovió una nueva reforma en 2019, aprobada por amplio consenso, para dar el siguiente paso y que la paridad alcance a todos los cargos de decisiones públicas.

Sin embargo, y hay que decirlo claramente, la paridad numérica no constituye por si misma un cambio en las relaciones de poder ni ha sido suficiente para eliminar la exclusión estructural de las mujeres en la sociedad.

Como integrante de la primera legislatura de la paridad puedo dar testimonio del liderazgo de muchas de mis compañeras diputadas, de todas las fracciones, y de sus enormes esfuerzos para impulsar iniciativas, que una y otra vez se atoraban en la Junta de Coordinación, controlada por hombres que tenían otras prioridades. Las diputadas presidieron las comisiones más importantes por las que pasaron la mayoría de las iniciativas aprobadas, poniendo siempre por delante su oficio político para avanzar los temas; fuimos también las protagonistas de las principales discusiones del parlamento; pero aún así no teníamos la última palabra, eran los coordinadores quienes definían el sentido del voto y si se aceptaban o no los cambios.

Los avances de la legislatura de la paridad se dieron solo cuando logramos hacer fuerza e ir juntas en temas comunes y sin protagonismos, al tener como aliadas mujeres en la junta de coordinación política, y gracias a alianzas políticas como las del grupo de trabajo por la Igualdad Sustantiva encabezado por las presidentas de la Mesa Directiva. Esta experiencia debe replicarse en la siguiente legislatura para lograr atender la agenda pendiente; pero es imprescindible pugnar por la paridad efectiva.

El Consenso de Quito aprobado en la Conferencia Regional de la CEPAL en 2007, estableció que: la paridad es uno de los propulsores determinantes de la democracia, cuyo fin es alcanzar la igualdad en el ejercicio del poder, en la toma de decisiones, en los mecanismos de participación y representación social y política, y en las relaciones familiares al interior de los diversos tipos de familias, las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales, y que constituye una meta para erradicar la exclusión estructural de las de las mujeres”.

Por ello, conforme a la Norma Marco para la Democracia Paritaria, la medidas para alcanzar la paridad deben contener: un modelo de Estado inclusivo que debe asumir su responsabilidad con la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y generar todas las garantías necesarias para que mujeres y hombres disfruten de las mismas oportunidades y condiciones de igualdad; la paridad en todos los poderes del Estado y en toda su estructura; y una verdadera transformación hacia un modelo paritario en las relaciones y dinámica del poder de los partidos y organizaciones políticas.

Tenemos que pasar del discurso políticamente correcto a medidas concretas que sean la base para la paridad efectiva.


A pesar de que la siguiente legislatura de la Cámara de Diputadas y Diputados contará con más mujeres, a la fecha todos los partidos han nombrado a hombres como coordinadores; en algunos casos llevan a mujeres como vicecoordinadoras que, en los hechos, no tienen un papel definido en la junta de coordinación, solo suplen a los titulares y no cuentan con voz y voto propios; por otra parte, las principales fuerzas han postulado a hombres para ocupar la presidencia. Ninguno refrenda el compromiso que, en el discurso, dicen tener con la igualdad.

Desde el 2014 que se reformó la Constitución Política para garantizar la paridad en las candidaturas, se contribuyó a acelerar la tendencia progresiva para la inclusión de más mujeres en los espacios de decisión. Esta reforma junto a otras medidas permitieron que, por primera vez en la historia, ambas cámaras del Congreso de la Unión se integraran prácticamente de manera paritaria. La legislatura de la Paridad, como se le conoce, promovió una nueva reforma en 2019, aprobada por amplio consenso, para dar el siguiente paso y que la paridad alcance a todos los cargos de decisiones públicas.

Sin embargo, y hay que decirlo claramente, la paridad numérica no constituye por si misma un cambio en las relaciones de poder ni ha sido suficiente para eliminar la exclusión estructural de las mujeres en la sociedad.

Como integrante de la primera legislatura de la paridad puedo dar testimonio del liderazgo de muchas de mis compañeras diputadas, de todas las fracciones, y de sus enormes esfuerzos para impulsar iniciativas, que una y otra vez se atoraban en la Junta de Coordinación, controlada por hombres que tenían otras prioridades. Las diputadas presidieron las comisiones más importantes por las que pasaron la mayoría de las iniciativas aprobadas, poniendo siempre por delante su oficio político para avanzar los temas; fuimos también las protagonistas de las principales discusiones del parlamento; pero aún así no teníamos la última palabra, eran los coordinadores quienes definían el sentido del voto y si se aceptaban o no los cambios.

Los avances de la legislatura de la paridad se dieron solo cuando logramos hacer fuerza e ir juntas en temas comunes y sin protagonismos, al tener como aliadas mujeres en la junta de coordinación política, y gracias a alianzas políticas como las del grupo de trabajo por la Igualdad Sustantiva encabezado por las presidentas de la Mesa Directiva. Esta experiencia debe replicarse en la siguiente legislatura para lograr atender la agenda pendiente; pero es imprescindible pugnar por la paridad efectiva.

El Consenso de Quito aprobado en la Conferencia Regional de la CEPAL en 2007, estableció que: la paridad es uno de los propulsores determinantes de la democracia, cuyo fin es alcanzar la igualdad en el ejercicio del poder, en la toma de decisiones, en los mecanismos de participación y representación social y política, y en las relaciones familiares al interior de los diversos tipos de familias, las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales, y que constituye una meta para erradicar la exclusión estructural de las de las mujeres”.

Por ello, conforme a la Norma Marco para la Democracia Paritaria, la medidas para alcanzar la paridad deben contener: un modelo de Estado inclusivo que debe asumir su responsabilidad con la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y generar todas las garantías necesarias para que mujeres y hombres disfruten de las mismas oportunidades y condiciones de igualdad; la paridad en todos los poderes del Estado y en toda su estructura; y una verdadera transformación hacia un modelo paritario en las relaciones y dinámica del poder de los partidos y organizaciones políticas.

Tenemos que pasar del discurso políticamente correcto a medidas concretas que sean la base para la paridad efectiva.


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