/ sábado 9 de abril de 2022

Pasión y muerte

(primera de cuatro partes)


Los meses de marzo y abril definen una época de recogimiento y tranquilidad, aunque como está la situación en el país creo que no habrá ni recogimiento ni tranquilidad. Valgan entonces los tiempos para tratar temas que siempre interesan por igual a los creyentes, a los fanáticos e inclusive a los ateos, es decir, los temas que hablan sobre el origen de las religiones y sus profetas, en este caso, del cristianismo.

Esta época inicia con los fríos decembrinos del llamado solsticio de invierno, en el que el hemisferio norte del globo terráqueo recibe la mínima cantidad de calor solar. El solsticio de invierno es el momento del año sideral en el que los días volverán a tener más horas de luz hasta que el 21 de junio, solsticio de verano, se revierta una vez más este fenómeno. Es un ciclo.

El solsticio de invierno fue tomado como la fecha del nacimiento de Jesús por los padres de la iglesia de los primeros siglos, muchos de ellos llamados padres antenicenos (antes del Concilio de Nicea del año 325). Simbólica y equivocadamente seleccionaron el 25 de diciembre por ser el día en que, suponían, se iniciaba el solsticio de invierno y era llamado el día del natalis invicti solis o natalicio del sol invicto. Es decir, a partir del 21 de diciembre, la tierra inicia su regreso a la verticalidad y los días tienen más tiempo de luz solar, es decir, el astro rey se muestra más, vuelve a nacer. Renace.

Sin embargo, antes de hablar sobre la fecha del nacimiento de Jesús, me gustaría citar a dos historiadores norteamericanos, quienes dedicaron más de 40 años de sus vidas a escribir la historia de la humanidad en grandes bloques, por épocas, por imperios, por ciclos: Will Durant y su esposa Ariel. Ambos se sumergieron en los maravillosos laberintos de los sucesos de la humanidad y nos han legado innumerables pasajes del paso del hombre por este pequeño planeta llamado Tierra. En los tomos referentes a la civilización romana, las interrogantes son llamativas e interesantes. Los Durant nos llevan de la mano por los pasillos de palacios imperiales en los que habitaban gobernantes y propietarios de vidas y haciendas, y por las barracas inmundas en que vivían forajidos y malvivientes, arrinconados allí por una sociedad injusta y, a todas luces, eterna.

“¿Existió Cristo?” se preguntaban los Durant. “¿No será la historia de la vida del fundador del cristianismo producto del infortunio, la imaginación y la esperanza de un hombre, un mito parecido a las leyendas de Krishna, Osiris, Atis, Adonis, Dionisio y Mitra?

A principios del siglo 18, el círculo de Bolingbroke, en Inglaterra, discutió en privado la posibilidad de que Jesús no hubiese vivido nunca. El filósofo y político francés Volney formuló la misma duda en sus “Ruinas de los Imperios” en 1791. Cuando Napoleón se encontró con el erudito alemán Wieland no le planteó ninguna cuestión menuda de política o de estrategia de guerra; concretamente le preguntó si creía en la historicidad de Cristo. La primera batalla de esta guerra de 200 años fue librada en silencio por Herman Reimarus, profesor de lenguas orientales de Hamburgo, quien al morir en 1768, dejó cautamente sin publicar, un manuscrito de un mil 400 páginas sobre la vida de Cristo. Reimarus sostenía que Jesús no debe ser considerado como el fundador del cristianismo, sino únicamente como la figura final y dominante de la escatología mística de los judíos; o sea que Cristo no se proponía establecer una nueva religión sino preparar a los hombres para la inminente destrucción del mundo y el juicio final de todas las almas de Dios”. (continuaré)

Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@yahoo.com.mx


(primera de cuatro partes)


Los meses de marzo y abril definen una época de recogimiento y tranquilidad, aunque como está la situación en el país creo que no habrá ni recogimiento ni tranquilidad. Valgan entonces los tiempos para tratar temas que siempre interesan por igual a los creyentes, a los fanáticos e inclusive a los ateos, es decir, los temas que hablan sobre el origen de las religiones y sus profetas, en este caso, del cristianismo.

Esta época inicia con los fríos decembrinos del llamado solsticio de invierno, en el que el hemisferio norte del globo terráqueo recibe la mínima cantidad de calor solar. El solsticio de invierno es el momento del año sideral en el que los días volverán a tener más horas de luz hasta que el 21 de junio, solsticio de verano, se revierta una vez más este fenómeno. Es un ciclo.

El solsticio de invierno fue tomado como la fecha del nacimiento de Jesús por los padres de la iglesia de los primeros siglos, muchos de ellos llamados padres antenicenos (antes del Concilio de Nicea del año 325). Simbólica y equivocadamente seleccionaron el 25 de diciembre por ser el día en que, suponían, se iniciaba el solsticio de invierno y era llamado el día del natalis invicti solis o natalicio del sol invicto. Es decir, a partir del 21 de diciembre, la tierra inicia su regreso a la verticalidad y los días tienen más tiempo de luz solar, es decir, el astro rey se muestra más, vuelve a nacer. Renace.

Sin embargo, antes de hablar sobre la fecha del nacimiento de Jesús, me gustaría citar a dos historiadores norteamericanos, quienes dedicaron más de 40 años de sus vidas a escribir la historia de la humanidad en grandes bloques, por épocas, por imperios, por ciclos: Will Durant y su esposa Ariel. Ambos se sumergieron en los maravillosos laberintos de los sucesos de la humanidad y nos han legado innumerables pasajes del paso del hombre por este pequeño planeta llamado Tierra. En los tomos referentes a la civilización romana, las interrogantes son llamativas e interesantes. Los Durant nos llevan de la mano por los pasillos de palacios imperiales en los que habitaban gobernantes y propietarios de vidas y haciendas, y por las barracas inmundas en que vivían forajidos y malvivientes, arrinconados allí por una sociedad injusta y, a todas luces, eterna.

“¿Existió Cristo?” se preguntaban los Durant. “¿No será la historia de la vida del fundador del cristianismo producto del infortunio, la imaginación y la esperanza de un hombre, un mito parecido a las leyendas de Krishna, Osiris, Atis, Adonis, Dionisio y Mitra?

A principios del siglo 18, el círculo de Bolingbroke, en Inglaterra, discutió en privado la posibilidad de que Jesús no hubiese vivido nunca. El filósofo y político francés Volney formuló la misma duda en sus “Ruinas de los Imperios” en 1791. Cuando Napoleón se encontró con el erudito alemán Wieland no le planteó ninguna cuestión menuda de política o de estrategia de guerra; concretamente le preguntó si creía en la historicidad de Cristo. La primera batalla de esta guerra de 200 años fue librada en silencio por Herman Reimarus, profesor de lenguas orientales de Hamburgo, quien al morir en 1768, dejó cautamente sin publicar, un manuscrito de un mil 400 páginas sobre la vida de Cristo. Reimarus sostenía que Jesús no debe ser considerado como el fundador del cristianismo, sino únicamente como la figura final y dominante de la escatología mística de los judíos; o sea que Cristo no se proponía establecer una nueva religión sino preparar a los hombres para la inminente destrucción del mundo y el juicio final de todas las almas de Dios”. (continuaré)

Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@yahoo.com.mx