A Francisco J. Múgica, diputado constituyente, a 64 años de su muerte.
La llegada del populismo al vecino país del Norte ha sido la cruz con la que el gobierno mexicano ha tenido que cargar desde el 20 de enero de 2017, cuando el nuevo inquilino de la Casa Blanca tomó las riendas de la aún primera potencia del mundo y decidió utilizar a nuestra nación como el chivo expiatorio de sus males.
Desde entonces, la administración del Presidente Enrique Peña Nieto se ha mostrado prudente, paciente y concienzuda ante las ocurrencias y bravuconadas, buscando hacer prevalecer los intereses nacionales ante la coyuntura.
Con carácter y decisión, el presidente mexicano puso cara a su homólogo estadounidense, negándose de manera rotunda, clara y absoluta a pagar la que es, sin duda, su principal oferta política: construir un muro.
En boca de propios y extraños se ha confirmado que el gobierno mexicano en ningún momento ha accedido –en público y en privado– a las súplicas de Washington D. C. y ha defendido en todo momento la dignidad y derechos de la nación mexicana, lo cual ha contribuido a que hasta el momento ni una sola nueva piedra se haya colocado en nuestra frontera Norte y que el número de connacionales repatriados se haya disparado exponencialmente.
No obstante, el miedo y angustia de mexicanos e hijos e mexicanos ha aumentado ante casos dramáticos de padres que de manera violenta e inmisericorde han sido separados de sus hijos y traídos a México.
La actitud del presidente mexicano ha permitido que la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte fluya por medios institucionales y no se desvíe ante las pretensiones insostenibles de un presidente cuya experiencia política brilla, pero por su ausencia.
El mensaje que el pasado jueves emitió el Presidente de la nación mexicana, en el sentido de exigir respeto y cese el acoso y la intimidación en contra de México, fue bien recibido por amplios sectores sociales y políticos, en lo que es la continuación de una actitud coherente y responsable del habitante de Los Pinos.
Ante el reto de mayor envergadura que la política exterior haya enfrentado en las recientes décadas, el poder blando y empresarial desarrollado por México ha rendido buenos resultados y logrado frenar pretensiones que no por disparatadas estuvieron lejos de concretarse.
Enrique Peña Nieto sí une a las y los mexicanos y logra convocar a esos grandes acuerdos que la nación necesita.
Grandes obstáculos quedan por sortear a México en la relación con su principal socio, pero también es grande la convicción por estar a la altura de las necesidades nacionales. Y si no, pregúntele al Presidente Enrique Peña Nieto y a cada una y uno de los candidatos presidenciales, quienes bajo la máxima pronunciada por el gran Vicente Guerrero, se han unido: “La Patria es Primero”.
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