/ miércoles 15 de abril de 2020

Pensar la salud global de manera diferente

A nivel mundial, la industria farmacéutica es un oligopolio y, como en todo espacio en el que pocos productores cubren gran parte del mercado, las empresas obtienen beneficios extraordinarios a costa de los consumidores quienes pagan precios más elevados de los que pagarían si hubiera más proveedores participando en la industria u otro tipo de reglas. De acuerdo con AIMFA (un hub de compañías farmacéuticas radicadas en España) sólo 10 compañías farmacéuticas trasnacionales acaparan aproximadamente el 40% del mercado total de esa industria a nivel mundial, valuado para 2020 en 1.43 billones de dólares.

Según el índice PharmExec 2019, las ventas de las 10 empresas más importantes de la industria farmacéutica mundial ascendieron a 351,546 millones de dólares, siendo Pfizer, por cuarto año consecutivo, la que ocupa el primer lugar con ventas de 45,302 millones de dólares.

Es ingenuo pensar que, ante la emergencia de la pandemia causada por este coronavirus, las farmacéuticas trasnacionales dedicarán sus esfuerzos de conseguir una vacuna, para ponerla a la venta a un precio accesible para todo el mundo. El lucro es su principal objetivo por lo que no les interesa dejar a su suerte a la población vulnerable de los países más pobres en África, Asia y América Latina.

Los Institutos de Salud de todo el mundo reciben escaso financiamiento a pesar de las advertencias que significaron el SARS y el MERS —dos clases de coronavirus—. Los programas de vacunas fueron abandonados perdiéndose la oportunidad de contar con un antecedente de vacuna contra el COVID19, virus que es 80% similar a sus antecesores en términos genéticos.

Hoy es necesaria una política global de salud, dirigida por la OMS, que coordine los esfuerzos públicos y privados para financiar investigaciones científicas, cuyos resultados estén a disposición de todas las naciones, ricas y pobres, y no del sector privado.

Es tiempo de concebir la salud de manera diferente, pensarla como un derecho humano universal, y considerar la inversión en ciencia y tecnología como un asunto prioritario, incluso de seguridad nacional y global.

La ciencia y la tecnología, en conexión con la salud y la educación, serán fundamentales para que los países puedan enfrentar con menores costos crisis de salud —actuales y futuras—. Además de la indispensable solidaridad global y responsabilidad hacia los más desprotegidos, esta pandemia nos ha empujado a concebir de manera diferente nuestras prioridades en lo personal y lo público.

#COVID19

#CrisisCoronavirus

#Salud

@ClauCorichi

A nivel mundial, la industria farmacéutica es un oligopolio y, como en todo espacio en el que pocos productores cubren gran parte del mercado, las empresas obtienen beneficios extraordinarios a costa de los consumidores quienes pagan precios más elevados de los que pagarían si hubiera más proveedores participando en la industria u otro tipo de reglas. De acuerdo con AIMFA (un hub de compañías farmacéuticas radicadas en España) sólo 10 compañías farmacéuticas trasnacionales acaparan aproximadamente el 40% del mercado total de esa industria a nivel mundial, valuado para 2020 en 1.43 billones de dólares.

Según el índice PharmExec 2019, las ventas de las 10 empresas más importantes de la industria farmacéutica mundial ascendieron a 351,546 millones de dólares, siendo Pfizer, por cuarto año consecutivo, la que ocupa el primer lugar con ventas de 45,302 millones de dólares.

Es ingenuo pensar que, ante la emergencia de la pandemia causada por este coronavirus, las farmacéuticas trasnacionales dedicarán sus esfuerzos de conseguir una vacuna, para ponerla a la venta a un precio accesible para todo el mundo. El lucro es su principal objetivo por lo que no les interesa dejar a su suerte a la población vulnerable de los países más pobres en África, Asia y América Latina.

Los Institutos de Salud de todo el mundo reciben escaso financiamiento a pesar de las advertencias que significaron el SARS y el MERS —dos clases de coronavirus—. Los programas de vacunas fueron abandonados perdiéndose la oportunidad de contar con un antecedente de vacuna contra el COVID19, virus que es 80% similar a sus antecesores en términos genéticos.

Hoy es necesaria una política global de salud, dirigida por la OMS, que coordine los esfuerzos públicos y privados para financiar investigaciones científicas, cuyos resultados estén a disposición de todas las naciones, ricas y pobres, y no del sector privado.

Es tiempo de concebir la salud de manera diferente, pensarla como un derecho humano universal, y considerar la inversión en ciencia y tecnología como un asunto prioritario, incluso de seguridad nacional y global.

La ciencia y la tecnología, en conexión con la salud y la educación, serán fundamentales para que los países puedan enfrentar con menores costos crisis de salud —actuales y futuras—. Además de la indispensable solidaridad global y responsabilidad hacia los más desprotegidos, esta pandemia nos ha empujado a concebir de manera diferente nuestras prioridades en lo personal y lo público.

#COVID19

#CrisisCoronavirus

#Salud

@ClauCorichi