Por Estela Casados*
Para la comunidad de la Universidad Veracruzana fue muy triste despedir a Kassandra, alumna de la Facultad de Economía. Atropellada el pasado 8 de septiembre frente a su facultad, falleció tres días después. Su deceso detonó una bomba evidente para quienes transitan a pie sobre la Avenida Xalapa, una de las vialidades principales y más peligrosas de la capital del estado de Veracruz.
Ahí confluyen las instalaciones universitarias de la Facultad de Economía, Geografía y Estadística, un centro de educación preescolar y el Teatro Carlos A. Carrillo, colindante a la escuela primaria del mismo nombre.
Quienes habitamos esta ciudad sabemos la complejidad de ese punto de encuentro entre las Avenidas Xalapa, Ávila Camacho y 20 de noviembre, así como de las calles Manuel C. Tello, Clavijero y Azueta. A una cuadra se encuentra la estación de bomberos más antigua y céntrica de la capital, además de la Unidad de Servicios de Salud de la Universidad Veracruzana y una escuela secundaria.
Si a ello sumamos que Xalapa es una ciudad con extralimitado tráfico vehicular, que no cuenta con apoyo vial por parte de las autoridades municipales y de tránsito (dedicadas éstas a otorgar aval y acompañamiento a empresas de grúas), amén de la ausencia de una preparación eficaz a conductores y conductoras (de vehículos privados y de transporte público) como condición para adquirir su licencia, el fatal incidente vial de aquella estudiante era de esperarse.
Mucho hemos dicho en este espacio que las mujeres no somos libres de transitar por la ciudad. Ya sea por acoso, hostigamiento o robos, la movilidad se encuentra comprometida. Se le suma la ausencia de planeación urbana que permita vivir la ciudad y el espacio público sin violencia, con libertad y seguridad.
Y con planeación urbana no me refiero únicamente a que el presidente municipal acuda a “atender” al alumnado universitario que tomó las calles como protesta ante el accidente fatal sufrido por su compañera de clases, que gire instrucciones para que pinten señalamientos sobre la avenida o que, en el peor de los casos, mande a tirar un puente peatonal que pudo rehabilitarse inteligentemente sin sacrificar recursos públicos a favor de alguna constructora.
Ya no digamos perspectiva de género para pensar la ciudad: pensar con ética e inteligencia para gobernar parece que es mucho pedir. Utilizar la tragedia de un accidente vial para hacer negocio, sin considerar el complejo de entidades educativas, de atención a emergencias (como lo es la estación de bomberos) o de servicios de salud, hace evidente que no hay ética ni oficio mínimos para gobernar.
Iniciamos la segunda semana de noviembre con una obra más que estrangula la vialidad de la capital del estado de Veracruz y pone en riesgo (nuevamente) a la población que camina las calles para ir a estudiar y trabajar: se derriba innecesariamente un puente peatonal.
No hay estrategia. No hay siquiera agentes de tránsito en la avenida cerrada para desviar a los vehículos, ni en las calles o avenidas aledañas para facilitar la circulación. Todo se le deja a los semáforos y a la voluntad de Dios.
Con acciones como éstas se contravienen las medidas señaladas en la Declaratoria de Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres del estado de Veracruz por el delito de Feminicidio, al no crearse condiciones de seguridad para salvaguardar a las ciudadanas. Tal parece que los temas que interesan son otros.
*Coordinadora del Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres. Universidad Veracruzana