/ lunes 13 de junio de 2022

Peso fuerte, pero ¿a qué costo?

Esta semana fue de reajustes en las expectativas macroeconómicas nacionales pues el Banco de México anunció que la inflación volverá a los niveles cercanos a su objetivo del 3% hasta el primer trimestre de 2024; mientras que el PIB oscilará entre 1.4 y 3.4. En cuanto al crecimiento económico, ya no alcanzará 3.2 sino que estará en 2.8, en el mejor de los casos.

Para tratar de mantener la inflación controlada y volver a ese 3%, Banxico anunció que seguirán recurriendo al aumento de la tasa de interés, que hoy ya está en 7% y, de ser necesario, podría subir más allá de su máximo histórico, que es de 8.25%.

Para el banco central, la política monetaria ha tenido que seguir una línea restrictiva porque el entorno sigue siendo retador, debido a que las cadenas globales de suministros no se han recuperado del todo y continúan con interrupciones que generan escasez. También, la ola expansiva de la invasión rusa a Ucrania mantiene afectaciones en los precios de energéticos, granos básicos y sus derivados, así como fertilizantes, como explicamos en este espacio el pasado 31 de marzo.

Esta estrategia de repunte de la tasa de interés ha apreciado al peso frente al dólar y ha generado que nuestra moneda se fortalezca, lo cual es una novedad si consideramos que lo usual es que, cuando sube el dólar, baje el peso. Sin embargo, esa misma alza en las tasas de interés impacta en los préstamos bancarios, créditos e intereses de todo tipo. Entonces, ¿deberíamos cantar victoria por tener un peso fuerte? Si somos inversionistas sí, pero si somos deudores no.

Así como Banxico, otros bancos centrales han optado por aumentar las tasas de interés con el objetivo de proteger las inversiones y tratar de frenar la inflación pero, en contraparte, se han encarecido el consumo y el crédito.

En el caso de Estados Unidos, la Reserva Federal está enfrentando el reto de controlar la inflación pero sin provocar una recesión económica y vaya que la presión es real pues empresas de todo tipo, desde tecnológicas como Microsoft hasta de calificadoras como JPMorgan, e incluso el presidente Biden, han instado a Jerome Powell (presidente de la FED) a “evitar un huracán económico” e incluso, hacer ajustes cuantitativos que impliquen retirarse de los principales mercados financieros.

Todo parece indicar que, lo que resta de este año, todas las economías del mundo estarán tratando de esquivar los golpes económicos y los bancos centrales tendrán una prueba de fuego a su capacidad para equilibrar sus políticas monetarias.

Mientras tanto, el alza de precios ya le está pasando la factura a las empresas que deben comprar insumes a mayor precio y también a los consumidores, que han reducido significativamente su capacidad de compra. Seguiremos observando esta constante, al menos otro trimestre.

Esta semana fue de reajustes en las expectativas macroeconómicas nacionales pues el Banco de México anunció que la inflación volverá a los niveles cercanos a su objetivo del 3% hasta el primer trimestre de 2024; mientras que el PIB oscilará entre 1.4 y 3.4. En cuanto al crecimiento económico, ya no alcanzará 3.2 sino que estará en 2.8, en el mejor de los casos.

Para tratar de mantener la inflación controlada y volver a ese 3%, Banxico anunció que seguirán recurriendo al aumento de la tasa de interés, que hoy ya está en 7% y, de ser necesario, podría subir más allá de su máximo histórico, que es de 8.25%.

Para el banco central, la política monetaria ha tenido que seguir una línea restrictiva porque el entorno sigue siendo retador, debido a que las cadenas globales de suministros no se han recuperado del todo y continúan con interrupciones que generan escasez. También, la ola expansiva de la invasión rusa a Ucrania mantiene afectaciones en los precios de energéticos, granos básicos y sus derivados, así como fertilizantes, como explicamos en este espacio el pasado 31 de marzo.

Esta estrategia de repunte de la tasa de interés ha apreciado al peso frente al dólar y ha generado que nuestra moneda se fortalezca, lo cual es una novedad si consideramos que lo usual es que, cuando sube el dólar, baje el peso. Sin embargo, esa misma alza en las tasas de interés impacta en los préstamos bancarios, créditos e intereses de todo tipo. Entonces, ¿deberíamos cantar victoria por tener un peso fuerte? Si somos inversionistas sí, pero si somos deudores no.

Así como Banxico, otros bancos centrales han optado por aumentar las tasas de interés con el objetivo de proteger las inversiones y tratar de frenar la inflación pero, en contraparte, se han encarecido el consumo y el crédito.

En el caso de Estados Unidos, la Reserva Federal está enfrentando el reto de controlar la inflación pero sin provocar una recesión económica y vaya que la presión es real pues empresas de todo tipo, desde tecnológicas como Microsoft hasta de calificadoras como JPMorgan, e incluso el presidente Biden, han instado a Jerome Powell (presidente de la FED) a “evitar un huracán económico” e incluso, hacer ajustes cuantitativos que impliquen retirarse de los principales mercados financieros.

Todo parece indicar que, lo que resta de este año, todas las economías del mundo estarán tratando de esquivar los golpes económicos y los bancos centrales tendrán una prueba de fuego a su capacidad para equilibrar sus políticas monetarias.

Mientras tanto, el alza de precios ya le está pasando la factura a las empresas que deben comprar insumes a mayor precio y también a los consumidores, que han reducido significativamente su capacidad de compra. Seguiremos observando esta constante, al menos otro trimestre.