/ miércoles 19 de diciembre de 2018

Petróleo, el gran reto de López Obrador

Entre los planes anunciados por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador está el incremento de la producción petrolera hasta alcanzar una plataforma de producción de crudo de dos millones 400 mil barriles diarios en el año 2024. El propósito es loable: reducir, hasta eliminar la importación de petrolíferos y con ello evitar alzas y fluctuaciones en el precio de la gasolina y el gas al consumidor. La meta, sin embargo, no será realidad en el corto ni el mediano plazo ni fácil de lograr.

Desde la administración de Carlos Salinas de Gortari se aplicó una política petrolera encaminada a limitar la actividad de exploración y descubrimiento de nuevos yacimientos, acompañada del cierre de refinerías y la renuncia a incrementar el procesamiento del crudo, cuya producción se redujo año tras año y se destinó principalmente a la exportación. Fue una política deliberada orientada a la apertura a la inversión privada, especialmente extranjera. En México, se dijo, no había el capital ni la tecnología requeridos para el desarrollo de la industria.

El gobierno de López Obrador anuncia un programa de rescate del petróleo nacionalizado que podría compararse al realizado en la administración de José López Portillo, cuando la producción de petróleo se elevó de 900 mil a cerca de tres millones de barriles diarios bajo la administración del ingeniero Jorge Díaz Serrano. México se colocó en los años 80 como el cuarto exportador más importante de petróleo en el mundo, con ventas diversificadas no sólo hacia Estados Unidos sino a muchos otros países y continentes. Durante el gobierno de Vicente Fox, el petróleo mexicano vivió otra época que pudo ser de bonanza por los altos precios en el mercado internacional que dieron a PEMEX ingresos extraordinarios.

Como en 1982 en los primeros años del Siglo XXI, la administración del petróleo, los altos impuestos con los que se gravó a la industria dejaron atrás las posibilidades de aprovechar ese recurso –verdadera riqueza—para el desarrollo del país. Parecía confirmarse la maldición evocada por López Velarde sobre la herencia diabólica de los veneros del oro negro.

El gobierno de López Obrador intenta, en condiciones y circunstancias distintas a las del pasado, el resurgimiento de la industria petrolera como pilar del desarrollo. Sin una declaración contundente, se trata evidentemente de dar marcha atrás o por lo menos detener el proceso de privatización aplicado por pasadas administraciones.

Aun respetando los contratos otorgados a empresas privadas en los años recientes, el programa de impulso anunciado estará fundamentalmente a cargo de Petróleos Mexicanos, con la participación de proveedores y compañías de alta tecnología para la perforación de pozos y el desarrollo de nuevos campos, así como para la construcción de refinerías, la primera de ellas en el puerto de Dos Bocas, Tabasco. Para el gobierno de López Obrador el programa anunciado presenta retos y circunstancias que deberán enfrentarse con esfuerzos e imaginación.

La cancelación de las licitaciones en las condiciones en que se llevaron a cabo en el pasado reciente y su sustitución por contratos de obra generan desde ahora desconfianza en las inversiones requeridas de potenciales inversionistas para las obras que se emprenderán en materias de exploración, desarrollo y producción de nuevos campos y de los ya existentes.

Petróleos Mexicanos deberá intensificar los programas para la localización y la explotación de nuevos yacimientos de gas y petróleo, para lo cual, además de importantes inversiones, se requerirá la aplicación de nuevas tecnologías en materia petrolera. Con un nuevo concepto, diferente al de la privatización de los últimos años, esos son los desafíos de la nueva administración.

Srio28@prodigy.net.mx

Entre los planes anunciados por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador está el incremento de la producción petrolera hasta alcanzar una plataforma de producción de crudo de dos millones 400 mil barriles diarios en el año 2024. El propósito es loable: reducir, hasta eliminar la importación de petrolíferos y con ello evitar alzas y fluctuaciones en el precio de la gasolina y el gas al consumidor. La meta, sin embargo, no será realidad en el corto ni el mediano plazo ni fácil de lograr.

Desde la administración de Carlos Salinas de Gortari se aplicó una política petrolera encaminada a limitar la actividad de exploración y descubrimiento de nuevos yacimientos, acompañada del cierre de refinerías y la renuncia a incrementar el procesamiento del crudo, cuya producción se redujo año tras año y se destinó principalmente a la exportación. Fue una política deliberada orientada a la apertura a la inversión privada, especialmente extranjera. En México, se dijo, no había el capital ni la tecnología requeridos para el desarrollo de la industria.

El gobierno de López Obrador anuncia un programa de rescate del petróleo nacionalizado que podría compararse al realizado en la administración de José López Portillo, cuando la producción de petróleo se elevó de 900 mil a cerca de tres millones de barriles diarios bajo la administración del ingeniero Jorge Díaz Serrano. México se colocó en los años 80 como el cuarto exportador más importante de petróleo en el mundo, con ventas diversificadas no sólo hacia Estados Unidos sino a muchos otros países y continentes. Durante el gobierno de Vicente Fox, el petróleo mexicano vivió otra época que pudo ser de bonanza por los altos precios en el mercado internacional que dieron a PEMEX ingresos extraordinarios.

Como en 1982 en los primeros años del Siglo XXI, la administración del petróleo, los altos impuestos con los que se gravó a la industria dejaron atrás las posibilidades de aprovechar ese recurso –verdadera riqueza—para el desarrollo del país. Parecía confirmarse la maldición evocada por López Velarde sobre la herencia diabólica de los veneros del oro negro.

El gobierno de López Obrador intenta, en condiciones y circunstancias distintas a las del pasado, el resurgimiento de la industria petrolera como pilar del desarrollo. Sin una declaración contundente, se trata evidentemente de dar marcha atrás o por lo menos detener el proceso de privatización aplicado por pasadas administraciones.

Aun respetando los contratos otorgados a empresas privadas en los años recientes, el programa de impulso anunciado estará fundamentalmente a cargo de Petróleos Mexicanos, con la participación de proveedores y compañías de alta tecnología para la perforación de pozos y el desarrollo de nuevos campos, así como para la construcción de refinerías, la primera de ellas en el puerto de Dos Bocas, Tabasco. Para el gobierno de López Obrador el programa anunciado presenta retos y circunstancias que deberán enfrentarse con esfuerzos e imaginación.

La cancelación de las licitaciones en las condiciones en que se llevaron a cabo en el pasado reciente y su sustitución por contratos de obra generan desde ahora desconfianza en las inversiones requeridas de potenciales inversionistas para las obras que se emprenderán en materias de exploración, desarrollo y producción de nuevos campos y de los ya existentes.

Petróleos Mexicanos deberá intensificar los programas para la localización y la explotación de nuevos yacimientos de gas y petróleo, para lo cual, además de importantes inversiones, se requerirá la aplicación de nuevas tecnologías en materia petrolera. Con un nuevo concepto, diferente al de la privatización de los últimos años, esos son los desafíos de la nueva administración.

Srio28@prodigy.net.mx