/ domingo 8 de diciembre de 2019

PISA (y la OCDE) pierde credibilidad

Como cada tres años, los resultados de la Prueba del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA) de 15 años, diseñada por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), se han dado a conocer.

Una lectura superficial de los resultados obtenidos por el estudiantado mexicano sostiene que desde 2003 existe un estancamiento en el nivel educativo de las tres áreas del conocimiento que busca medir esta prueba, como lo son Lectura (400 puntos en 2003 y 420 en 2018), Matemáticas (385-409) y Ciencias (406-419).

Ante ello, el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, ha señalado que se trata de un parámetro que debe ser tomado en cuenta, pero que de ninguna manera puede tratarse del único instrumento de medición.

Y ante ello coincido básicamente por tres razones centrales: los alumnos mexicanos evaluados en 2003 no son los mismos que en 2018, la cobertura de educación secundaria pasó de 50% a 66% en México en 15 años y la prueba PISA de 2003 no es la misma que en 2018.

¿Cómo ser capaz de diseñar una prueba que sea aplicable en casi 80 países sin incurrir en sesgos y sobre todo, midiendo igual a los desiguales? Se trata de preguntas que la propia OCDE ha sido incapaz de responder, ya que -por ejemplo- la inclusión de enunciados inadecuados, desconocer las diferencias culturales de conceptos matemáticos y cambiar unilateralmente definiciones forman parte de los errores que han sido evidenciados en PISA.

A ello se suma que hasta 2018 los cambios educativos que se implementaron en México obedecieron a las directrices emitidas por esta organización. Muestra de ello es que apenas en octubre de 2018 la organización, que preside José Ángel Gurría, aplaudía la reforma educativa del presidente Enrique Peña Nieto, sosteniendo que la reforma de 2013 había puesto fin a añejos privilegios sindicales y había puesto “a México en el camino para crear un sistema educativo más equitativo que ponga en el centro a la calidad y al estudiante”.

Sin embargo, para enero de 2019 ya había cambiado de opinión y expresado su apoyo a un plan educativo 180 grados diferente a la reforma que antes reconoció.

Ello ha deteriorado la imagen de esta organización internacional y puesto en duda la objetividad e imparcialidad de sus recomendaciones y de sus mediciones, que tal pareciera buscan hacer escarnio de los más pobres a través de evaluaciones pensadas por y para Europa, buscando “vender” espejitos y vírgenes para continuar con la dominación ideológica y expoliación comercial.

Cuánta razón tiene el presidente López Obrador al acusar abiertamente a la OCDE de servir a los intereses de la “mafia del poder” y de apoyar reformas no como resultado de análisis independientes y técnicos, sino por la filiación partidista del funcionario.

Si bien la calidad educativa no ha disminuido desde 2003 y las instituciones públicas han sido capaces de ampliar la cobertura en todo el país, las diferencias materiales de las familias mexicanas en el mayor número de los casos limitan al estudiante en su proceso cognitivo. Y ahí está el reto que México enfrenta.

@jlcamachov

Como cada tres años, los resultados de la Prueba del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA) de 15 años, diseñada por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), se han dado a conocer.

Una lectura superficial de los resultados obtenidos por el estudiantado mexicano sostiene que desde 2003 existe un estancamiento en el nivel educativo de las tres áreas del conocimiento que busca medir esta prueba, como lo son Lectura (400 puntos en 2003 y 420 en 2018), Matemáticas (385-409) y Ciencias (406-419).

Ante ello, el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, ha señalado que se trata de un parámetro que debe ser tomado en cuenta, pero que de ninguna manera puede tratarse del único instrumento de medición.

Y ante ello coincido básicamente por tres razones centrales: los alumnos mexicanos evaluados en 2003 no son los mismos que en 2018, la cobertura de educación secundaria pasó de 50% a 66% en México en 15 años y la prueba PISA de 2003 no es la misma que en 2018.

¿Cómo ser capaz de diseñar una prueba que sea aplicable en casi 80 países sin incurrir en sesgos y sobre todo, midiendo igual a los desiguales? Se trata de preguntas que la propia OCDE ha sido incapaz de responder, ya que -por ejemplo- la inclusión de enunciados inadecuados, desconocer las diferencias culturales de conceptos matemáticos y cambiar unilateralmente definiciones forman parte de los errores que han sido evidenciados en PISA.

A ello se suma que hasta 2018 los cambios educativos que se implementaron en México obedecieron a las directrices emitidas por esta organización. Muestra de ello es que apenas en octubre de 2018 la organización, que preside José Ángel Gurría, aplaudía la reforma educativa del presidente Enrique Peña Nieto, sosteniendo que la reforma de 2013 había puesto fin a añejos privilegios sindicales y había puesto “a México en el camino para crear un sistema educativo más equitativo que ponga en el centro a la calidad y al estudiante”.

Sin embargo, para enero de 2019 ya había cambiado de opinión y expresado su apoyo a un plan educativo 180 grados diferente a la reforma que antes reconoció.

Ello ha deteriorado la imagen de esta organización internacional y puesto en duda la objetividad e imparcialidad de sus recomendaciones y de sus mediciones, que tal pareciera buscan hacer escarnio de los más pobres a través de evaluaciones pensadas por y para Europa, buscando “vender” espejitos y vírgenes para continuar con la dominación ideológica y expoliación comercial.

Cuánta razón tiene el presidente López Obrador al acusar abiertamente a la OCDE de servir a los intereses de la “mafia del poder” y de apoyar reformas no como resultado de análisis independientes y técnicos, sino por la filiación partidista del funcionario.

Si bien la calidad educativa no ha disminuido desde 2003 y las instituciones públicas han sido capaces de ampliar la cobertura en todo el país, las diferencias materiales de las familias mexicanas en el mayor número de los casos limitan al estudiante en su proceso cognitivo. Y ahí está el reto que México enfrenta.

@jlcamachov

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