/ sábado 26 de agosto de 2023

Poder Judicial y UNAM, en manos de la derecha 

Ya comenzó el proceso para designar un nuevo rector en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Son muchos los aspirantes. Proceden de la alta burocracia de esa institución. De modo que son personas cuyo pensamiento ha sido moldeado, casi desde siempre, en el crisol del conservadurismo, de la derecha más rancia.

Pero ahora la situación ha empeorado. Porque desde el salinato en la UNAM se encaramó el conservadurismo de corte neoliberal. Ese que se opone a la educación pública, gratuita, laica y popular.

Los ejemplos abundan: Guillermo Soberón, Jorge Carpizo, Francisco Barnés de Castro, José Narro Robles y Enrique Graue. En la acera de enfrente sólo vienen a la memoria Javier Barros Sierra, Pablo González Casanova y, quizá, Juan Ramón de la Fuente, actual embajador de México en la ONU.

Aquellos rectores, alineados con el conservadurismo desde siempre, subieron un escalón en el gobierno de Salinas de Gortari: el peldaño neoliberal. Y ahí empezaron los afanes de privatización de la Universidad. De Jorge Carpizo hasta Enrique Graue. Todos ellos pretendieron arrebatarle a la UNAM su carácter gratuito.

El proyecto privatizador fracasó por la decidida y combativa oposición de la muchachada. Pero no fue vencido el pensamiento neoliberal, aún vigente y actuante. De esto es prueba plena el rectorado de Enrique Graue.

Por eso ahora, frente al relevo, el punto central es la ideología del nuevo rector. ¿Será un neoliberal? ¿O simplemente un conservador? Sin duda la prueba de fuego será el asunto de la gratuidad de los estudios universitarios? Pero lo más probable es que sólo continúe, como hasta la fecha, la privatización silenciosa, es decir, que salvo las colegiaturas, todos los demás servicios universitarios sean pagados por los estudiantes.

Porque no se ve que que el horno esté para bollos. Se puede decir que la Cuarta Transformación (4T) ha restado ímpetus privatizadores a la cúpula burocrática que domina en la UNAM.

Sería magnífico que los aspirantes a suceder a Graue aclararan su posición ante el tema de la privatización, total o parcial, de la UNAM. Ese es el punto esencial.

Pero no será fácil que esas personalidades se atrevan a deslindarse del pensamiento privatizador. Fingirán, con edulcoradas palabras que no son neoliberales, que sólo son conservadores. Pero, bueno, de lo perdido, lo que aparezca.


mentorferrer@gmail.com

Ya comenzó el proceso para designar un nuevo rector en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Son muchos los aspirantes. Proceden de la alta burocracia de esa institución. De modo que son personas cuyo pensamiento ha sido moldeado, casi desde siempre, en el crisol del conservadurismo, de la derecha más rancia.

Pero ahora la situación ha empeorado. Porque desde el salinato en la UNAM se encaramó el conservadurismo de corte neoliberal. Ese que se opone a la educación pública, gratuita, laica y popular.

Los ejemplos abundan: Guillermo Soberón, Jorge Carpizo, Francisco Barnés de Castro, José Narro Robles y Enrique Graue. En la acera de enfrente sólo vienen a la memoria Javier Barros Sierra, Pablo González Casanova y, quizá, Juan Ramón de la Fuente, actual embajador de México en la ONU.

Aquellos rectores, alineados con el conservadurismo desde siempre, subieron un escalón en el gobierno de Salinas de Gortari: el peldaño neoliberal. Y ahí empezaron los afanes de privatización de la Universidad. De Jorge Carpizo hasta Enrique Graue. Todos ellos pretendieron arrebatarle a la UNAM su carácter gratuito.

El proyecto privatizador fracasó por la decidida y combativa oposición de la muchachada. Pero no fue vencido el pensamiento neoliberal, aún vigente y actuante. De esto es prueba plena el rectorado de Enrique Graue.

Por eso ahora, frente al relevo, el punto central es la ideología del nuevo rector. ¿Será un neoliberal? ¿O simplemente un conservador? Sin duda la prueba de fuego será el asunto de la gratuidad de los estudios universitarios? Pero lo más probable es que sólo continúe, como hasta la fecha, la privatización silenciosa, es decir, que salvo las colegiaturas, todos los demás servicios universitarios sean pagados por los estudiantes.

Porque no se ve que que el horno esté para bollos. Se puede decir que la Cuarta Transformación (4T) ha restado ímpetus privatizadores a la cúpula burocrática que domina en la UNAM.

Sería magnífico que los aspirantes a suceder a Graue aclararan su posición ante el tema de la privatización, total o parcial, de la UNAM. Ese es el punto esencial.

Pero no será fácil que esas personalidades se atrevan a deslindarse del pensamiento privatizador. Fingirán, con edulcoradas palabras que no son neoliberales, que sólo son conservadores. Pero, bueno, de lo perdido, lo que aparezca.


mentorferrer@gmail.com