Los ciclos en la política, como en la vida misma, tienen un principio y una terminación. Estamos por comenzar la quinta administración presidencial del siglo XXI, la segunda consecutiva continuidad (Partido Acción Nacional, 2000-2012 y ahora, el Movimiento de Regeneración Nacional 2018-2030), la unción de la primera Presidenta de la República en la historia de nuestro país como Nación independiente y, la preeminencia y hegemonía de un partido político oficialista y sus aliados, tanto en los Estados de la República, Congresos locales y por supuesto las Cámaras de Diputados y Senadores.
Estamos ante el inicio de una fase de profundo ajuste en las reglas del Sistema Político. No es un cambio de régimen, como se ha difundido ampliamente; el régimen seguirá siendo presidencialista, aunque con procesos inéditos en la dinámica de representación y ejercicio del poder en la historia contemporánea. Por ejemplo, la más conocida y analizada luego de los profundos cambios a la Constitución, es la preponderancia legislativa del partido de la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. También observamos, el amplio control y ascendencia del Poder Ejecutivo Federal sobre los Estados de la República.
Sin embargo, los antagonismos estructurales y coyunturales, no saben de calendarios políticos y cívicos. De los segundos, la nueva tragedia que azota a Acapulco y la incontenible violencia criminal en varias partes del Estado de Sinaloa, incluyendo a la capital, son, por si hacia falta, dramáticos recordatorios de las exigencias con las que comienza el sexenio 2024-2030. Respecto de los antagonismos estructurales, la posición Geopolítica de México, implica al mismo tiempo, notables ventajas y peligros.
Una obra de infraestructura como el corredor interoceánico, abre las puertas para denotar no sólo polos de desarrollo en el entorno físico de las construcción y vías terrestres de comunicación, sino que también en la medida de la ampliación de los tendidos férreos al norte, se abren sustanciales oportunidades para México y por supuesto para la población en cuanto a los beneficios de una intensa actividad económica y comercial. Desde luego y de manera simultánea, las obras de infraestructura del sexenio que termina, serán un soporte adicional para establecer a nuestro país, en una posición de amplia ventaja en los circuitos internacionales de poder.
La agenda nacional de pendientes y tareas por culminar, es larga y por lo tanto se deberá priorizar en cuanto las exigencias y expectativas de la población, en donde la recuperación de la Seguridad Pública y la oportuna administración de la justicia, sin duda que representan una meta impostergable. Los recursos jurídicos e institucionales, están a la vista, sobre todo, las reformas al Poder Judicial y el paso de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional. Con ambas medidas como base, los siguientes pasos deben estar orientados a procurar al menos, proporcionar resultados en el más corto plazo posible. En materia de Seguridad Pública, ya se han dado a conocer cambios estructurales, como sucede en cada sexenio desde 1946. Ya es momento de dirigir los esfuerzos del poder político para la incuestionable obtención de metas que proporcionen certeza a la población en cuanto a su integridad física, patrimonial y en el libre y pacífico desempeño de sus actividades cotidianas. Los comienzos, aportan justificadas dosis de optimismo. Hoy no es la excepción, pues hay las bases suficientes para un buen arranque.
@JOPso