/ sábado 30 de septiembre de 2017

Política

El culpable de la degradación del significado del concepto política, es Max Weber. Si: el sociólogo moderno por antonomasia. No. No es injusta ni desproporcionada la afirmación. Él fue quien originalmente afirmó que el Estado es la fuente primigenia del “derecho a la violencia.” En consecuencia, -según Weber-,el calificativo político aplicado a una persona, significa “aspirante al empleo de la violencia para distribuir y redistribuir el poder entre estados, o entre los diversos grupos de hombres y mujeres que componen el gobierno. Con base en ese significado, los políticos aspiran al poder por el poder mismo, para disfrutar del prestigio que el poder confiere a quien dispone de cosas, manipula instituciones, administra dineros ajenos para lucrar e imponer su voluntad, con o sin consentimiento de quienes le reconocen esa capacidad. La política es hoy producto de la violencia que el poder desata.

Los licenciados en Derecho y un buen número de maestros funcionalistas estructuralistas de las ciencias políticas, y la economía, a partir del segundo año de la carrera, procuran que sus alumnos y seguidores memoricen la afirmación de Weber, originada en la que justificadamente hiciera Trotsky en Brest-Litovsk en marzo de 1917: “Todo estado se sostiene por medio de la violencia.”Muy pocos se refieren a la corrección, por añadidura, que efectuó Antonio Gramsci: el poder, auxiliado por el convencimiento de que una decisión es pertinente cuando se demuestra que va a influir virtuosamente en la conducta de hombres, mujeres y niños que forman parte de las sociedades contemporáneas, es la clave de la convivencia dentro y entre las complejas sociedades que hoy habitan el mundo. Y el colofón sería: la política es la actividad permanente que se despliega para distribuir y redistribuir valores entre la sociedad entera, entendido como valor el objeto de cualquier actitud, necesidad, deseo o propósito legítimo cuya realización se proponga.

La jerga especializada y sus usuarios, impiden hoy entender los significados clave de la investigación social, económica y política, que hagan posible la permanente redistribución de oportunidades vitales. Aparecieron los ¡comunicadores! que realizan su misión a través de los medios. Las palabras que emplean oscurecen los significados y los propósitos de las diversas acciones políticas, las cuales son aceptadas sin entenderse. Los lingüistas, traductores de arcanos significados, nos ofrecen nuevos sustantivos que con agregarles una o dos sílabas más, garantizan que de inmediato sean asimilados. Ahí están los “niveles”, “los temas”, que suplen y ocultan los problemas. Así en la sociedad contemporánea mexicana, ya no hay problemas, hay simplemente temas, encabezados y titulares que identifican propósitos y acciones, y palabras que nadie -excepto los “políticos”, sus locutores y escribas-, saben dónde y para qué se originan y hacia dónde van. Allí están los vocablos extendidos cuyo significado ocultan las sílabas innecesarias. Las nuevas palabras escritas y dichas propician que la política ya no sea el propósito perenne de redistribuir valores dentro de la sociedad entera, entendidos como valores los objetos sencillos, necesarios, indispensables que permiten una convivencia social grata, libre de vicisitudes. La política es hoy la capacidad de imponer decisiones que afectan a los grandes grupos de población y que beneficia únicamente a los enanos grupos de políticos parásitos que acumulan poder para disfrutar privilegios y fortunas.

El culpable de la degradación del significado del concepto política, es Max Weber. Si: el sociólogo moderno por antonomasia. No. No es injusta ni desproporcionada la afirmación. Él fue quien originalmente afirmó que el Estado es la fuente primigenia del “derecho a la violencia.” En consecuencia, -según Weber-,el calificativo político aplicado a una persona, significa “aspirante al empleo de la violencia para distribuir y redistribuir el poder entre estados, o entre los diversos grupos de hombres y mujeres que componen el gobierno. Con base en ese significado, los políticos aspiran al poder por el poder mismo, para disfrutar del prestigio que el poder confiere a quien dispone de cosas, manipula instituciones, administra dineros ajenos para lucrar e imponer su voluntad, con o sin consentimiento de quienes le reconocen esa capacidad. La política es hoy producto de la violencia que el poder desata.

Los licenciados en Derecho y un buen número de maestros funcionalistas estructuralistas de las ciencias políticas, y la economía, a partir del segundo año de la carrera, procuran que sus alumnos y seguidores memoricen la afirmación de Weber, originada en la que justificadamente hiciera Trotsky en Brest-Litovsk en marzo de 1917: “Todo estado se sostiene por medio de la violencia.”Muy pocos se refieren a la corrección, por añadidura, que efectuó Antonio Gramsci: el poder, auxiliado por el convencimiento de que una decisión es pertinente cuando se demuestra que va a influir virtuosamente en la conducta de hombres, mujeres y niños que forman parte de las sociedades contemporáneas, es la clave de la convivencia dentro y entre las complejas sociedades que hoy habitan el mundo. Y el colofón sería: la política es la actividad permanente que se despliega para distribuir y redistribuir valores entre la sociedad entera, entendido como valor el objeto de cualquier actitud, necesidad, deseo o propósito legítimo cuya realización se proponga.

La jerga especializada y sus usuarios, impiden hoy entender los significados clave de la investigación social, económica y política, que hagan posible la permanente redistribución de oportunidades vitales. Aparecieron los ¡comunicadores! que realizan su misión a través de los medios. Las palabras que emplean oscurecen los significados y los propósitos de las diversas acciones políticas, las cuales son aceptadas sin entenderse. Los lingüistas, traductores de arcanos significados, nos ofrecen nuevos sustantivos que con agregarles una o dos sílabas más, garantizan que de inmediato sean asimilados. Ahí están los “niveles”, “los temas”, que suplen y ocultan los problemas. Así en la sociedad contemporánea mexicana, ya no hay problemas, hay simplemente temas, encabezados y titulares que identifican propósitos y acciones, y palabras que nadie -excepto los “políticos”, sus locutores y escribas-, saben dónde y para qué se originan y hacia dónde van. Allí están los vocablos extendidos cuyo significado ocultan las sílabas innecesarias. Las nuevas palabras escritas y dichas propician que la política ya no sea el propósito perenne de redistribuir valores dentro de la sociedad entera, entendidos como valores los objetos sencillos, necesarios, indispensables que permiten una convivencia social grata, libre de vicisitudes. La política es hoy la capacidad de imponer decisiones que afectan a los grandes grupos de población y que beneficia únicamente a los enanos grupos de políticos parásitos que acumulan poder para disfrutar privilegios y fortunas.

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