/ miércoles 21 de marzo de 2018

Política de campanario

A la falsa noticia, la tan de moda fake news, la falsa promesa ha acompañado a las campañas políticas, no sólo a la mexicana, sino a la de muchos otros países. Ofrecer lo imposible con la intención clara de satisfacer o responder al clamor de la vox populi, es el recurso manido de la contienda electoral. La ocurrencia sobre la razón, el absurdo por encima de lo factible. Ejemplos de falsas promesas de siempre sobran en la actual campaña política. Algunos ejemplos:

El candidato de la alianza Por México al Frente habla de un gobierno de coalición que en realidad sólo formaría con los tres partidos que lo integran. La imposibilidad de un gobierno de coalición es, por ahora, no sólo política, sino legal y constitucional. Sin decirlo, el candidato Ricardo Anaya se refiere a la reforma al artículo 89 de la Carta Magna de 2014, según la cual a partir de 2018 el presidente de la República podrá –no por obligación, sino sólo si lo quiere—formar un gobierno de coalición con dos o más partidos políticos, sobre bases que la propia reforma no ha precisado con leyes que la reglamenten. La reforma está en el aire porque para su aplicación se carece de la regulación que la hiciera posible.

El gobierno de coalición es hasta ahora una entelequia que, sin embargo de su imprecisión, no cancela la plena libertad que el Presidente de la República, depositario único y personal del Poder Ejecutivo, tiene para nombrar a los miembros de su gabinete; es decir a su gobierno, salvo los casos en los que explícitamente requiere de la aprobación del Congreso de la Unión. El gobierno de coalición que ofrece Anaya sería en la práctica una continuación de la alianza formada entre el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano, pues resulta claro que, llegado el caso, ninguno del resto de los partidos sería llamado a integrar un pacto de esa naturaleza.

Por su parte, el candidato de la coalición Morena, PT y PES, Andrés Manuel López Obrador, imagina –suprema ocurrencia—la celebración de tres referendos, uno cada dos años para que el pueblo decida si permanece o no en el poder. Piénsese en lo que sería esta consulta: la primera y la segunda para decidir si el presidente continúa al frente del gobierno, y la tercera cerca ya del final de la administración, sería, obviamente, para determinar si continúa los siguientes 6 años en el poder.

Ajenas a toda constitucionalidad, las propuestas de un gobierno de coalición, que no sería sino el de una alianza electoral, y la de una consulta popular bianual, están muy lejos de representar una voluntad de perfeccionamiento o mejoría de la democracia. Frente a otras propuestas como la de José Antonio Meade de suprimir el fuero o evitar la interpretación que se le da como carta de inmunidad o impunidad, las de Anaya y López Obrador no aparecen sino como recursos demagógicos, sin bases jurídicas ni sustento político, que no hacen sino confundir a la opinión pública --ora sí que puro populismo--. Falsas promesas de una política de campanario, falsas noticias como las que inundan la escena pública que sólo se aclararán en el curso normal de la campaña formal que está por comenzar.

Srio28@prodigy.net.mx

A la falsa noticia, la tan de moda fake news, la falsa promesa ha acompañado a las campañas políticas, no sólo a la mexicana, sino a la de muchos otros países. Ofrecer lo imposible con la intención clara de satisfacer o responder al clamor de la vox populi, es el recurso manido de la contienda electoral. La ocurrencia sobre la razón, el absurdo por encima de lo factible. Ejemplos de falsas promesas de siempre sobran en la actual campaña política. Algunos ejemplos:

El candidato de la alianza Por México al Frente habla de un gobierno de coalición que en realidad sólo formaría con los tres partidos que lo integran. La imposibilidad de un gobierno de coalición es, por ahora, no sólo política, sino legal y constitucional. Sin decirlo, el candidato Ricardo Anaya se refiere a la reforma al artículo 89 de la Carta Magna de 2014, según la cual a partir de 2018 el presidente de la República podrá –no por obligación, sino sólo si lo quiere—formar un gobierno de coalición con dos o más partidos políticos, sobre bases que la propia reforma no ha precisado con leyes que la reglamenten. La reforma está en el aire porque para su aplicación se carece de la regulación que la hiciera posible.

El gobierno de coalición es hasta ahora una entelequia que, sin embargo de su imprecisión, no cancela la plena libertad que el Presidente de la República, depositario único y personal del Poder Ejecutivo, tiene para nombrar a los miembros de su gabinete; es decir a su gobierno, salvo los casos en los que explícitamente requiere de la aprobación del Congreso de la Unión. El gobierno de coalición que ofrece Anaya sería en la práctica una continuación de la alianza formada entre el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano, pues resulta claro que, llegado el caso, ninguno del resto de los partidos sería llamado a integrar un pacto de esa naturaleza.

Por su parte, el candidato de la coalición Morena, PT y PES, Andrés Manuel López Obrador, imagina –suprema ocurrencia—la celebración de tres referendos, uno cada dos años para que el pueblo decida si permanece o no en el poder. Piénsese en lo que sería esta consulta: la primera y la segunda para decidir si el presidente continúa al frente del gobierno, y la tercera cerca ya del final de la administración, sería, obviamente, para determinar si continúa los siguientes 6 años en el poder.

Ajenas a toda constitucionalidad, las propuestas de un gobierno de coalición, que no sería sino el de una alianza electoral, y la de una consulta popular bianual, están muy lejos de representar una voluntad de perfeccionamiento o mejoría de la democracia. Frente a otras propuestas como la de José Antonio Meade de suprimir el fuero o evitar la interpretación que se le da como carta de inmunidad o impunidad, las de Anaya y López Obrador no aparecen sino como recursos demagógicos, sin bases jurídicas ni sustento político, que no hacen sino confundir a la opinión pública --ora sí que puro populismo--. Falsas promesas de una política de campanario, falsas noticias como las que inundan la escena pública que sólo se aclararán en el curso normal de la campaña formal que está por comenzar.

Srio28@prodigy.net.mx