/ jueves 9 de agosto de 2018

Política industrial para el sur

Uno de los sucesos inéditos de esta transición de gobierno se centra en la reconciliación y el llamado a la unidad para dar paso a los proyectos estratégicos, con los cuales arrancar el nuevo gobierno y los nombramientos de quienes acompañarán en la toma de decisiones.

Resaltan los nombramientos en las empresas productivas del estado y del sector energético en momentos clave en los que se logran avances en la renegociación del TLCAN, se aprecia ligeramente el tipo de cambio y se dan acercamientos con China.

Sin duda, los temas de la transición económica de mayor relevancia son los que se refieren a las PYMES, dado que representan el 51% del PIB y el 73% del empleo, concentran buena parte de las innovaciones y son el pilar de la economía local.

La política industrial como premisa del nuevo gobierno vine muy en sintonía con la visión nacionalista de consumir lo hecho en México, viaja aspiración de los industriales mexicanos que han insistido -por años- en políticas de desarrollo endógeno, que no sólo permitan el acceso a la producción nacional a los mercados, sino que también se propicie el impulso a la industria de bienes de capital, fortalecer el acceso al financiamiento y al desarrollo tecnológico para que la industria nacional de soporte, acompañe el desarrollo en plena evolución productiva.

La política industrial de atracción de inversiones automotrices, electrónicas y aeroespaciales se enfrenta hoy a la guerra comercial y los nacionalismos que buscan los equilibrios comerciales, los empleos en el propio país y el enfoque de seguridad nacional como ordenador de mercados e inversiones.

El tema de PYMES y de política industrial converge en el sistema de fomento a la competitividad, que desde luego debe ser sistémica y abracar al menos los elementos de buenas prácticas mundiales tales como; mejorar el clima de negocios, fomentar el acceso al financiamiento, incidir en el desarrollo de cadenas de valor, apoyar la innovación, gestionar y procurar el desarrollo de nuevas capacidades empresariales y, por supuesto, la internacionalización de las PYMES mediante apoyos a las exportaciones y la diversificación de mercados.

El menú de instrumentos de desarrollo empresarial que forman parte de las políticas de fomento industrial es amplio y cuenta con muy pocos estudios de impacto económico. Las evaluaciones de política comparada de fomento PYME ponen énfasis en instrumentos de tipo general que mejoren la competitividad desde la propia perspectiva emprendedora, dirigidos hacia el desempeño de las empresas en materia de oportunidades, costos, ventas, compras de gobierno, innovación, crecimiento controlado, financiamiento etc. Sin embargo, son pocos los ejemplos que buscan otros factores de promoción más estructurales tales como, el desarrollo de infraestructura tecnológica y de servicios, que fomenten el asociacionismo y que promuevan el desarrollo sectorial mediante consorcios de PYMES que reduzcan su vulnerabilidad y aislamiento.

Es en este tipo de políticas industriales en los que hay oportunidades de transformación en México. En la medida que se busquen intereses comunes, se reenfoquen las capacidades locales y se proyecten estrategias de desarrollo sostenible local, es como se puede hacer un fomento empresarial más estratégico, menos regresivo y atractor de inversión y empleos. “Actuar local es actuar global”.

“Compensar” y “focalizar” resulta ser un binomio conceptual para una nueva política industrial. “Compensar” para lograr el “cierre de brechas” de las regiones más rezagadas y con menos oportunidades de crecimiento, “focalizar” para concentrar instrumentos y acciones en aquellos territorios que más demandan una diversificación económica para crecer y consolidarse.

La política industrial más básica es la que se dirige a dar más valor agregado a nuestras materias primas localmente para provocar flujos comerciales positivos hacia la comunidad y el sector. Balancear la estructura de un mercado local “de sólo demanda”, a un mercado local que se sostenga por la “oferta interna” de la localidad. Más valor agregado significa la integración de las cadenas productivas, mayor participación de PYMES y más competencia para estabilizar precios y mejorar condiciones de acceso a mercados.

Lo que requiere México para su REINDUSTRIALIZACIÓN ESTRATÉGICA es la convergencia de objetivos, recursos, instrumentos, instituciones, cámaras e industrias para su adecuada operación e implementación en el territorio, de manera descentralizada y que parta de las necesidades de las PYMES y su potencial de asociación, más que de la replicación del individualismo.

Sin duda, muchos instrumentos de política industrial que ya existen pueden prevalecer y ampliar sus alcances, indicadores y metas, pero partiendo de evaluaciones objetivas de su transparencia, impacto sectorial y regional, cobertura real de empresas atendidas y los beneficios obtenidos por los apoyos a nivel de impacto en el empleo, la integración, la sustitución de importaciones, la generación de innovaciones, el desarrollo de nuevos mercados etc.

En un nuevo esfuerzo por crear y sistematizar el fomento industrial, la región sur sureste y los proyectos estratégicos que proyecta el nuevo gobierno en formación, representan una oportunidad para mejorar las condiciones de inversión y empleo de la región. Para mencionar algunos que hacen sinergia se encuentran el proyecto de caminos rurales que generará conectividad y empleo temporal; la reforestación de un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables; la construcción de la refinería en dos bocas Tabasco y la reconfiguración de los puertos y refinerías de Coatzacoalcos y Salina Cruz; el corredor logístico del Itsmo de Tehuantepec; el programa de parques industriales en zonas marginadas; el tren rápido por el territorio Maya entre otros proyectos estratégicos que se perfilan pondrán cuantiosos recursos de inversión y demandas de empleo regional.

Los mercados serán fundamentales para articular un desarrollo incluyente del sur de México, así como el aprovechamiento del bono demográfico y la recalificación de los jóvenes para la revolución digital en la que ya estamos inmersos. El acceso a la energía, al financiamiento y a la tecnología será la clave para que el fomento industrial tenga éxito.


Uno de los sucesos inéditos de esta transición de gobierno se centra en la reconciliación y el llamado a la unidad para dar paso a los proyectos estratégicos, con los cuales arrancar el nuevo gobierno y los nombramientos de quienes acompañarán en la toma de decisiones.

Resaltan los nombramientos en las empresas productivas del estado y del sector energético en momentos clave en los que se logran avances en la renegociación del TLCAN, se aprecia ligeramente el tipo de cambio y se dan acercamientos con China.

Sin duda, los temas de la transición económica de mayor relevancia son los que se refieren a las PYMES, dado que representan el 51% del PIB y el 73% del empleo, concentran buena parte de las innovaciones y son el pilar de la economía local.

La política industrial como premisa del nuevo gobierno vine muy en sintonía con la visión nacionalista de consumir lo hecho en México, viaja aspiración de los industriales mexicanos que han insistido -por años- en políticas de desarrollo endógeno, que no sólo permitan el acceso a la producción nacional a los mercados, sino que también se propicie el impulso a la industria de bienes de capital, fortalecer el acceso al financiamiento y al desarrollo tecnológico para que la industria nacional de soporte, acompañe el desarrollo en plena evolución productiva.

La política industrial de atracción de inversiones automotrices, electrónicas y aeroespaciales se enfrenta hoy a la guerra comercial y los nacionalismos que buscan los equilibrios comerciales, los empleos en el propio país y el enfoque de seguridad nacional como ordenador de mercados e inversiones.

El tema de PYMES y de política industrial converge en el sistema de fomento a la competitividad, que desde luego debe ser sistémica y abracar al menos los elementos de buenas prácticas mundiales tales como; mejorar el clima de negocios, fomentar el acceso al financiamiento, incidir en el desarrollo de cadenas de valor, apoyar la innovación, gestionar y procurar el desarrollo de nuevas capacidades empresariales y, por supuesto, la internacionalización de las PYMES mediante apoyos a las exportaciones y la diversificación de mercados.

El menú de instrumentos de desarrollo empresarial que forman parte de las políticas de fomento industrial es amplio y cuenta con muy pocos estudios de impacto económico. Las evaluaciones de política comparada de fomento PYME ponen énfasis en instrumentos de tipo general que mejoren la competitividad desde la propia perspectiva emprendedora, dirigidos hacia el desempeño de las empresas en materia de oportunidades, costos, ventas, compras de gobierno, innovación, crecimiento controlado, financiamiento etc. Sin embargo, son pocos los ejemplos que buscan otros factores de promoción más estructurales tales como, el desarrollo de infraestructura tecnológica y de servicios, que fomenten el asociacionismo y que promuevan el desarrollo sectorial mediante consorcios de PYMES que reduzcan su vulnerabilidad y aislamiento.

Es en este tipo de políticas industriales en los que hay oportunidades de transformación en México. En la medida que se busquen intereses comunes, se reenfoquen las capacidades locales y se proyecten estrategias de desarrollo sostenible local, es como se puede hacer un fomento empresarial más estratégico, menos regresivo y atractor de inversión y empleos. “Actuar local es actuar global”.

“Compensar” y “focalizar” resulta ser un binomio conceptual para una nueva política industrial. “Compensar” para lograr el “cierre de brechas” de las regiones más rezagadas y con menos oportunidades de crecimiento, “focalizar” para concentrar instrumentos y acciones en aquellos territorios que más demandan una diversificación económica para crecer y consolidarse.

La política industrial más básica es la que se dirige a dar más valor agregado a nuestras materias primas localmente para provocar flujos comerciales positivos hacia la comunidad y el sector. Balancear la estructura de un mercado local “de sólo demanda”, a un mercado local que se sostenga por la “oferta interna” de la localidad. Más valor agregado significa la integración de las cadenas productivas, mayor participación de PYMES y más competencia para estabilizar precios y mejorar condiciones de acceso a mercados.

Lo que requiere México para su REINDUSTRIALIZACIÓN ESTRATÉGICA es la convergencia de objetivos, recursos, instrumentos, instituciones, cámaras e industrias para su adecuada operación e implementación en el territorio, de manera descentralizada y que parta de las necesidades de las PYMES y su potencial de asociación, más que de la replicación del individualismo.

Sin duda, muchos instrumentos de política industrial que ya existen pueden prevalecer y ampliar sus alcances, indicadores y metas, pero partiendo de evaluaciones objetivas de su transparencia, impacto sectorial y regional, cobertura real de empresas atendidas y los beneficios obtenidos por los apoyos a nivel de impacto en el empleo, la integración, la sustitución de importaciones, la generación de innovaciones, el desarrollo de nuevos mercados etc.

En un nuevo esfuerzo por crear y sistematizar el fomento industrial, la región sur sureste y los proyectos estratégicos que proyecta el nuevo gobierno en formación, representan una oportunidad para mejorar las condiciones de inversión y empleo de la región. Para mencionar algunos que hacen sinergia se encuentran el proyecto de caminos rurales que generará conectividad y empleo temporal; la reforestación de un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables; la construcción de la refinería en dos bocas Tabasco y la reconfiguración de los puertos y refinerías de Coatzacoalcos y Salina Cruz; el corredor logístico del Itsmo de Tehuantepec; el programa de parques industriales en zonas marginadas; el tren rápido por el territorio Maya entre otros proyectos estratégicos que se perfilan pondrán cuantiosos recursos de inversión y demandas de empleo regional.

Los mercados serán fundamentales para articular un desarrollo incluyente del sur de México, así como el aprovechamiento del bono demográfico y la recalificación de los jóvenes para la revolución digital en la que ya estamos inmersos. El acceso a la energía, al financiamiento y a la tecnología será la clave para que el fomento industrial tenga éxito.