/ sábado 12 de noviembre de 2022

¿Por qué es importante la ‘alfabetización mediática’? 

Seguramente todos hemos visto o escuchado algún anuncio que nos promete desde restaurar el color de la ropa, hasta revertir la calvicie, pasando por adelgazarnos de forma milagrosa sin modificar hábitos ni hacer ejercicio. Y, con certeza, casi siempre, en lugar de salir corriendo a adquirir el producto, levantamos una ceja y ponemos en duda sus supuestos beneficios. Sin embargo, al vivir en un entorno en el que recibimos mensajes y contenidos a todas horas gracias a la Internet y a las redes sociodigitales, la promesa de algunos mensajes se vuelve más difícil de desenmascarar. ¿Cuántos mensajes recibimos al día? ¿A cuántos ponemos atención? ¿Cuántos nos dan información valiosa? ¿Cuántos llegan a influir en lo que pensamos?

Mucho de lo que vemos a lo largo del día es “entretenido”, incluyendo lo divertido y lo morboso. No obstante, entre todo este contenido también se filtran mensajes que podrían llegar a afectarnos, a veces para bien, y otras no tanto. Esta influencia es mayor cuando desconocemos del tema en cuestión, o bien, cuando refuerza nuestras creencias, nuestras formas de ver las cosas o nuestros prejuicios. Es ahí cuando es más difícil determinar la veracidad de un contenido, o simplemente decidir si compartirlo, o no.

Por ello, en un mundo en el que la tecnología determina mucho del contenido que buscamos y recibimos, así como la forma misma en que lo consumimos, es necesario conocer qué es ‘alfabetización mediática e informacional’ (AMI). Al igual que la alfabetización nos enseña a reconocer y usar el lenguaje, la AMI lo hace con los contenidos de los medios y de las redes sociodigitales. La AMI implica que, sin importar la edad, contemos con los conocimientos y las habilidades para identificar y utilizar mejor los contenidos que son relevantes, útiles, veraces y oportunos, así como para ser más responsables del contenido que creamos y compartimos. Esto último –nuestra responsabilidad— es algo que debemos tener muy presente, pues gracias a la tecnología, al compartir un contenido en las redes, también nosotros participamos de su difusión y alcance.

De acuerdo con cifras de Statista, organización especializada en redes y telecomunicaciones, en México 78% de la población utiliza las redes sociales. Las más populares son WhatsApp (94%), Facebook (93%), Instagram (79%), Tik Tok (70%) y Twitter (56%). Este contexto digital define en gran medida los contenidos que buscamos, que recibimos y que compartimos cotidianamente. Y aquí se cuela de todo, lo valioso, lo superfluo y lo falso. El estudio de la UNAM, “Radiografía sobre la difusión de fake news en México” (2020), reportó que 88% de los usuarios de Facebook aseguraron haber recibido alguna vez mensajes falsos o erróneos.

De aquí la importancia de la AMI para hacer un uso mejor y más responsable de nuestro consumo diario de contenidos y también para entender que nosotros jugamos un papel activo al crear y compartir contenidos con nuestros círculos.

Si bien el término ‘alfabetización mediática e informacional’ podría parecer un tanto rebuscado, en realidad todos podemos dar algunos pasos muy sencillos que, con la práctica, podemos hacer parte de nuestra forma natural de acercarnos a los contenidos. ¿Qué hacer?

Primero, entender que todo contenido busca, de entrada, informarnos, divertirnos o persuadirnos de algo. Y que estas tres intenciones pueden estar mezcladas en el formato. Un video divertido puede ser también informativo y persuasivo. Sabiendo esto, debemos plantearnos, ¿qué desean que yo interprete de este contenido? ¿Solo divertirme, o también informarme o persuadirme?

En segundo lugar, debemos también preguntarnos, ¿quién pudo haber creado este contenido? Si busca ser informativo, ¿hay alguna organización mediática o periodística detrás, o no aparece nadie? Si logramos identificar de dónde provino, revisar si esa fuente nos parece confiable, o no.

Tercero, preguntarnos, ¿qué es lo que atrae mi atención: la música, las personas o animaciones, la historia o lo que dice o representa?

Y, por último, si decidimos compartirlo, o modificarlo antes de compartirlo, tener claro qué deseamos, ¿divertir, informar, persuadir o alguna combinación de estas tres intenciones?

De este modo, seremos participantes más responsables de un entorno mediático y digital cada vez más complejo, y estaremos mejor preparados para cuando recibamos una nueva “cadena” de WhatsApp que, seguro, no tarda en llegarnos.

Seguramente todos hemos visto o escuchado algún anuncio que nos promete desde restaurar el color de la ropa, hasta revertir la calvicie, pasando por adelgazarnos de forma milagrosa sin modificar hábitos ni hacer ejercicio. Y, con certeza, casi siempre, en lugar de salir corriendo a adquirir el producto, levantamos una ceja y ponemos en duda sus supuestos beneficios. Sin embargo, al vivir en un entorno en el que recibimos mensajes y contenidos a todas horas gracias a la Internet y a las redes sociodigitales, la promesa de algunos mensajes se vuelve más difícil de desenmascarar. ¿Cuántos mensajes recibimos al día? ¿A cuántos ponemos atención? ¿Cuántos nos dan información valiosa? ¿Cuántos llegan a influir en lo que pensamos?

Mucho de lo que vemos a lo largo del día es “entretenido”, incluyendo lo divertido y lo morboso. No obstante, entre todo este contenido también se filtran mensajes que podrían llegar a afectarnos, a veces para bien, y otras no tanto. Esta influencia es mayor cuando desconocemos del tema en cuestión, o bien, cuando refuerza nuestras creencias, nuestras formas de ver las cosas o nuestros prejuicios. Es ahí cuando es más difícil determinar la veracidad de un contenido, o simplemente decidir si compartirlo, o no.

Por ello, en un mundo en el que la tecnología determina mucho del contenido que buscamos y recibimos, así como la forma misma en que lo consumimos, es necesario conocer qué es ‘alfabetización mediática e informacional’ (AMI). Al igual que la alfabetización nos enseña a reconocer y usar el lenguaje, la AMI lo hace con los contenidos de los medios y de las redes sociodigitales. La AMI implica que, sin importar la edad, contemos con los conocimientos y las habilidades para identificar y utilizar mejor los contenidos que son relevantes, útiles, veraces y oportunos, así como para ser más responsables del contenido que creamos y compartimos. Esto último –nuestra responsabilidad— es algo que debemos tener muy presente, pues gracias a la tecnología, al compartir un contenido en las redes, también nosotros participamos de su difusión y alcance.

De acuerdo con cifras de Statista, organización especializada en redes y telecomunicaciones, en México 78% de la población utiliza las redes sociales. Las más populares son WhatsApp (94%), Facebook (93%), Instagram (79%), Tik Tok (70%) y Twitter (56%). Este contexto digital define en gran medida los contenidos que buscamos, que recibimos y que compartimos cotidianamente. Y aquí se cuela de todo, lo valioso, lo superfluo y lo falso. El estudio de la UNAM, “Radiografía sobre la difusión de fake news en México” (2020), reportó que 88% de los usuarios de Facebook aseguraron haber recibido alguna vez mensajes falsos o erróneos.

De aquí la importancia de la AMI para hacer un uso mejor y más responsable de nuestro consumo diario de contenidos y también para entender que nosotros jugamos un papel activo al crear y compartir contenidos con nuestros círculos.

Si bien el término ‘alfabetización mediática e informacional’ podría parecer un tanto rebuscado, en realidad todos podemos dar algunos pasos muy sencillos que, con la práctica, podemos hacer parte de nuestra forma natural de acercarnos a los contenidos. ¿Qué hacer?

Primero, entender que todo contenido busca, de entrada, informarnos, divertirnos o persuadirnos de algo. Y que estas tres intenciones pueden estar mezcladas en el formato. Un video divertido puede ser también informativo y persuasivo. Sabiendo esto, debemos plantearnos, ¿qué desean que yo interprete de este contenido? ¿Solo divertirme, o también informarme o persuadirme?

En segundo lugar, debemos también preguntarnos, ¿quién pudo haber creado este contenido? Si busca ser informativo, ¿hay alguna organización mediática o periodística detrás, o no aparece nadie? Si logramos identificar de dónde provino, revisar si esa fuente nos parece confiable, o no.

Tercero, preguntarnos, ¿qué es lo que atrae mi atención: la música, las personas o animaciones, la historia o lo que dice o representa?

Y, por último, si decidimos compartirlo, o modificarlo antes de compartirlo, tener claro qué deseamos, ¿divertir, informar, persuadir o alguna combinación de estas tres intenciones?

De este modo, seremos participantes más responsables de un entorno mediático y digital cada vez más complejo, y estaremos mejor preparados para cuando recibamos una nueva “cadena” de WhatsApp que, seguro, no tarda en llegarnos.