/ martes 21 de enero de 2020

¿Por qué EU odia a sus niños?

¿Por qué EU odia a sus niños?

El otro día un corresponsal me hizo una buena pregunta: ¿de qué tema importante no estamos hablando? Mi respuesta, tras pensarlo un poco, es el estado de los niños estadounidenses.

Ahora, no es del todo justo decir que estamos ignorando los apuros de nuestros niños. Elizabeth Warren, como ya es habitual en ella, ha presentado un plan integral y totalmente financiado para el cuidado infantil universal.

Bernie Sanders, como también es habitual en él, dice que lo apoya, pero no ha dado detalles.

Hasta donde sé, el resto de los candidatos demócratas a la presidencia está a favor de hacer más por los niños.

Todos los países avanzados ordenan que haya algún tipo de permiso pagado para las madres que acaban de tener un bebé, comúnmente de tres o cuatro meses; todos los países lo hacen, a excepción de Estados Unidos que no tiene ningún tipo de licencia de maternidad.

La mayoría de los países avanzados destinan cantidades importantes de dinero a prestaciones para familias con hijos; en Europa estas prestaciones promedian entre dos y tres por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

La cifra equivalente en Estados Unidos es de 0.6 por ciento del PIB. Incluso en cosas con las que Estados Unidos sí ayuda a los niños, la calidad de la ayuda tiende a ser menor.

Se han hecho muchas comparaciones entre los almuerzos de las escuelas estadounidenses y francesas: a los niños franceses en edad escolar se les enseña a comer alimentos saludables. A los niños estadounidenses básicamente se les trata como un vertedero de excedentes agrícolas.

Entonces, la negativa de Estados Unidos de ayudar a los niños no es parte de una amplia oposición a los programas gubernamentales en general, es más bien que damos un trato particularmente malo a los niños. ¿Por qué?

Hemos establecido un sistema, en esencia despiadado, conforme al cual los niños no pueden obtener la ayuda que necesitan salvo que sus padres encuentren empleos que no existen. Y hay cada vez más pruebas que dicen que este sistema es destructivo, además de cruel.

Varios estudios han descubierto que los programas de la red de seguridad para niños tienen enormes consecuencias a largo plazo. Los niños que reciben nutrición y atención médica adecuadas crecen para convertirse en adultos más saludables y productivos. Y, además del lado humanitario de estas prestaciones, hay una retribución monetaria: los adultos más saludables son menos propensos a necesitar asistencia pública y más propensos a pagar más impuestos.

Tal vez sea demasiado afirmar que ayudar a los niños se paga solo, pero sin duda se acerca mucho más a hacerlo que los recortes fiscales para los ricos.

¿Por qué EU odia a sus niños?

El otro día un corresponsal me hizo una buena pregunta: ¿de qué tema importante no estamos hablando? Mi respuesta, tras pensarlo un poco, es el estado de los niños estadounidenses.

Ahora, no es del todo justo decir que estamos ignorando los apuros de nuestros niños. Elizabeth Warren, como ya es habitual en ella, ha presentado un plan integral y totalmente financiado para el cuidado infantil universal.

Bernie Sanders, como también es habitual en él, dice que lo apoya, pero no ha dado detalles.

Hasta donde sé, el resto de los candidatos demócratas a la presidencia está a favor de hacer más por los niños.

Todos los países avanzados ordenan que haya algún tipo de permiso pagado para las madres que acaban de tener un bebé, comúnmente de tres o cuatro meses; todos los países lo hacen, a excepción de Estados Unidos que no tiene ningún tipo de licencia de maternidad.

La mayoría de los países avanzados destinan cantidades importantes de dinero a prestaciones para familias con hijos; en Europa estas prestaciones promedian entre dos y tres por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

La cifra equivalente en Estados Unidos es de 0.6 por ciento del PIB. Incluso en cosas con las que Estados Unidos sí ayuda a los niños, la calidad de la ayuda tiende a ser menor.

Se han hecho muchas comparaciones entre los almuerzos de las escuelas estadounidenses y francesas: a los niños franceses en edad escolar se les enseña a comer alimentos saludables. A los niños estadounidenses básicamente se les trata como un vertedero de excedentes agrícolas.

Entonces, la negativa de Estados Unidos de ayudar a los niños no es parte de una amplia oposición a los programas gubernamentales en general, es más bien que damos un trato particularmente malo a los niños. ¿Por qué?

Hemos establecido un sistema, en esencia despiadado, conforme al cual los niños no pueden obtener la ayuda que necesitan salvo que sus padres encuentren empleos que no existen. Y hay cada vez más pruebas que dicen que este sistema es destructivo, además de cruel.

Varios estudios han descubierto que los programas de la red de seguridad para niños tienen enormes consecuencias a largo plazo. Los niños que reciben nutrición y atención médica adecuadas crecen para convertirse en adultos más saludables y productivos. Y, además del lado humanitario de estas prestaciones, hay una retribución monetaria: los adultos más saludables son menos propensos a necesitar asistencia pública y más propensos a pagar más impuestos.

Tal vez sea demasiado afirmar que ayudar a los niños se paga solo, pero sin duda se acerca mucho más a hacerlo que los recortes fiscales para los ricos.