/ sábado 6 de abril de 2019

¿Por qué la prisa? 

Hace 3 o 4 años, en las primeras horas del lunes santo la ciudad de México se encontraba semi desierta; para el miércoles siguiente, según consta en los reportes oficiales las casetas de peaje instaladas en las carreteras registraban filas de 10 kilómetros. En la avenida Insurgentes y en la calzada de Tlalpan, rutas de salida hacia los destinos turísticos de Morelos y Guerrero, los automovilistas atascados hasta la avenida Taxqueña esperaban febrilmente traspasar el primer obstáculo para llegar, antes que otros, hasta el lugar del supuesto descanso para disfrutar de la diversión sin freno y sin límite.

Siete días después el rostro macilento y desencajado de miles de paseantes que regresaron al término del período vacacional lo dijo todo. Decenas de percances, cientos de heridos y muertos, importantes daños materiales... y todo por la prisa, por el abuso de bebidas alcohólicas, el desconocimiento de las mínimas reglas de seguridad vial, la incapacidad o la inconciencia de conductores que operaban su teléfono celular como si estuvieran en la sala de su casa.

Según el Atlas de Seguridad Vial, en México se reportan al año 400 mil accidentes de tránsito lo cual provoca más de 14 mil defunciones, cerca de 200 mil heridos, 90 mil discapacitados y pérdidas de entre 1 y 2 por ciento del producto interno bruto, y todo por la prisa, por el nerviosismo.

La prisa produce estrés. El estrés nos acaba, nos destruye. El estrés aniquila. La mayoría de las afecciones que sufrimos los seres humanos hoy en día la debemos a este mal causado por la prisa. El diccionario define al estrés como un agotamiento físico general producido por un estado nervioso.

La prisa que se apoderó de los vacacionistas es exactamente la misma prisa que diariamente angustia y atenaza al habitante de la gran ciudad. Vivimos agitadamente y con superficialidad. No se pone el debido empeño en el quehacer cotidiano porque hay prisa para todo: levantarse, bañarse, tomar el café, desempeñar el trabajo, comer, y hasta dormir con prisa. Es un estado nervioso y apresurado que nos lleva a comportarnos de manera distinta a como lo hacíamos hace tan solo 30 años.

¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué hemos caído en este torbellino de apresuramientos y de preocupaciones? Hoy en día el tiempo no alcanza para lo que nos proponemos y los dineros tampoco.

El suspicaz inglés G.K. Chesterton decía que la invención del reloj ha sido más perniciosa que benéfica para el ser humano porque es una de las formas más sutiles de atormentarlo. Tal vez no nos percatamos pero el reloj es inconscientemente una parte importantísima de la existencia. El reloj nos domina y gobierna nuestros movimientos. Casi siempre se nos hace tarde para acudir a cualquier cita y el tiempo no alcanza; tenemos prisa. El reloj es el gran dictador de nuestra vida.

La periodista Victoria Pérez (Hipertextual) refiere que los cardiólogos Meyer Friedman y Ray Rosenman acuñaron el término "Hurry Sickness”, o “enfermedad de la prisa” en español, después de notar que muchos de sus pacientes sufrían de un sentimiento de urgencia todo el tiempo. Si bien no está catalogado como una enfermedad independiente todavía, la definieron como "un patrón de comportamiento caracterizado por una lucha continua y un intento incesante de lograr hacer más y más cosas en cada vez menos tiempo”.

“Comer el almuerzo en el escritorio y al mismo tiempo revisar el correo electrónico o hablar por teléfono es uno de los síntomas. Cuando desarrollas la enfermedad de la prisa, te vuelves una persona ocupada precisamente porque actúas así, como si lo fueras.

“Se hace un comportamiento por defecto hacer siempre otra cosa mientras se espera. Cuando el microondas calienta durante 30 segundos, sientes la necesidad de buscar otra cosa que hacer mientras esperas. Mientras esperas 30 ridículos segundos, sí. Sólo esperar no es productivo y los afectados no saben simplemente no hacer nada. Las personas con enfermedad de la prisa piensan rápido, hablan rápido, actúan rápido y buscan qué hacer aún más rápido”, finaliza. En resumen, es la mezcla de ansiedad, estrés y sentimientos continuos de urgencia que forman un ciclo vicioso adictivo.

La sabiduría oriental afirma que la prisa es la nada, quien tiene prisa por vivir tiene prisa por morir. Por lo contrario – señala – hay que ejercitar siempre la paciencia, virtud máxima que inspira calma, seguridad y confianza. Con la paciencia se resuelven las tensiones, se disuelven los graves conflictos personales y sociales y se tiende a vivir en paz, claridad y armonía con la naturaleza y con nosotros mismos.

Los especialistas en el combate al estrés y las relaciones tensas recomiendan que ensayemos todos los días, como si fuera el único modo de vida la concentración relajada, que ejercitemos en reposo la tranquilidad profunda y reflexiva. La tendencia a la acción agitada y turbulenta solo conduce a la prisa y, por supuesto, a la nada.

Premio Nacional de Periodismo 2018

pacofonn@yahoo.com.mx

Hace 3 o 4 años, en las primeras horas del lunes santo la ciudad de México se encontraba semi desierta; para el miércoles siguiente, según consta en los reportes oficiales las casetas de peaje instaladas en las carreteras registraban filas de 10 kilómetros. En la avenida Insurgentes y en la calzada de Tlalpan, rutas de salida hacia los destinos turísticos de Morelos y Guerrero, los automovilistas atascados hasta la avenida Taxqueña esperaban febrilmente traspasar el primer obstáculo para llegar, antes que otros, hasta el lugar del supuesto descanso para disfrutar de la diversión sin freno y sin límite.

Siete días después el rostro macilento y desencajado de miles de paseantes que regresaron al término del período vacacional lo dijo todo. Decenas de percances, cientos de heridos y muertos, importantes daños materiales... y todo por la prisa, por el abuso de bebidas alcohólicas, el desconocimiento de las mínimas reglas de seguridad vial, la incapacidad o la inconciencia de conductores que operaban su teléfono celular como si estuvieran en la sala de su casa.

Según el Atlas de Seguridad Vial, en México se reportan al año 400 mil accidentes de tránsito lo cual provoca más de 14 mil defunciones, cerca de 200 mil heridos, 90 mil discapacitados y pérdidas de entre 1 y 2 por ciento del producto interno bruto, y todo por la prisa, por el nerviosismo.

La prisa produce estrés. El estrés nos acaba, nos destruye. El estrés aniquila. La mayoría de las afecciones que sufrimos los seres humanos hoy en día la debemos a este mal causado por la prisa. El diccionario define al estrés como un agotamiento físico general producido por un estado nervioso.

La prisa que se apoderó de los vacacionistas es exactamente la misma prisa que diariamente angustia y atenaza al habitante de la gran ciudad. Vivimos agitadamente y con superficialidad. No se pone el debido empeño en el quehacer cotidiano porque hay prisa para todo: levantarse, bañarse, tomar el café, desempeñar el trabajo, comer, y hasta dormir con prisa. Es un estado nervioso y apresurado que nos lleva a comportarnos de manera distinta a como lo hacíamos hace tan solo 30 años.

¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué hemos caído en este torbellino de apresuramientos y de preocupaciones? Hoy en día el tiempo no alcanza para lo que nos proponemos y los dineros tampoco.

El suspicaz inglés G.K. Chesterton decía que la invención del reloj ha sido más perniciosa que benéfica para el ser humano porque es una de las formas más sutiles de atormentarlo. Tal vez no nos percatamos pero el reloj es inconscientemente una parte importantísima de la existencia. El reloj nos domina y gobierna nuestros movimientos. Casi siempre se nos hace tarde para acudir a cualquier cita y el tiempo no alcanza; tenemos prisa. El reloj es el gran dictador de nuestra vida.

La periodista Victoria Pérez (Hipertextual) refiere que los cardiólogos Meyer Friedman y Ray Rosenman acuñaron el término "Hurry Sickness”, o “enfermedad de la prisa” en español, después de notar que muchos de sus pacientes sufrían de un sentimiento de urgencia todo el tiempo. Si bien no está catalogado como una enfermedad independiente todavía, la definieron como "un patrón de comportamiento caracterizado por una lucha continua y un intento incesante de lograr hacer más y más cosas en cada vez menos tiempo”.

“Comer el almuerzo en el escritorio y al mismo tiempo revisar el correo electrónico o hablar por teléfono es uno de los síntomas. Cuando desarrollas la enfermedad de la prisa, te vuelves una persona ocupada precisamente porque actúas así, como si lo fueras.

“Se hace un comportamiento por defecto hacer siempre otra cosa mientras se espera. Cuando el microondas calienta durante 30 segundos, sientes la necesidad de buscar otra cosa que hacer mientras esperas. Mientras esperas 30 ridículos segundos, sí. Sólo esperar no es productivo y los afectados no saben simplemente no hacer nada. Las personas con enfermedad de la prisa piensan rápido, hablan rápido, actúan rápido y buscan qué hacer aún más rápido”, finaliza. En resumen, es la mezcla de ansiedad, estrés y sentimientos continuos de urgencia que forman un ciclo vicioso adictivo.

La sabiduría oriental afirma que la prisa es la nada, quien tiene prisa por vivir tiene prisa por morir. Por lo contrario – señala – hay que ejercitar siempre la paciencia, virtud máxima que inspira calma, seguridad y confianza. Con la paciencia se resuelven las tensiones, se disuelven los graves conflictos personales y sociales y se tiende a vivir en paz, claridad y armonía con la naturaleza y con nosotros mismos.

Los especialistas en el combate al estrés y las relaciones tensas recomiendan que ensayemos todos los días, como si fuera el único modo de vida la concentración relajada, que ejercitemos en reposo la tranquilidad profunda y reflexiva. La tendencia a la acción agitada y turbulenta solo conduce a la prisa y, por supuesto, a la nada.

Premio Nacional de Periodismo 2018

pacofonn@yahoo.com.mx