/ jueves 30 de agosto de 2018

Por qué puede pasar aquí

Hubo una época, no hace mucho tiempo, en la que la gente solía decir que las normas democráticas de EU, nuestra orgullosa historia de libertad, nos protegerían de un descenso a la tiranía. De hecho, algunas personas todavía lo dicen. Sin embargo, creer una cosa como esa hoy en día requiere ceguera voluntaria. El hecho es que el Partido Republicano está listo para convertirse en una versión estadounidense de Ley y Justicia, y hasta parece anhelarlo, a fin de explotar su actual poder político para que haya un gobierno permanente.

¿Qué ha pasado a nivel nacional? Ahí es donde las cosas se ponen color de hormiga. Estamos sentados en el filo de la navaja. Si caemos del lado equivocado —en específico, si los republicanos conservan el control de ambas Cámaras del Congreso en noviembre—, nos convertiremos en otra Polonia o Hungría más rápido de lo que se pueden imaginar.

Esta semana, Axios creó algo de revuelo con una primicia sobre una hoja de cálculo en circulación entre los republicanos del Congreso, que enumera las investigaciones que piensan que los demócratas podrían llevar a cabo si toman el control de la Cámara de Representantes. La cuestión sobre la lista es que todos los puntos que aparecen en ella —empezando por las declaraciones fiscales del presidente Donald Trump— son algo que evidentemente debería investigarse y que se habría investigado con cualquier otro presidente. No obstante, la gente que hace circular el documento sencillamente da por hecho que los republicanos no abordarán ninguno de esos temas: la lealtad al partido estará por encima de la responsabilidad constitucional.

La semana pasada, muchos críticos de Trump celebraron los acontecimientos jurídicos, ya que interpretaron la sentencia de Manafort y la declaración de culpabilidad de Cohen como señales de que el cerco quizá se estaba estrechando finalmente en torno al infractor en jefe. No obstante, sentí que mis miedos se intensificaban cuando vi la reacción de los republicanos: al tener frente a ellos evidencias innegables de la calidad de mafioso de Trump, su partido cerró filas en torno a este con mayor fuerza que nunca.

Hace un año parecía posible que la complicidad del partido tuviera límites, que llegaría un punto en el que al menos unos cuantos representantes o senadores dijeran: se acabó. Ahora está claro que no los tienen: harán lo que sea para defender a Trump y consolidar su poder.

¿Por qué Estados Unidos, la cuna de la democracia, está tan cerca de seguir los pasos de otros países que recientemente la han destruido?

No me hablen de “ansiedad económica”. Eso no es lo que sucedió en Polonia, que creció de forma constante durante la crisis financiera y sus secuelas. Tampoco fue lo que ocurrió aquí en 2016: un estudio tras otro ha descubierto que el resentimiento racial, y no el peligro económico, fue lo que motivó a quienes votaron por Trump.

La cuestión es que padecemos de la misma enfermedad —el nacionalismo blanco descontrolado— que ya ha matado de manera eficaz a la democracia en otras naciones occidentales. Además, estamos extremadamente cerca de que no haya marcha atrás.


El Partido Republicano está listo para convertirse en una versión de Ley y de Justicia


Hubo una época, no hace mucho tiempo, en la que la gente solía decir que las normas democráticas de EU, nuestra orgullosa historia de libertad, nos protegerían de un descenso a la tiranía. De hecho, algunas personas todavía lo dicen. Sin embargo, creer una cosa como esa hoy en día requiere ceguera voluntaria. El hecho es que el Partido Republicano está listo para convertirse en una versión estadounidense de Ley y Justicia, y hasta parece anhelarlo, a fin de explotar su actual poder político para que haya un gobierno permanente.

¿Qué ha pasado a nivel nacional? Ahí es donde las cosas se ponen color de hormiga. Estamos sentados en el filo de la navaja. Si caemos del lado equivocado —en específico, si los republicanos conservan el control de ambas Cámaras del Congreso en noviembre—, nos convertiremos en otra Polonia o Hungría más rápido de lo que se pueden imaginar.

Esta semana, Axios creó algo de revuelo con una primicia sobre una hoja de cálculo en circulación entre los republicanos del Congreso, que enumera las investigaciones que piensan que los demócratas podrían llevar a cabo si toman el control de la Cámara de Representantes. La cuestión sobre la lista es que todos los puntos que aparecen en ella —empezando por las declaraciones fiscales del presidente Donald Trump— son algo que evidentemente debería investigarse y que se habría investigado con cualquier otro presidente. No obstante, la gente que hace circular el documento sencillamente da por hecho que los republicanos no abordarán ninguno de esos temas: la lealtad al partido estará por encima de la responsabilidad constitucional.

La semana pasada, muchos críticos de Trump celebraron los acontecimientos jurídicos, ya que interpretaron la sentencia de Manafort y la declaración de culpabilidad de Cohen como señales de que el cerco quizá se estaba estrechando finalmente en torno al infractor en jefe. No obstante, sentí que mis miedos se intensificaban cuando vi la reacción de los republicanos: al tener frente a ellos evidencias innegables de la calidad de mafioso de Trump, su partido cerró filas en torno a este con mayor fuerza que nunca.

Hace un año parecía posible que la complicidad del partido tuviera límites, que llegaría un punto en el que al menos unos cuantos representantes o senadores dijeran: se acabó. Ahora está claro que no los tienen: harán lo que sea para defender a Trump y consolidar su poder.

¿Por qué Estados Unidos, la cuna de la democracia, está tan cerca de seguir los pasos de otros países que recientemente la han destruido?

No me hablen de “ansiedad económica”. Eso no es lo que sucedió en Polonia, que creció de forma constante durante la crisis financiera y sus secuelas. Tampoco fue lo que ocurrió aquí en 2016: un estudio tras otro ha descubierto que el resentimiento racial, y no el peligro económico, fue lo que motivó a quienes votaron por Trump.

La cuestión es que padecemos de la misma enfermedad —el nacionalismo blanco descontrolado— que ya ha matado de manera eficaz a la democracia en otras naciones occidentales. Además, estamos extremadamente cerca de que no haya marcha atrás.


El Partido Republicano está listo para convertirse en una versión de Ley y de Justicia