/ jueves 6 de enero de 2022

Por qué vacunarse en la universidad

El rector de la UNAM, Doctor Enrique Graue Wiechers, informó que el regreso a clases programado para para el próximo 31 de enero se hará de manera “híbrida” para evitar contagios de covid-19, observando las medidas sanitarias y en especial el uso de cubrebocas que será obligatorio en los espacios cerrados de la Universidad. Además todas las tareas docentes de investigación y difusión de la cultura se llevarán a cabo en los términos que acuerden los respectivos consejos técnicos y el Consejo de Difusión Cultural. En contraste con lo anterior el Presidente de la República insiste en que las clases deben de ser presenciales porque nada las substituye, ya que son en realidad el segundo hogar de los alumnos. Y añadió con su lenguaje muy particular, refiriéndose a la Universidad: “Ya se pasaron”.

Ahora bien, la lógica más elemental indica que si uno se vacuna -profesores, alumnos, trabajadores- es porque hay el riesgo de contraer una enfermedad. La verdad es que la pandemia es una epidemia y que ante ella cualquier persona tiene el derecho de tomar las precauciones que considere necesarias o indispensables. Y máxime en tratándose de una institución como la Universidad, y no sólo por ser autónoma sino porque la salud de los estudiantes. profesores y trabajadores no es poca cosa en el espacio de la educación. Pretender obligar a lo contrario, presionando de cualquier manera, es impedir o querer impedir el ejercicio de la libertad en materia tan delicada como la salud. Las precauciones, del género que sean, son de la exclusiva incumbencia de la persona y corresponden in extenso a la dignidad del individuo. A mayor abundamiento no se olvide que a la Universidad asisten multitudes que por la pandemia pueden ser transmisores de la enfermedad, pudiendo crear un riesgo de enormes consecuencias. El rector ha hecho muy bien en tomar las medidas que ha tomado porque su responsabilidad es en el caso enorme. Y nada nada ni nadie puede obligarlo a otra cosa. Lo aconsejable, lo positivo y lo conveniente es aprovechar la virtualidad de la educación, a distancia y por medios electrónicos, imprimiéndole a la Universidad un nuevo aliento. Lo importante y trascendente es que la Universidad hable y que se la escuche, pero no en un terreno minado donde en cualquier momento puede estallar una bomba pandémica. Y poco conocimiento tiene de la misión de la Universidad, siempre amparada por el mandato constitucional de la autonomía, quien la ve como un campo de batalla con el enemigo pandémico siempre al frente. Yo no dudo ni un segundo que el rector haya meditado muy bien su decisión de continuar trabajando de manera híbrida para evitar contagios de convid-19, sobre todo a sabiendas de cómo se piensa en palacio. Y merece aplauso y apoyo en su esfuerzo de que la Universidad hable sin el posible sacrificio de algunos de sus hijos. La palabra universitaria no debe ser desviada o frenada por la virtualidad de la educación. Al contrario, ha de ser impulsada por ella. “Que no se pase” el Presidente y que en vez de desaliento nos de aliento en horas de gran reto, compromiso histórico y oportunidad de seguir creciendo en beneficio del país y no en “beneficio” de intereses ajenos, absolutamente ajenos, a lo que es México.


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL


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Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca



El rector de la UNAM, Doctor Enrique Graue Wiechers, informó que el regreso a clases programado para para el próximo 31 de enero se hará de manera “híbrida” para evitar contagios de covid-19, observando las medidas sanitarias y en especial el uso de cubrebocas que será obligatorio en los espacios cerrados de la Universidad. Además todas las tareas docentes de investigación y difusión de la cultura se llevarán a cabo en los términos que acuerden los respectivos consejos técnicos y el Consejo de Difusión Cultural. En contraste con lo anterior el Presidente de la República insiste en que las clases deben de ser presenciales porque nada las substituye, ya que son en realidad el segundo hogar de los alumnos. Y añadió con su lenguaje muy particular, refiriéndose a la Universidad: “Ya se pasaron”.

Ahora bien, la lógica más elemental indica que si uno se vacuna -profesores, alumnos, trabajadores- es porque hay el riesgo de contraer una enfermedad. La verdad es que la pandemia es una epidemia y que ante ella cualquier persona tiene el derecho de tomar las precauciones que considere necesarias o indispensables. Y máxime en tratándose de una institución como la Universidad, y no sólo por ser autónoma sino porque la salud de los estudiantes. profesores y trabajadores no es poca cosa en el espacio de la educación. Pretender obligar a lo contrario, presionando de cualquier manera, es impedir o querer impedir el ejercicio de la libertad en materia tan delicada como la salud. Las precauciones, del género que sean, son de la exclusiva incumbencia de la persona y corresponden in extenso a la dignidad del individuo. A mayor abundamiento no se olvide que a la Universidad asisten multitudes que por la pandemia pueden ser transmisores de la enfermedad, pudiendo crear un riesgo de enormes consecuencias. El rector ha hecho muy bien en tomar las medidas que ha tomado porque su responsabilidad es en el caso enorme. Y nada nada ni nadie puede obligarlo a otra cosa. Lo aconsejable, lo positivo y lo conveniente es aprovechar la virtualidad de la educación, a distancia y por medios electrónicos, imprimiéndole a la Universidad un nuevo aliento. Lo importante y trascendente es que la Universidad hable y que se la escuche, pero no en un terreno minado donde en cualquier momento puede estallar una bomba pandémica. Y poco conocimiento tiene de la misión de la Universidad, siempre amparada por el mandato constitucional de la autonomía, quien la ve como un campo de batalla con el enemigo pandémico siempre al frente. Yo no dudo ni un segundo que el rector haya meditado muy bien su decisión de continuar trabajando de manera híbrida para evitar contagios de convid-19, sobre todo a sabiendas de cómo se piensa en palacio. Y merece aplauso y apoyo en su esfuerzo de que la Universidad hable sin el posible sacrificio de algunos de sus hijos. La palabra universitaria no debe ser desviada o frenada por la virtualidad de la educación. Al contrario, ha de ser impulsada por ella. “Que no se pase” el Presidente y que en vez de desaliento nos de aliento en horas de gran reto, compromiso histórico y oportunidad de seguir creciendo en beneficio del país y no en “beneficio” de intereses ajenos, absolutamente ajenos, a lo que es México.


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

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