/ viernes 24 de diciembre de 2021

Por una navidad más justa para todos 

Por Armando Van Rankin

En las fiestas de fin de año solemos reflexionar sobre cómo unirnos más a las personas que queremos y cómo podemos ser más generosos con ellas. Una forma tradicional de demostrar nuestro afecto son los regalos. Sin embargo, el consumismo en exceso que se registra en estas fechas es un potencializador de prácticas de esclavitud moderna que están implicadas directa o indirectamente en las cadenas de valor de los productos que compramos. Evidentemente, las poblaciones más privilegiadas son las que más consumen y las que más propician estos ciclos de explotación que se entienden a partir de una división global del trabajo.

Existe la creencia generalizada de que la esclavitud está abolida y de que se trata de un asunto histórico, aberrante y que quedó atrás. No obstante, según la Organización Mundial del Trabajo, en la actualidad existen alrededor de 27 millones de personas que están sometidas a trabajos forzados: una cifra récord en la historia humana y que contempla niños, niñas, migrantes, refugiados. La demanda de un sinfín de productos que solemos comprar en esta época del año genera mucha riqueza para grandes corporaciones trasnacionales que, para maximizar las ganancias y minimizar los gastos, recurren a cadenas de valor sustentadas en formas de esclavitud moderna.

Por ejemplo, las marcas de “fast fashion” requieren del trabajo infantil de países como Egipto, India, Bangladesh, China y Tailandia en prácticamente todas las etapas de la industria: desde la producción de semillas de algodón, la cosecha del mismo, hasta las fábricas de confección. Otros productos que involucran explotación y formas de trabajo forzado es la industria del chocolate, producción de teléfonos celulares, maquillaje, joyería, entre otras.

Como consumidores estamos en contacto involuntario con la esclavitud moderna para adquirir toda clase de bienes. Los cambios contundentes sobre este tema no vendrán, principalmente, de las acciones individuales, sino de la toma de decisiones de los gobiernos y las empresas trasnacionales que son quienes cuentan con la capacidad y responsabilidad de redireccionar la economía política global. Sin embargo, es importante darnos agencia y que a partir de esta navidad nos preguntemos: ¿cuál es el orígen de todo lo que compramos?

Desde la comodidad de nuestro celular, podemos averiguar qué marcas que nos gustan están vinculadas con la explotación infantil, trabajo forzado y/o la esclavitud moderna. Hagamos hoy conciencia que para que todos tengamos una navidad más feliz, tiene que ser más justa y una acción para contribuir a este cambio es comprando responsablemente.


¡Feliz navidad, queridos lectores!

Por Armando Van Rankin

En las fiestas de fin de año solemos reflexionar sobre cómo unirnos más a las personas que queremos y cómo podemos ser más generosos con ellas. Una forma tradicional de demostrar nuestro afecto son los regalos. Sin embargo, el consumismo en exceso que se registra en estas fechas es un potencializador de prácticas de esclavitud moderna que están implicadas directa o indirectamente en las cadenas de valor de los productos que compramos. Evidentemente, las poblaciones más privilegiadas son las que más consumen y las que más propician estos ciclos de explotación que se entienden a partir de una división global del trabajo.

Existe la creencia generalizada de que la esclavitud está abolida y de que se trata de un asunto histórico, aberrante y que quedó atrás. No obstante, según la Organización Mundial del Trabajo, en la actualidad existen alrededor de 27 millones de personas que están sometidas a trabajos forzados: una cifra récord en la historia humana y que contempla niños, niñas, migrantes, refugiados. La demanda de un sinfín de productos que solemos comprar en esta época del año genera mucha riqueza para grandes corporaciones trasnacionales que, para maximizar las ganancias y minimizar los gastos, recurren a cadenas de valor sustentadas en formas de esclavitud moderna.

Por ejemplo, las marcas de “fast fashion” requieren del trabajo infantil de países como Egipto, India, Bangladesh, China y Tailandia en prácticamente todas las etapas de la industria: desde la producción de semillas de algodón, la cosecha del mismo, hasta las fábricas de confección. Otros productos que involucran explotación y formas de trabajo forzado es la industria del chocolate, producción de teléfonos celulares, maquillaje, joyería, entre otras.

Como consumidores estamos en contacto involuntario con la esclavitud moderna para adquirir toda clase de bienes. Los cambios contundentes sobre este tema no vendrán, principalmente, de las acciones individuales, sino de la toma de decisiones de los gobiernos y las empresas trasnacionales que son quienes cuentan con la capacidad y responsabilidad de redireccionar la economía política global. Sin embargo, es importante darnos agencia y que a partir de esta navidad nos preguntemos: ¿cuál es el orígen de todo lo que compramos?

Desde la comodidad de nuestro celular, podemos averiguar qué marcas que nos gustan están vinculadas con la explotación infantil, trabajo forzado y/o la esclavitud moderna. Hagamos hoy conciencia que para que todos tengamos una navidad más feliz, tiene que ser más justa y una acción para contribuir a este cambio es comprando responsablemente.


¡Feliz navidad, queridos lectores!