/ sábado 5 de diciembre de 2020

¡Por unas botellas!


La indignación fue enorme. El homicidio de Baptiste Jacques Daniel Lormand y su socio, Luis Orozco, conmocionó al sector restaurantero de Polanco, la zona “exclusiva”, de la Ciudad de México. Lormand era propietario de un conocido local.

Un homicidio más, sin pies ni cabeza, a cargo de unos desalmados que los ultimaron a golpes. Por enésima ocasión, le quitan la vida a dos personas, al parecer –de acuerdo a las investigaciones-, por robarles unas botellas de licores de alto precio.

Los engañaron con el cuento de que se las iban a comprar y el francomexicano y su socio se dirigieron al lugar donde hallaron la muerte. Así lo dijo el Secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, que se supone un policía altamente calificado y que, cuando menos en sus declaraciones se comporta como alguien que inspira confianza.

Con rapidez detuvieron al presunto autor material, individuo con un expediente de varias entradas y salidas de prisión, por diversos delitos, al que ya se investigaba por robos similares al que sufrieron los occisos.

En cuanto se supo de la desaparición de Baptiste me llamaron algunos conocidos, horrorizados de pensar que se trataba de un secuestro, aunque se inclinaban por alguna extorsión. Insistían en que, el “cobro de piso”, a cargo de bandas de sátrapas, está a la orden del día en esa zona y que pocos se salvan de tener que estarles pagando a estos criminales.

Una vez que aparecieron los cuerpos sin vida, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, se reunió con los empresarios de Polanco. Insistió en que ninguno se quejó o denunció el mentado cobro de piso y que, por el contrario, no existe en ese perímetro.

Calladita se habría visto más bonita. En vista de la falta de respuesta de las autoridades, los propietarios de los negocios, atenazados por el miedo, prefieren no denunciar. Conocen, como todos los mexicanos, los tamaños de la impunidad de la delincuencia. Cuando llegan a detener a alguien, no falta juez que lo deje en libertad y por algo se habla de la “puerta giratoria” de los juzgados que, a raíz de la Reforma les facilita quedar libres.

Denunciar implica altos costos en tiempo y abogados, para que al final, el que queda al descubierto es el denunciante, a quien le puede caer la venganza de los malandros. De aquí que se opte por pagar el precio de la falsa “protección” de individuos sin escrúpulos, que son capaces de matar a golpes, por unas botellas.

La crisis económica por la pandemia, si alguien ha afectado es a los restaurantes. Un alto porcentaje ha tenido que cerrar en forma permanente. Otro, intenta sobreponerse con las limitaciones que impone el coronavirus y que obligan a despedir a gran parte del personal y a reducir los gastos al mínimo.

En el intento por sobrevivir se diversifican y, como en el caso del señor Lombard se buscan ventas externas al giro comercial. En la lucha por conseguir la chuleta se despierta la creatividad y se hace lo imposible por salir adelante.

Mientras, la inseguridad no para y nos envuelve con sus redes asfixiantes, de las que no podemos escapar. Y nos dicen, desde Palacio, que estamos muy bien y que la crisis se acaba a la vuelta de la esquina. Que los delitos van a la baja y sólo ha subido el de homicidio doloso.

Deberíamos sentirnos agraviados de que nos den atole con el dedo. La República se llena de viudas, de huérfanos, en tanto desde las mañaneras cacallaquean que ya somos como ¡Dinamarca!

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq



La indignación fue enorme. El homicidio de Baptiste Jacques Daniel Lormand y su socio, Luis Orozco, conmocionó al sector restaurantero de Polanco, la zona “exclusiva”, de la Ciudad de México. Lormand era propietario de un conocido local.

Un homicidio más, sin pies ni cabeza, a cargo de unos desalmados que los ultimaron a golpes. Por enésima ocasión, le quitan la vida a dos personas, al parecer –de acuerdo a las investigaciones-, por robarles unas botellas de licores de alto precio.

Los engañaron con el cuento de que se las iban a comprar y el francomexicano y su socio se dirigieron al lugar donde hallaron la muerte. Así lo dijo el Secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, que se supone un policía altamente calificado y que, cuando menos en sus declaraciones se comporta como alguien que inspira confianza.

Con rapidez detuvieron al presunto autor material, individuo con un expediente de varias entradas y salidas de prisión, por diversos delitos, al que ya se investigaba por robos similares al que sufrieron los occisos.

En cuanto se supo de la desaparición de Baptiste me llamaron algunos conocidos, horrorizados de pensar que se trataba de un secuestro, aunque se inclinaban por alguna extorsión. Insistían en que, el “cobro de piso”, a cargo de bandas de sátrapas, está a la orden del día en esa zona y que pocos se salvan de tener que estarles pagando a estos criminales.

Una vez que aparecieron los cuerpos sin vida, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, se reunió con los empresarios de Polanco. Insistió en que ninguno se quejó o denunció el mentado cobro de piso y que, por el contrario, no existe en ese perímetro.

Calladita se habría visto más bonita. En vista de la falta de respuesta de las autoridades, los propietarios de los negocios, atenazados por el miedo, prefieren no denunciar. Conocen, como todos los mexicanos, los tamaños de la impunidad de la delincuencia. Cuando llegan a detener a alguien, no falta juez que lo deje en libertad y por algo se habla de la “puerta giratoria” de los juzgados que, a raíz de la Reforma les facilita quedar libres.

Denunciar implica altos costos en tiempo y abogados, para que al final, el que queda al descubierto es el denunciante, a quien le puede caer la venganza de los malandros. De aquí que se opte por pagar el precio de la falsa “protección” de individuos sin escrúpulos, que son capaces de matar a golpes, por unas botellas.

La crisis económica por la pandemia, si alguien ha afectado es a los restaurantes. Un alto porcentaje ha tenido que cerrar en forma permanente. Otro, intenta sobreponerse con las limitaciones que impone el coronavirus y que obligan a despedir a gran parte del personal y a reducir los gastos al mínimo.

En el intento por sobrevivir se diversifican y, como en el caso del señor Lombard se buscan ventas externas al giro comercial. En la lucha por conseguir la chuleta se despierta la creatividad y se hace lo imposible por salir adelante.

Mientras, la inseguridad no para y nos envuelve con sus redes asfixiantes, de las que no podemos escapar. Y nos dicen, desde Palacio, que estamos muy bien y que la crisis se acaba a la vuelta de la esquina. Que los delitos van a la baja y sólo ha subido el de homicidio doloso.

Deberíamos sentirnos agraviados de que nos den atole con el dedo. La República se llena de viudas, de huérfanos, en tanto desde las mañaneras cacallaquean que ya somos como ¡Dinamarca!

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq