/ lunes 8 de noviembre de 2021

Presupuesto 2022: quien combate no debate ni concierta

México necesita hoy claras definiciones en materia legislativa, ante la proximidad de la discusión en el Pleno de la Cámara de Diputados del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2022.

Comencemos por señalar que tales definiciones no son posturas irreductibles sobre determinados temas, puntos del presupuesto o cualquier otra propuesta legislativa. Las primeras tienen el propósito de discernir las prioridades, las segundas de reafirmar orientaciones políticas.

Así pues, hay dos asuntos que debemos abordar con claras definiciones sobre el proyecto de Presupuesto: el primero es, como ya se dijo, la priorización del gasto; el segundo, la manera en que habrá de abordarse en la Cámara de Diputados.

Ambas reflexiones son trascendentales para el futuro de México. En primera instancia, señalaremos que la prioridad más alta en estos momentos en el país es la gente, a la que se ofende con obras de gran calado cuando miles de personas mueres diariamente, no solo a causa de una pandemia cuyo trágico impacto ya normalizamos, sino por la falta de medicinas y atención adecuada en el sistema nacional de salud, que ha sido abandonado a su suerte; cuando se ha dejado sin apoyo a las mujeres víctimas de violencia y a las familias sin posibilidades de apoyo por la cancelación de programas sociales y, para colmo, cuando se inhibe la acción social solidaria con medidas fiscales.

Ha crecido el número de pobres, la inseguridad e indudablemente el descontento de la gente. Esta realidad determina por sí sola la prioridad más alta, la que todos queremos ver imperar en el Presupuesto final.

La segunda en importancia es la federalización de los recursos. Un país en el que el representante de la federación, es decir, el gobierno federal, tiene mucho, y los integrantes de la federación, o sea los estados de la República y sus municipios, que son los que más aportan, tienen poco, está destinado necesariamente a incrementar sus masas de pobres. Es una fórmula matemática de pobreza.

Bajo estas dos vertientes, y todos los aspectos que implican, es que debe reformularse el proyecto de Presupuesto para 2022. Pero es el segundo aspecto bajo análisis el que lo hará posible: la manera en que habrá de abordarse, que no puede ser otra más que el debate amplio y abierto a toda la población, en primera instancia, y “real” en el Pleno de la Cámara de Diputados.

Un debate real es aquel que exime de su dinámica el combate. Debate y combate no son lo mismo, porque el que escucha en debate tiene la mente abierta al análisis, el que lo hace en combate solo está pensando en ganar.

En el debate se respeta la opinión del otro, en el combate se descalifica; el debate puede ir de la ecuanimidad a la vehemencia; el combate siempre se ubica en la exaltación avasallante.

El debate es apertura, el combate obcecación. Que no diga quien combate que debate, porque su intención será hacer pasar una imposición por una concertación, y a México eso hoy lo debilita.


México necesita hoy claras definiciones en materia legislativa, ante la proximidad de la discusión en el Pleno de la Cámara de Diputados del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2022.

Comencemos por señalar que tales definiciones no son posturas irreductibles sobre determinados temas, puntos del presupuesto o cualquier otra propuesta legislativa. Las primeras tienen el propósito de discernir las prioridades, las segundas de reafirmar orientaciones políticas.

Así pues, hay dos asuntos que debemos abordar con claras definiciones sobre el proyecto de Presupuesto: el primero es, como ya se dijo, la priorización del gasto; el segundo, la manera en que habrá de abordarse en la Cámara de Diputados.

Ambas reflexiones son trascendentales para el futuro de México. En primera instancia, señalaremos que la prioridad más alta en estos momentos en el país es la gente, a la que se ofende con obras de gran calado cuando miles de personas mueres diariamente, no solo a causa de una pandemia cuyo trágico impacto ya normalizamos, sino por la falta de medicinas y atención adecuada en el sistema nacional de salud, que ha sido abandonado a su suerte; cuando se ha dejado sin apoyo a las mujeres víctimas de violencia y a las familias sin posibilidades de apoyo por la cancelación de programas sociales y, para colmo, cuando se inhibe la acción social solidaria con medidas fiscales.

Ha crecido el número de pobres, la inseguridad e indudablemente el descontento de la gente. Esta realidad determina por sí sola la prioridad más alta, la que todos queremos ver imperar en el Presupuesto final.

La segunda en importancia es la federalización de los recursos. Un país en el que el representante de la federación, es decir, el gobierno federal, tiene mucho, y los integrantes de la federación, o sea los estados de la República y sus municipios, que son los que más aportan, tienen poco, está destinado necesariamente a incrementar sus masas de pobres. Es una fórmula matemática de pobreza.

Bajo estas dos vertientes, y todos los aspectos que implican, es que debe reformularse el proyecto de Presupuesto para 2022. Pero es el segundo aspecto bajo análisis el que lo hará posible: la manera en que habrá de abordarse, que no puede ser otra más que el debate amplio y abierto a toda la población, en primera instancia, y “real” en el Pleno de la Cámara de Diputados.

Un debate real es aquel que exime de su dinámica el combate. Debate y combate no son lo mismo, porque el que escucha en debate tiene la mente abierta al análisis, el que lo hace en combate solo está pensando en ganar.

En el debate se respeta la opinión del otro, en el combate se descalifica; el debate puede ir de la ecuanimidad a la vehemencia; el combate siempre se ubica en la exaltación avasallante.

El debate es apertura, el combate obcecación. Que no diga quien combate que debate, porque su intención será hacer pasar una imposición por una concertación, y a México eso hoy lo debilita.