Tras su toma de protesta, el primer acuerdo firmado por el presidente López Obrador, fue un instrumento de cooperación con Guatemala, Honduras y El Salvador, con el propósito de crear un Plan de Desarrollo Integral para atender el fenómeno migratorio que se ha suscitado en nuestra frontera sur y que, en últimas fechas, ha llamado la atención del mundo entero, a raíz de la denominada “Caravana Migrante”.
Atender este fenómeno representa una tarea titánica para el Estado Mexicano ya que no solo depende de las acciones que podamos emprender para ofrecer a nuestros hermanos centroamericanos un trato digno, sino de lo que hagan sus países de origen para modificar las causas que dan origen a la migración.
Estos tres países conforman el triángulo del norte y en su conjunto tienen grandes áreas de oportunidad, ya que son la novena economía de la región y ocupan el noveno sitio en exportaciones, sin embargo, en los últimos años han registrado un crecimiento económico bajo, el 57% de su población vive en pobreza y el 30% de los jóvenes de entre 14 y 25 años no estudian ni trabajan, aunado a que presenta graves niveles de violencia y de problemas sociales como el embarazo adolescente.
A México le tocará fortalecer su política exterior para garantizar un trato digno a los migrantes que buscan cruzar nuestro país para llegar a Estados Unidos, de manera particular a niñas, niños, mujeres, adultos mayores y personas con discapacidad.
No podemos cerrar las puertas del país a nuestros hermanos centroamericanos, hay profundos lazos históricos y culturales que nos unen a ellos, pero sobre todo, el trato que pedimos para los mexicanos que van a Estados Unidos en busca del llamado “sueño americano” debe ser el mismo que ofrezcamos a quienes vienen a nuestro país buscando mejores oportunidades para sus familias. Si bien las naciones tienen fronteras, la humanidad no puede poner límites a su solidaridad.