/ lunes 2 de septiembre de 2019

Primero de septiembre

El presidente Andrés Manuel López Obrador optó por una estrategia de comunicación que permitió conocer su estrategia desde el primer día: una agenda política y social que dejó a la economía en un segundo plano.

Ha utilizado las conferencias mañaneras como plataforma para resaltar las principales directrices de su gestión. Bajo dicho contexto, y el creado con la difusión de los spots de promoción del Primer Informe de Gobierno, era previsible la perspectiva bajo la cual abordaría los resultados alcanzados durante los primeros nueve meses de su administración. De inicio, se debe mencionar que la información disponible restringe lo que se puede decir y evaluar, la mayor parte de las cifras sólo llegan al mes de junio y en el mejor de los casos a julio.

Al mismo tiempo es evidente que, como en todos los sexenios, el mes de diciembre transcurrió bajo la inercia heredada. En este sentido, el informe de gobierno debió reconocer un aspecto esencial: la actual administración no fue la causante de la desaceleración industrial, no obstante, sí debe asumir que es necesario un cambio de fondo en el diseño de la política económica para revertir la recesión que se vive en el sector. El titular del Poder Ejecutivo lo mencionó correctamente hace unas semanas: ahora es su responsabilidad, el crecimiento económico es un pendiente y hay que darle vuelta a la página. De otra manera no habrá eficacia en la gestión pública. Fue un error estimar un crecimiento de 2% para el 2019: desde finales del 2018 era previsible que sería inferior. El 2% subestimó la afectación que causarían los programas de reordenamiento en las finanzas públicas y la austeridad aplicados, tanto en materia de inversión como la provocada con la salida de funcionarios, no políticos, de alto nivel. El costo de la curva de aprendizaje es elevado: el crecimiento económico del primer semestre fue de sólo 0.2%, y aún no toca fondo.

En julio, oficialmente se reportó una caída superior a 19% en los ingresos del sector público. Para el mismo mes, el IMSS tuvo un aumento marginal en el registro de empleo formal: implicó una pérdida neta de 70 mil empleos en los primeros ocho meses de gobierno.

La baja en la producción de automóviles y el débil comportamiento de las ventas de la ANTAD anticipan que el tercer trimestre del 2019 seguirá bajo la inercia de una desaceleración que se puede exacerbar por los problemas internacionales. Ha sido el precio de la inercia: privilegiar una estabilidad macroeconómica contable, es decir, que no tiene bases productivas.

Sólo un programa de política industrial pudo evitar el debilitamiento de la economía. No hay nada más democrático que generar empleo formal en empresas con mayor productividad. La austeridad aplicada frenó la parte de la corrupción heredada; ahora hace falta trabajar para que ello se traduzca en crecimiento económico. El presidente López Obrador tiene razón: el objetivo debe ser mayor desarrollo económico y social, pero para que ello sea posible se requiere de equidad y crecimiento, sin la combinación de ambas variables no existe desarrollo.

El día después del informe ha llegado, dentro de un año será necesario presentar resultados en lo que hoy es una asignatura pendiente: crecimiento y generación de empleo, de otra manera la Cuarta Transformación dependerá del gasto social para mitigar el mal desempeño de la economía. Justamente el error cometido por los gobiernos neoliberales.

El presidente Andrés Manuel López Obrador optó por una estrategia de comunicación que permitió conocer su estrategia desde el primer día: una agenda política y social que dejó a la economía en un segundo plano.

Ha utilizado las conferencias mañaneras como plataforma para resaltar las principales directrices de su gestión. Bajo dicho contexto, y el creado con la difusión de los spots de promoción del Primer Informe de Gobierno, era previsible la perspectiva bajo la cual abordaría los resultados alcanzados durante los primeros nueve meses de su administración. De inicio, se debe mencionar que la información disponible restringe lo que se puede decir y evaluar, la mayor parte de las cifras sólo llegan al mes de junio y en el mejor de los casos a julio.

Al mismo tiempo es evidente que, como en todos los sexenios, el mes de diciembre transcurrió bajo la inercia heredada. En este sentido, el informe de gobierno debió reconocer un aspecto esencial: la actual administración no fue la causante de la desaceleración industrial, no obstante, sí debe asumir que es necesario un cambio de fondo en el diseño de la política económica para revertir la recesión que se vive en el sector. El titular del Poder Ejecutivo lo mencionó correctamente hace unas semanas: ahora es su responsabilidad, el crecimiento económico es un pendiente y hay que darle vuelta a la página. De otra manera no habrá eficacia en la gestión pública. Fue un error estimar un crecimiento de 2% para el 2019: desde finales del 2018 era previsible que sería inferior. El 2% subestimó la afectación que causarían los programas de reordenamiento en las finanzas públicas y la austeridad aplicados, tanto en materia de inversión como la provocada con la salida de funcionarios, no políticos, de alto nivel. El costo de la curva de aprendizaje es elevado: el crecimiento económico del primer semestre fue de sólo 0.2%, y aún no toca fondo.

En julio, oficialmente se reportó una caída superior a 19% en los ingresos del sector público. Para el mismo mes, el IMSS tuvo un aumento marginal en el registro de empleo formal: implicó una pérdida neta de 70 mil empleos en los primeros ocho meses de gobierno.

La baja en la producción de automóviles y el débil comportamiento de las ventas de la ANTAD anticipan que el tercer trimestre del 2019 seguirá bajo la inercia de una desaceleración que se puede exacerbar por los problemas internacionales. Ha sido el precio de la inercia: privilegiar una estabilidad macroeconómica contable, es decir, que no tiene bases productivas.

Sólo un programa de política industrial pudo evitar el debilitamiento de la economía. No hay nada más democrático que generar empleo formal en empresas con mayor productividad. La austeridad aplicada frenó la parte de la corrupción heredada; ahora hace falta trabajar para que ello se traduzca en crecimiento económico. El presidente López Obrador tiene razón: el objetivo debe ser mayor desarrollo económico y social, pero para que ello sea posible se requiere de equidad y crecimiento, sin la combinación de ambas variables no existe desarrollo.

El día después del informe ha llegado, dentro de un año será necesario presentar resultados en lo que hoy es una asignatura pendiente: crecimiento y generación de empleo, de otra manera la Cuarta Transformación dependerá del gasto social para mitigar el mal desempeño de la economía. Justamente el error cometido por los gobiernos neoliberales.