/ jueves 27 de diciembre de 2018

Primero los pobres

VER

Esta es una frase recurrente de nuestro nuevo primer Mandatario. Y tiene razón. Sobre todo en este tiempo de Navidad, pues Dios, por un designio explícito de su voluntad, quiso nacer pobre y vivir austeramente, no ciertamente en la miseria. A quienes primero se manifestó fue a los pastores, una clase muy marginada. Escogió a sus apóstoles entre gente no rica. Esperamos que esa frase de nuestro Presidente no sea pura demagogia y que le alcancen los recursos para cumplir lo prometido en su campaña, pues el dinero no depende de un decreto presidencial, sino de múltiples factores económicos globales. Como no nació entre algodones, sino que procede de una familia sencilla, comprende las angustias de los pobres, y por ello apoyamos plenamente la prioridad que se ha comprometido a darles.

Por esta misma razón, es justificable su lucha por reducir los enormes sueldos que varios servidores públicos reciben, y que el pueblo debe pagar. ¡Qué bueno que se aumente algo el sueldo mínimo a poco más de cien pesos diarios, unos seis dólares! Desde luego que esto es lo mínimo-mínimo, sabiendo que muchos ni eso reciben, pero esto es incomparable con los ciento ocho mil pesos mensuales, unos cinco mil trescientos dólares, que recibe el mismo Presidente, y que es la cuota máxima que se intenta legislar para funcionarios. Se queda uno escandalizado con quienes ganan lo triple, lo cuádruple, o más, y que sale del erario público. ¿Qué harán con tanto dinero? Derrocharlo, acumular, gastar en lujos y vanidades, en total contraste con tanta gente que lucha por sobrevivir.

Los obispos y sacerdotes, por vocación, por nuestra identificación sacramental con Cristo pobre, no por restricciones legales y fiscales, estamos comprometidos a una vida sencilla y austera, sin lujos y excentricidades. Nuestra meta no es hacernos ricos, sino vivir sólo con dignidad, dispuestos a compartir las limitaciones de una buena parte de nuestro pueblo. Yo doy testimonio, no sólo por lo que viví en Chiapas, sino también en mis diferentes servicios en mi diócesis de origen, Toluca, de que es muy satisfactorio compartir la suerte de nuestra gente. Cuando el pueblo nos percibe sin pretensiones de grandezas económicas, nos obsequian más de lo que necesitamos. Vivir la pobreza por convicción, es una plenitud.

PENSAR

Los obispos mexicanos, en nuestro Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, decimos al respecto: “Como Obispos, vemos con inquietud que nuestro Pueblo reclama un mayor acompañamiento espiritual y un especial coraje profético frente a las circunstancias actuales, basado en el testimonio humilde, la vida sencilla y la cercanía habitual al Pueblo de Dios” (68).

“Con firme convicción afirmamos que nuestra vocación de ser una Iglesia pobre y para los pobres, significa en el momento presente estar siempre disponibles, desde la austeridad de nuestros recursos, para servir y manifestar su solidaridad a los más necesitados” (150).

En la opción de ser Una Iglesia compasiva y testigo de la redención, nos comprometimos a “realizar con efectividad y creatividad, en diferentes ámbitos eclesiales, el compromiso de hacer una Iglesia pobre para los pobres” (186).

ACTUAR

Siempre, sobre todo en este tiempo de Navidad y Año Nuevo, evitemos derroches escandalosos. Si tenemos algo más de lo que estrictamente necesitamos, sepamos compartir con quienes tienen poco o nada. Y si el ejemplo de Cristo nos llega más al corazón, seamos generosos para desprendernos incluso de lo que nosotros necesitaríamos, para que otros gocen un poco de esperanza y consuelo.

Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

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Esta es una frase recurrente de nuestro nuevo primer Mandatario. Y tiene razón. Sobre todo en este tiempo de Navidad, pues Dios, por un designio explícito de su voluntad, quiso nacer pobre y vivir austeramente, no ciertamente en la miseria. A quienes primero se manifestó fue a los pastores, una clase muy marginada. Escogió a sus apóstoles entre gente no rica. Esperamos que esa frase de nuestro Presidente no sea pura demagogia y que le alcancen los recursos para cumplir lo prometido en su campaña, pues el dinero no depende de un decreto presidencial, sino de múltiples factores económicos globales. Como no nació entre algodones, sino que procede de una familia sencilla, comprende las angustias de los pobres, y por ello apoyamos plenamente la prioridad que se ha comprometido a darles.

Por esta misma razón, es justificable su lucha por reducir los enormes sueldos que varios servidores públicos reciben, y que el pueblo debe pagar. ¡Qué bueno que se aumente algo el sueldo mínimo a poco más de cien pesos diarios, unos seis dólares! Desde luego que esto es lo mínimo-mínimo, sabiendo que muchos ni eso reciben, pero esto es incomparable con los ciento ocho mil pesos mensuales, unos cinco mil trescientos dólares, que recibe el mismo Presidente, y que es la cuota máxima que se intenta legislar para funcionarios. Se queda uno escandalizado con quienes ganan lo triple, lo cuádruple, o más, y que sale del erario público. ¿Qué harán con tanto dinero? Derrocharlo, acumular, gastar en lujos y vanidades, en total contraste con tanta gente que lucha por sobrevivir.

Los obispos y sacerdotes, por vocación, por nuestra identificación sacramental con Cristo pobre, no por restricciones legales y fiscales, estamos comprometidos a una vida sencilla y austera, sin lujos y excentricidades. Nuestra meta no es hacernos ricos, sino vivir sólo con dignidad, dispuestos a compartir las limitaciones de una buena parte de nuestro pueblo. Yo doy testimonio, no sólo por lo que viví en Chiapas, sino también en mis diferentes servicios en mi diócesis de origen, Toluca, de que es muy satisfactorio compartir la suerte de nuestra gente. Cuando el pueblo nos percibe sin pretensiones de grandezas económicas, nos obsequian más de lo que necesitamos. Vivir la pobreza por convicción, es una plenitud.

PENSAR

Los obispos mexicanos, en nuestro Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, decimos al respecto: “Como Obispos, vemos con inquietud que nuestro Pueblo reclama un mayor acompañamiento espiritual y un especial coraje profético frente a las circunstancias actuales, basado en el testimonio humilde, la vida sencilla y la cercanía habitual al Pueblo de Dios” (68).

“Con firme convicción afirmamos que nuestra vocación de ser una Iglesia pobre y para los pobres, significa en el momento presente estar siempre disponibles, desde la austeridad de nuestros recursos, para servir y manifestar su solidaridad a los más necesitados” (150).

En la opción de ser Una Iglesia compasiva y testigo de la redención, nos comprometimos a “realizar con efectividad y creatividad, en diferentes ámbitos eclesiales, el compromiso de hacer una Iglesia pobre para los pobres” (186).

ACTUAR

Siempre, sobre todo en este tiempo de Navidad y Año Nuevo, evitemos derroches escandalosos. Si tenemos algo más de lo que estrictamente necesitamos, sepamos compartir con quienes tienen poco o nada. Y si el ejemplo de Cristo nos llega más al corazón, seamos generosos para desprendernos incluso de lo que nosotros necesitaríamos, para que otros gocen un poco de esperanza y consuelo.

Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

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