/ jueves 24 de mayo de 2018

Propuestas e insultos

No fue el segundo debate ni remotamente lo que se esperaba. ¿Estuvieron presentes representantes del pueblo? En un número no representativo. ¿Y qué es eso de que los moderadores Yuriria Sierra y León Krause limitaran, incluso groseramente, el tiempo de los candidatos, cortando el curso de sus ideas y diciéndoles que guardaran el tiempo sobrante, si fuese el caso, como si se tratara de dinero o monedas de cambio? Aparte de preguntas de los moderadores con todo el toque de un reto, de una provocación, de una indirecta, de una pica en plaza de toros. El segundo debate careció como el primero de espontaneidad, de naturalidad. Fue como si los presidenciables representaran un papel, actuándolo cada quien a su modo y estilo. ¿Y los insultos? Anaya, acompañado de una risa sardónica más que burlona, con los músculos contraídos después de espetarle a López Obrador su pregunta, demostró a mi juicio que sus argumentos dependen de la ironía tosca y no de la meditación serena. Y todos, todos cayeron en lo mismo cada cual a su manera. Las preguntas que el INE preparó para que se formularan en el debate carecieron del detalle, de la minuciosidad que reclama una buena argumentación; pues la pregunta debe dar pie para argumentar. Es un punto de partida y no de llegada con un fin perverso.

Ahora bien, el segundo debate nos ha dejado la sensación de que no se recurre al pueblo sino al espectáculo preparado, maquillado según y conforme. Grandes dudas del elector no se han resuelto. Por ejemplo, ¿si triunfa López Obrador inclinará la balanza de la gobernabilidad hasta el extremo de una izquierda exterminadora de la libertad, con tufo de comunismo trasnochado? ¿Si triunfa Anaya disfrazará su alta burguesía plagada de millones de pesos con una solidaridad con la pobreza? ¿Y si triunfa Meade será capaz de ser independiente, autónomo, desligado radicalmente de la influencia de Peña Nieto y de la oligarquía del PRI? Porque PAN y PRI son hoy por hoy un remedo macilento de lo que fueron. Y siendo la violencia, la inseguridad, la corrupción, la migración maltratada, la desigualdad económica y la crisis educativa con su consecuente derrumbe de valores, asuntos que determinan la preocupación e ira del pueblo, es también de vital importancia lo que Daniel Cosío Villegas llamó el estilo personal de gobernar. No nos van a gobernar semidioses o superdotados, aunque alcen y mal engolen la voz con pretensiones ridículas de oradores (de lo que no saben absolutamente nada).

Y las grandes preguntas que preocupan al pueblo quedaron en el tintero, hundidas en el fondo lodoso de un espectáculo montado para “entretener políticamente”. Otra vez se cortó la espontaneidad de los presidenciables. ¿Quién ganará? Aumentan las indecisiones, las dudas y las especulaciones. Hay algo que lo que habló Luigi Ferrajoli, creo que en Democracia Autoritaria y Capitalismo Duro, y que es el voto por apatía, o sea, por cansancio, “por no dejar de votar”. Es en realidad un voto por indiferencia, por “me da igual quién gobierne”. Voto que se da cuando no hay relación entre la palabra del aspirante y el elector, cuando esa vía de comunicación se ha quebrado y la inercia política le abre espacio a la resignación. Terrible porque ese es el caldo de cultivo de las perturbaciones sociales que tarde o temprano se vuelven violencia, inseguridad, corrupción, delito y guerra. ¿Exagero? Ese es el personaje oculto, siniestro, que se movió entretelones del segundo debate.

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Y Facebook: www.facebook.com/despacho.raulcarranca

No fue el segundo debate ni remotamente lo que se esperaba. ¿Estuvieron presentes representantes del pueblo? En un número no representativo. ¿Y qué es eso de que los moderadores Yuriria Sierra y León Krause limitaran, incluso groseramente, el tiempo de los candidatos, cortando el curso de sus ideas y diciéndoles que guardaran el tiempo sobrante, si fuese el caso, como si se tratara de dinero o monedas de cambio? Aparte de preguntas de los moderadores con todo el toque de un reto, de una provocación, de una indirecta, de una pica en plaza de toros. El segundo debate careció como el primero de espontaneidad, de naturalidad. Fue como si los presidenciables representaran un papel, actuándolo cada quien a su modo y estilo. ¿Y los insultos? Anaya, acompañado de una risa sardónica más que burlona, con los músculos contraídos después de espetarle a López Obrador su pregunta, demostró a mi juicio que sus argumentos dependen de la ironía tosca y no de la meditación serena. Y todos, todos cayeron en lo mismo cada cual a su manera. Las preguntas que el INE preparó para que se formularan en el debate carecieron del detalle, de la minuciosidad que reclama una buena argumentación; pues la pregunta debe dar pie para argumentar. Es un punto de partida y no de llegada con un fin perverso.

Ahora bien, el segundo debate nos ha dejado la sensación de que no se recurre al pueblo sino al espectáculo preparado, maquillado según y conforme. Grandes dudas del elector no se han resuelto. Por ejemplo, ¿si triunfa López Obrador inclinará la balanza de la gobernabilidad hasta el extremo de una izquierda exterminadora de la libertad, con tufo de comunismo trasnochado? ¿Si triunfa Anaya disfrazará su alta burguesía plagada de millones de pesos con una solidaridad con la pobreza? ¿Y si triunfa Meade será capaz de ser independiente, autónomo, desligado radicalmente de la influencia de Peña Nieto y de la oligarquía del PRI? Porque PAN y PRI son hoy por hoy un remedo macilento de lo que fueron. Y siendo la violencia, la inseguridad, la corrupción, la migración maltratada, la desigualdad económica y la crisis educativa con su consecuente derrumbe de valores, asuntos que determinan la preocupación e ira del pueblo, es también de vital importancia lo que Daniel Cosío Villegas llamó el estilo personal de gobernar. No nos van a gobernar semidioses o superdotados, aunque alcen y mal engolen la voz con pretensiones ridículas de oradores (de lo que no saben absolutamente nada).

Y las grandes preguntas que preocupan al pueblo quedaron en el tintero, hundidas en el fondo lodoso de un espectáculo montado para “entretener políticamente”. Otra vez se cortó la espontaneidad de los presidenciables. ¿Quién ganará? Aumentan las indecisiones, las dudas y las especulaciones. Hay algo que lo que habló Luigi Ferrajoli, creo que en Democracia Autoritaria y Capitalismo Duro, y que es el voto por apatía, o sea, por cansancio, “por no dejar de votar”. Es en realidad un voto por indiferencia, por “me da igual quién gobierne”. Voto que se da cuando no hay relación entre la palabra del aspirante y el elector, cuando esa vía de comunicación se ha quebrado y la inercia política le abre espacio a la resignación. Terrible porque ese es el caldo de cultivo de las perturbaciones sociales que tarde o temprano se vuelven violencia, inseguridad, corrupción, delito y guerra. ¿Exagero? Ese es el personaje oculto, siniestro, que se movió entretelones del segundo debate.

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