Por: Mario Arroyo Juárez
2020 fue un año catastrófico, no sólo por la pandemia y sus estragos diferenciados en cada país, sino por que diversas amenazas a la seguridad se transformaron en riesgos que materializados dejaron altas tasas de mortalidad y victimización. En México el año cerró con una tasa de homicidios de 29 por cada cien mil habitantes, cifra que rebaso por primera vez en tres décadas la tasa de homicidios de Colombia.
Ningún actor estaba preparado para hacer frente a la crisis del 2020, sin embargo, en 2021 debemos estarlo. El mundo cambio, hay que asimilarlo y actuar en consecuencia. En el ámbito de la seguridad, un primer paso es usar métodos prospectivos amplios y dinámicos para categorizar las amenazas, en primera instancia a la seguridad nacional. Un enfoque de utilidad es el aplicado por el Quadrennial Defense Review, un documento del Departamento de Defensa de los EUA que anticipa los escenarios de guerra, conflictos y crisis en 25 años, para orientar políticas, acciones, recursos y presupuestos para enfrentar ese futuro.
Aplicando esta metodología a México, podemos construir un modelo con cuatro categorías de amenazas para enfrentar el futuro adverso: 1) Amenazas tradicionales. Aquellas que son herencia del siglo XX y siguen vigentes: grupos armados, delincuencia organizada, terrorismo, transición y reforma del Estado, movimientos sociales, seguridad internacional, seguridad pública, militarismo, conflictos territoriales, proliferación de armas, corrupción, pobreza, exclusión social y desastres naturales.
2)Amenazas catastróficas. Caracterizadas por que sus afectaciones trascienden generaciones, en ellas se encuentran las consecuencias de la globalización, comercio inequitativo, apertura comercial indiscriminada, destrucción de la planta productiva, crisis financiera, crisis energética, pandemias, desastres ecológicos, desastre nuclear, crisis alimentaria, deportaciones masivas o declive masivo del turismo. 3) Amenazas irregulares: Derivadas de entidades sin geografía y sin identidad, a las que se suman coporaciones transnacionales, monopolios, delincuencia organizada transnacional, terrorismo internacional, otros actores no estatales y ataques cibernéticos.
Por último, están las 4) Amenazas desconocidas. Llamadas así, no porque sean irreconocibles, sino porque aún se desconoce su magnitud e impacto: migración, nuevas enfermedades y cambio climático. Para enfrentar estas amenazas y evitar que se transformen en riesgos la gran pregunta es: ¿Está México preparado? La respuesta es no. Tan sólo una de las variables para incorporar a este tablero estratégico es el número de personas integrantes del Estado de Fuerza: 163 mil Militares, 100 mil Guardias nacionales y 53 mil en la Marina, sólo 316 mil personas en el estado de fuerza Federal y 255 mil en el estado de fuerza local (Policías Estatales y Municipales).
Por lo tanto, quien viva, trabaje o transite los caminos de México deberá avanzar y prepararse en 2021 con al menos ocho acciones: 1. Hacer Planeación prospectiva. Ya no es una opción sino una obligación dado que las amenazas globales hoy tienen impactos locales. 2. Establecer un Sistema de información Oportuna, que permitan la verificación y la minería de datos. 3. Contar con un sistema robusto de comunicaciones de misión crítica y seguridad en las tecnologías de información. 4) Realizar análisis de riesgos en función de tendencias y sector. 5. Fortalecimiento de capacidades (humanas, tecnológicas y financieras). 6) Adoptar un enfoque de seguridad integral. Hay que proteger personas y bienes, información, infraestructura, procesos, logística reputación. 7) Sumarse a la Industria 4.0 y adoptar los nuevos habilitadores tecnológicos en los procesos y toma de decisiones (IoT, Big Data, IA, Machine Learning... etc.). 8. Construir una cultura de la seguridad, dando un rol central a la educación y formación de recursos humanos. Debemos entender que la seguridad no es un punto de destino, sino un medio que permite alcanzar las metas y objetivos de una Nación.
Integrante del CASEDE y Cordinador de la Maestría en Administración de la Seguridad de la UDLAP Jenkins Graduate School.