/ domingo 13 de septiembre de 2020

Protestas sociales. Negociación política

Es bien sabido, tanto en las obras de Ciencias Sociales, como en la cobertura cotidiana de los medios de comunicación, convencionales y digitales, que en la misma proporción del crecimiento de la población y las zonas urbanas, es el nivel e intensidad de los conflictos. La diversidad de causas que motivan las tensiones en los sistemas sociales, también se van incrementado en la medida en que los recursos de todo tipo, disponibles para sustentar la convivencia, son escasos y también se agitan.

Pueden ser por el acceso agua, como en los dramáticos acontecimientos de Chihuahua, recursos fiscales, fuentes de empleo, protestas de género, entre otras muchas causas. Como lo plantean Antonio Negri y Michael Hardt, en su libro más recientemente publicado en español, Asamblea (Akal, Madrid), las características de las sociedades contemporánea, de forma natural tienden al conflicto, la cuestión es contar con los procedimientos para establecer sólidas plataformas de negociación. Es muy interesante observar que a diferencia de anteriores casos, hoy día, la movilizaciones y sus convocatoria, no cuentan con lideres o guía visibles.

Sean el caso de los chalecos amarillos en París, o la serie de protestas animadas por la discriminación a las mujeres, lo cierto es que no hay una estructura, organización personalizada ni tampoco una nítida percepción respecto de los objetivos. De allí, que eventos como los que se viven en nuestro país, como la toma de la oficinas e instalaciones en la Ciudad de México, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, no responden a los convencionalismos de las protestas de antaño. Esto desde luego que exige un tratamiento diferente por parte de las autoridades y de los medios de comunicación.

Es decir, que las tensiones y movimientos sociales de estos años, de ninguna manera pueden ser clasificados ni abordados, como los tradicionales; esto implica un grave riesgo de incremento en la generalización y desconocimiento de las causas/objetivos de las protestas. Las autoridades deben comprender que se tratan de nuevos procedimientos, formas de comunicación y convocatoria, pues de lo contrario no tendrán manera establecer bases para el acercamiento y entendimiento para procesar los conflictos.

En una época, a cada proceso postelectoral en México, se le veía como “decisivo” y que en un momento dado podría generar desestabilización y conflictos. Era en sí, un “asunto de Seguridad Nacional”. Pasados los años, esto ya no es así, como tampoco puede suponerse que las protestas sociales hoy ponen en riesgo la estabilidad. Esto sólo puede suceder, si de parte de las autoridades, persisten los esquemas y estereotipos, así como las descalificaciones, que en nada contribuyen a normalizar la situación.

En México, en medio de los importantes cambios en los estilos de ejercer los liderazgos, de forma destacada, la Presidencia de la República, debe en consecuencia, asumir esos ajustes como hoja de ruta. Todos van a ganar.


javierolivaposada@gmail.com

@JOPso

Es bien sabido, tanto en las obras de Ciencias Sociales, como en la cobertura cotidiana de los medios de comunicación, convencionales y digitales, que en la misma proporción del crecimiento de la población y las zonas urbanas, es el nivel e intensidad de los conflictos. La diversidad de causas que motivan las tensiones en los sistemas sociales, también se van incrementado en la medida en que los recursos de todo tipo, disponibles para sustentar la convivencia, son escasos y también se agitan.

Pueden ser por el acceso agua, como en los dramáticos acontecimientos de Chihuahua, recursos fiscales, fuentes de empleo, protestas de género, entre otras muchas causas. Como lo plantean Antonio Negri y Michael Hardt, en su libro más recientemente publicado en español, Asamblea (Akal, Madrid), las características de las sociedades contemporánea, de forma natural tienden al conflicto, la cuestión es contar con los procedimientos para establecer sólidas plataformas de negociación. Es muy interesante observar que a diferencia de anteriores casos, hoy día, la movilizaciones y sus convocatoria, no cuentan con lideres o guía visibles.

Sean el caso de los chalecos amarillos en París, o la serie de protestas animadas por la discriminación a las mujeres, lo cierto es que no hay una estructura, organización personalizada ni tampoco una nítida percepción respecto de los objetivos. De allí, que eventos como los que se viven en nuestro país, como la toma de la oficinas e instalaciones en la Ciudad de México, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, no responden a los convencionalismos de las protestas de antaño. Esto desde luego que exige un tratamiento diferente por parte de las autoridades y de los medios de comunicación.

Es decir, que las tensiones y movimientos sociales de estos años, de ninguna manera pueden ser clasificados ni abordados, como los tradicionales; esto implica un grave riesgo de incremento en la generalización y desconocimiento de las causas/objetivos de las protestas. Las autoridades deben comprender que se tratan de nuevos procedimientos, formas de comunicación y convocatoria, pues de lo contrario no tendrán manera establecer bases para el acercamiento y entendimiento para procesar los conflictos.

En una época, a cada proceso postelectoral en México, se le veía como “decisivo” y que en un momento dado podría generar desestabilización y conflictos. Era en sí, un “asunto de Seguridad Nacional”. Pasados los años, esto ya no es así, como tampoco puede suponerse que las protestas sociales hoy ponen en riesgo la estabilidad. Esto sólo puede suceder, si de parte de las autoridades, persisten los esquemas y estereotipos, así como las descalificaciones, que en nada contribuyen a normalizar la situación.

En México, en medio de los importantes cambios en los estilos de ejercer los liderazgos, de forma destacada, la Presidencia de la República, debe en consecuencia, asumir esos ajustes como hoja de ruta. Todos van a ganar.


javierolivaposada@gmail.com

@JOPso