/ viernes 23 de septiembre de 2022

¿Puede AMLO llamar a la Paz? 

En 1975, yo era un joven al que le gustaba enterarse de la política del país, que leía y escuchaba todo que sucedía en ese entorno. Ponía particular atención a los discursos de Luis Echeverría en ese entonces presidente de México, su propuesta central era La Carta de los Derechos y los Deberes Económicos de los Estados. Confieso que, en esos extensos discursos, me costaba trabajo encontrar un proyecto viable. Eran peroratas llenas de frases comunes, ingenuas y demagógicas. Llegué a pensar que me encontraba en un nivel limitado de información y eso era lo que me impedía que entendiera las grandilocuentes palabras del presidente, pues si él las pronunciaba, debían estar llenas de sabiduría.

Me imagino que hoy en día es lo mismo que les sucede a muchos compatriotas, que no alcanzan a entender lo que dice y hace AMLO pero que consideran que por provenir de él deben de tener algún profundo significado y propósito.

Al paso del tiempo y cuándo dejó de sonar el discurso cotidiano de Luis Echeverría, pude evaluar con mayor distancia y objetividad lo que sus propuestas significaron. Hoy sabemos que fue un gobierno populista, qué abusó de la buena fe del pueblo mexicano, represor, corrupto y que dejó una gran deuda a la Nación.

A Luis Echeverría le gustaba inventar culpas o enemigos para distraer de sus fallas. Tenía inclinación por el uso de frases llamativas. Acusaba a los “Emisarios del pasado”, “Enemigos de México”, “Agentes del Imperio” y a la prensa le decía que “la única critica que se acepta es la autocrítica”.

En 1975, Echeverria se encontraba en una frenética campaña para autoproponerse como Secretario General de la ONU. Debido a eso en el gobierno de Estados Unidos hacía un seguimiento muy cercano a las acciones del mandatario y se analizaba su personalidad. Gracias a revelaciones que fueron dadas a conocer por WikiLeaks, en documentos oficiales de diversas oficinas gubernamentales de Estados Unidos sabemos que lo calificaban como: un estadista “relativamente no sofisticado, tiende a sobresimplificar”; “mantiene un ritmo de actividad extenuante (no siempre productivo)”; “ama los reflectores”; “su reacción a las crisis es impredecible”; tiene una tendencia al “actúa ahora, reflexiona después’; “tiene fuertes pero ingenuas visiones sobre el desarme”; “sería difícil de asesorar”; tiene “un toque de megalomanía”; “posible crecimiento de un aspecto mesiánico en su carácter”; “ignora las advertencias de aquéllos institucionalmente responsables de aconsejarlo”

Con todos estos antecedentes del carácter de Echeverría, no podemos dejar de asombrarnos del paralelismo que estamos observando con el presidente López Obrador. El pasado 16 de septiembre AMLO aprovechó el foro dedicado a la independencia de México para hacer una inapropiada propuesta, nada menos que un acuerdo urgente para detener la guerra en Ucrania y recriminó a la ONU acusándola de estar “presa de un formalismo y una ineficacia política que la dejan en un papel meramente ornamental”.

Una propuesta que nadie tomará en serio, que debe haber causado risa entre varios mandatarios y asombro entre los involuntarios nominados a mediadores del conflicto: el Papa, el Presidente de India y el Secretario General de la ONU. Lo grave no fueron las sonrisas sino las inmediatas criticas calificando la propuesta de propaganda interna y pro-rusa. Vía Twitter, Myjailo Podolyak, asesor principal del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, le respondió: “Los ‘pacificadores’ que usan la guerra como tema para sus propias relaciones públicas sólo causan sorpresa. @lopezobrador ¿su plan (es) de mantener a millones bajo ocupación, aumentar el número de entierros masivos y dar tiempo a Rusia para renovar las reservas antes de la próxima ofensiva? Entonces su ‘plan’ es un plan (bandera rusa)”. Debe de haber dolido este mensaje a López Obrador que se ha negado a condenar la invasión rusa a Ucrania.

A nivel nacional también causa risa y sorpresa una propuesta de este tipo, ¿Cómo es posible que, según datos de la ONU el presidente del 5º país con la tasa más alta de homicidios por cada 100,000 habitantes (28.37) solo abajo de Jamaica, El Salvador, Honduras y Sudáfrica proponga un plan de paz mundial? ¿Cómo explicarnos que con datos del 2020 el presidente de la nación que se encuentra en el lugar 140 de 149 en el Índice de Paz Global pida una tregua universal de cinco años? Lo lógico y responsable seria pacificar y unir al país, pero lo suyo es dividir y causar encono en la población.

Así resulta imposible no comparar los actos de Echeverria y de López Obrador. En ambos casos cuando los gobiernos hacen agua por falta de resultados se usa la política exterior como reflector y a los países “poderosos” como imaginarios enemigos. Cada uno, en su momento, presenta una propuesta llena de candidez y dobles intenciones, a ninguno de los dos se les respeta en foros internacionales. La diferencia es que mientras Echeverria fue claro en buscar el máximo cargo de la ONU o el Premio Nobel de la Paz, AMLO no ha dicho que quiere, aunque podríamos sospechar que, como ha criticado tanto a la ONU, tal vez salga con un planteamiento de una nueva Organización ya no Mundial sino Interplanetaria de Paz y Unidad. Hay noches en que los sueños son alucinaciones.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación.

En 1975, yo era un joven al que le gustaba enterarse de la política del país, que leía y escuchaba todo que sucedía en ese entorno. Ponía particular atención a los discursos de Luis Echeverría en ese entonces presidente de México, su propuesta central era La Carta de los Derechos y los Deberes Económicos de los Estados. Confieso que, en esos extensos discursos, me costaba trabajo encontrar un proyecto viable. Eran peroratas llenas de frases comunes, ingenuas y demagógicas. Llegué a pensar que me encontraba en un nivel limitado de información y eso era lo que me impedía que entendiera las grandilocuentes palabras del presidente, pues si él las pronunciaba, debían estar llenas de sabiduría.

Me imagino que hoy en día es lo mismo que les sucede a muchos compatriotas, que no alcanzan a entender lo que dice y hace AMLO pero que consideran que por provenir de él deben de tener algún profundo significado y propósito.

Al paso del tiempo y cuándo dejó de sonar el discurso cotidiano de Luis Echeverría, pude evaluar con mayor distancia y objetividad lo que sus propuestas significaron. Hoy sabemos que fue un gobierno populista, qué abusó de la buena fe del pueblo mexicano, represor, corrupto y que dejó una gran deuda a la Nación.

A Luis Echeverría le gustaba inventar culpas o enemigos para distraer de sus fallas. Tenía inclinación por el uso de frases llamativas. Acusaba a los “Emisarios del pasado”, “Enemigos de México”, “Agentes del Imperio” y a la prensa le decía que “la única critica que se acepta es la autocrítica”.

En 1975, Echeverria se encontraba en una frenética campaña para autoproponerse como Secretario General de la ONU. Debido a eso en el gobierno de Estados Unidos hacía un seguimiento muy cercano a las acciones del mandatario y se analizaba su personalidad. Gracias a revelaciones que fueron dadas a conocer por WikiLeaks, en documentos oficiales de diversas oficinas gubernamentales de Estados Unidos sabemos que lo calificaban como: un estadista “relativamente no sofisticado, tiende a sobresimplificar”; “mantiene un ritmo de actividad extenuante (no siempre productivo)”; “ama los reflectores”; “su reacción a las crisis es impredecible”; tiene una tendencia al “actúa ahora, reflexiona después’; “tiene fuertes pero ingenuas visiones sobre el desarme”; “sería difícil de asesorar”; tiene “un toque de megalomanía”; “posible crecimiento de un aspecto mesiánico en su carácter”; “ignora las advertencias de aquéllos institucionalmente responsables de aconsejarlo”

Con todos estos antecedentes del carácter de Echeverría, no podemos dejar de asombrarnos del paralelismo que estamos observando con el presidente López Obrador. El pasado 16 de septiembre AMLO aprovechó el foro dedicado a la independencia de México para hacer una inapropiada propuesta, nada menos que un acuerdo urgente para detener la guerra en Ucrania y recriminó a la ONU acusándola de estar “presa de un formalismo y una ineficacia política que la dejan en un papel meramente ornamental”.

Una propuesta que nadie tomará en serio, que debe haber causado risa entre varios mandatarios y asombro entre los involuntarios nominados a mediadores del conflicto: el Papa, el Presidente de India y el Secretario General de la ONU. Lo grave no fueron las sonrisas sino las inmediatas criticas calificando la propuesta de propaganda interna y pro-rusa. Vía Twitter, Myjailo Podolyak, asesor principal del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, le respondió: “Los ‘pacificadores’ que usan la guerra como tema para sus propias relaciones públicas sólo causan sorpresa. @lopezobrador ¿su plan (es) de mantener a millones bajo ocupación, aumentar el número de entierros masivos y dar tiempo a Rusia para renovar las reservas antes de la próxima ofensiva? Entonces su ‘plan’ es un plan (bandera rusa)”. Debe de haber dolido este mensaje a López Obrador que se ha negado a condenar la invasión rusa a Ucrania.

A nivel nacional también causa risa y sorpresa una propuesta de este tipo, ¿Cómo es posible que, según datos de la ONU el presidente del 5º país con la tasa más alta de homicidios por cada 100,000 habitantes (28.37) solo abajo de Jamaica, El Salvador, Honduras y Sudáfrica proponga un plan de paz mundial? ¿Cómo explicarnos que con datos del 2020 el presidente de la nación que se encuentra en el lugar 140 de 149 en el Índice de Paz Global pida una tregua universal de cinco años? Lo lógico y responsable seria pacificar y unir al país, pero lo suyo es dividir y causar encono en la población.

Así resulta imposible no comparar los actos de Echeverria y de López Obrador. En ambos casos cuando los gobiernos hacen agua por falta de resultados se usa la política exterior como reflector y a los países “poderosos” como imaginarios enemigos. Cada uno, en su momento, presenta una propuesta llena de candidez y dobles intenciones, a ninguno de los dos se les respeta en foros internacionales. La diferencia es que mientras Echeverria fue claro en buscar el máximo cargo de la ONU o el Premio Nobel de la Paz, AMLO no ha dicho que quiere, aunque podríamos sospechar que, como ha criticado tanto a la ONU, tal vez salga con un planteamiento de una nueva Organización ya no Mundial sino Interplanetaria de Paz y Unidad. Hay noches en que los sueños son alucinaciones.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación.