/ lunes 24 de mayo de 2021

Pulso CDMX | El grito de los mercados

Los 329 mercados públicos de la Ciudad de México abastecen al 46% de los hogares. Desde 2016, son Patrimonio Cultural Intangible de nuestra Capital. Sus comportamientos sociales, sus productos, sus expresiones de sabores y olores son la esencia de la mexicanidad desde la época prehispánica. Sin embargo, diario las más de 280 mil personas trabajadoras no asalariadas viven en la precariedad laboral, en la incertidumbre y padecen de la ausencia de mantenimiento de sus instalaciones.

Techos perforados, inundaciones, incendios son de las problemáticas recurrentes de los mercados públicos. Después de año y medio, el mercado de San Cosme sigue sin arreglarse por el incendio que afectó a 1 de cada 3 locales. Los mercados públicos también han sido víctimas de la competencia desleal por la oferta en las calles aledañas y por la crisis económica empeorada por el COVID 19 bajo el silencio del gobierno y de los diputados. Algunos locatarios reportan un decrecimiento de hasta un 80% de sus ventas. Varios han cerrado. Los pasillos del mercado de las flores de San Juan o del mercado Paulino Navarro en la Cuauhtémoc están tristes. La mitad de los locales ya están abandonados a pesar de productos de buena calidad y a buen precio.

Urge diseñar e implementar una estrategia de acción para dignificar nuestros mercados, así como las condiciones laborales de los comerciantes. En las alcaldías, la dirección de mercados debe separarse de la vía pública por ser patrimonio cultural intangible, dándole prioridad. Se podría proponer una ampliación de horarios, campañas de consumo local en espacios de publicidad exterior y en colaboración con universidades especializadas en comunicación. Buscar un convenio con las y los repartidores de comida podría provocar un buen empuje económico. Todas las personas trabajadoras en los mercados públicos deben tener derecho a la seguridad social, capacitación y profesionalización laborales. En varios mercados se debe rescatar la paz y la seguridad con una policía de proximidad capacitada en materia de prevención social de las violencias.

Los mercados públicos se han vuelto un botín electoral y económico. “Hace dos años más o menos, entraron con los granaderos para quitarnos la administración de los baños y llevarse el dinero que nos servía para el mantenimiento” comenta una locataria del mercado de San Juan. No hay transparencia en cuanto a lo generado por los mercados. Cada locatario debe pagar 5 pesos para ir al baño, con una fuerte población mayor y diabética. Lo generado por los mercados debe permanecer en los mercados. Cada mercado debería de contar con una vinculación con un banco de alimentos para contrarrestar la cifra del desperdicio de alimentos, con más del 37% de pérdidas a nivel nacional. La estrategia de mantenimiento y renovación de nuestros mercados debe impulsar el uso de ecotecnias en materia de captación de agua de lluvia, energía solar, composta, recuperación de aceites y centros de reciclajes comunitarios. Los mercados pueden educar también gracias a campañas de consumo responsable, de educación nutricional o de implementación de huertos urbanos cercanos.

Los mercados deben vivir dignamente. Su grito nos llama a hacer realidades sus derechos de papel.

Los 329 mercados públicos de la Ciudad de México abastecen al 46% de los hogares. Desde 2016, son Patrimonio Cultural Intangible de nuestra Capital. Sus comportamientos sociales, sus productos, sus expresiones de sabores y olores son la esencia de la mexicanidad desde la época prehispánica. Sin embargo, diario las más de 280 mil personas trabajadoras no asalariadas viven en la precariedad laboral, en la incertidumbre y padecen de la ausencia de mantenimiento de sus instalaciones.

Techos perforados, inundaciones, incendios son de las problemáticas recurrentes de los mercados públicos. Después de año y medio, el mercado de San Cosme sigue sin arreglarse por el incendio que afectó a 1 de cada 3 locales. Los mercados públicos también han sido víctimas de la competencia desleal por la oferta en las calles aledañas y por la crisis económica empeorada por el COVID 19 bajo el silencio del gobierno y de los diputados. Algunos locatarios reportan un decrecimiento de hasta un 80% de sus ventas. Varios han cerrado. Los pasillos del mercado de las flores de San Juan o del mercado Paulino Navarro en la Cuauhtémoc están tristes. La mitad de los locales ya están abandonados a pesar de productos de buena calidad y a buen precio.

Urge diseñar e implementar una estrategia de acción para dignificar nuestros mercados, así como las condiciones laborales de los comerciantes. En las alcaldías, la dirección de mercados debe separarse de la vía pública por ser patrimonio cultural intangible, dándole prioridad. Se podría proponer una ampliación de horarios, campañas de consumo local en espacios de publicidad exterior y en colaboración con universidades especializadas en comunicación. Buscar un convenio con las y los repartidores de comida podría provocar un buen empuje económico. Todas las personas trabajadoras en los mercados públicos deben tener derecho a la seguridad social, capacitación y profesionalización laborales. En varios mercados se debe rescatar la paz y la seguridad con una policía de proximidad capacitada en materia de prevención social de las violencias.

Los mercados públicos se han vuelto un botín electoral y económico. “Hace dos años más o menos, entraron con los granaderos para quitarnos la administración de los baños y llevarse el dinero que nos servía para el mantenimiento” comenta una locataria del mercado de San Juan. No hay transparencia en cuanto a lo generado por los mercados. Cada locatario debe pagar 5 pesos para ir al baño, con una fuerte población mayor y diabética. Lo generado por los mercados debe permanecer en los mercados. Cada mercado debería de contar con una vinculación con un banco de alimentos para contrarrestar la cifra del desperdicio de alimentos, con más del 37% de pérdidas a nivel nacional. La estrategia de mantenimiento y renovación de nuestros mercados debe impulsar el uso de ecotecnias en materia de captación de agua de lluvia, energía solar, composta, recuperación de aceites y centros de reciclajes comunitarios. Los mercados pueden educar también gracias a campañas de consumo responsable, de educación nutricional o de implementación de huertos urbanos cercanos.

Los mercados deben vivir dignamente. Su grito nos llama a hacer realidades sus derechos de papel.