/ lunes 25 de abril de 2022

Pulso CDMX | Emergencia climática en CDMX

El 22 de abril, en el marco del Día de la Tierra más de 40 organizaciones y colectivas de la sociedad civil se unieron para solicitar al Gobierno de la Ciudad de México y a las 16 alcaldías declararan la emergencia climática. Además de haber entregado formalmente la solicitud a la Jefatura de Gobierno, a las personas titulares de las alcaldías y a las y los diputados integrantes de la Junta de Coordinación Política del Congreso de la Ciudad de México, se impulsó una petición ciudadana en www.change.org/emergenciaclimaticacdmx firmada ya por más de 5 mil personas en menos de una semana.

Declarar la emergencia climática, como lo han hecho ya varias ciudades y países en el mundo, y como ya lo ha exhortado desde 2019 el Senado de la República, es reconocer la gravedad del colapso ambiental. Es establecer un nuevo pacto social y económico basado en lo ambiental. Es garantizar nuestro derecho a la verdad, a la información, a un medio ambiente sano, seguro y sustentable. Es generar un gran acuerdo y compromisos claros establecidos en el tiempo entre los sectores gubernamentales, políticos, sociales, privados y ciudadanos. Declarar la emergencia climática es ir priorizando que el medio ambiente ya no sea tratado como una política sectorizada, sino se vuelva un enfoque transversal de la administración pública, de la acción legislativa, del desarrollo económico y de la educación ciudadana con condiciones presupuestales dignas. Es también un asunto legal por el cumplimiento de las obligaciones que tienen los gobiernos, especialmente con los Acuerdos de París o rumbo a la agenda 2030 de las Naciones Unidas.

La acción pacífica del 22 de abril tuvo varias especificidades. El mensaje no se emitió en contra de una persona o de un partido sino contra un modelo de desarrollo histórico que ya no es viable perseguir por su enfoque antropocéntrico (privilegiando el interés del humano a corto plazo), buscando el crecimiento a toda costa. Fue un llamado propositivo desde la sociedad civil y la ciudadanía para trabajar en conjunto en pro de la regeneración y del respeto de la Tierra. La decisión de no bloquear el tránsito y preferir visibilizar con arte y tradiciones fue un mensaje claro para evitar cualquier confrontación y buscar sensibilizar para sumar voces frente a esta catástrofe planetaria que inicia desde lo local. Las ciudades tienen la responsabilidad de contrarrestar este desastre climático retomando los saberes de los pueblos originarios para reconciliarnos con la naturaleza y los ecosistemas. Esta defensa socioambiental convoca a la unión pacífica, a la empatía para la acción conjunta.

Para desarticular a esos movimientos se suelen escuchar vocerías que buscan seguir polarizando y dividiendo a nuestra sociedad con fines políticos o privados, usando información falsa, difamación, cayendo en la apología del odio o incluso en las teorías complotistas; tal y como lo hacen la nebulosa cercana a los extremismos políticos.

No debemos cansarnos de evidenciar y recordar que las consecuencias negativas de este colapso ambiental afectan con más impacto y más velocidad a las y los más desprotegidos por sus costos sociales, económicos, culturales y sobre la salud. ¡Sin justicia ambiental, no habrá justicia social!


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El 22 de abril, en el marco del Día de la Tierra más de 40 organizaciones y colectivas de la sociedad civil se unieron para solicitar al Gobierno de la Ciudad de México y a las 16 alcaldías declararan la emergencia climática. Además de haber entregado formalmente la solicitud a la Jefatura de Gobierno, a las personas titulares de las alcaldías y a las y los diputados integrantes de la Junta de Coordinación Política del Congreso de la Ciudad de México, se impulsó una petición ciudadana en www.change.org/emergenciaclimaticacdmx firmada ya por más de 5 mil personas en menos de una semana.

Declarar la emergencia climática, como lo han hecho ya varias ciudades y países en el mundo, y como ya lo ha exhortado desde 2019 el Senado de la República, es reconocer la gravedad del colapso ambiental. Es establecer un nuevo pacto social y económico basado en lo ambiental. Es garantizar nuestro derecho a la verdad, a la información, a un medio ambiente sano, seguro y sustentable. Es generar un gran acuerdo y compromisos claros establecidos en el tiempo entre los sectores gubernamentales, políticos, sociales, privados y ciudadanos. Declarar la emergencia climática es ir priorizando que el medio ambiente ya no sea tratado como una política sectorizada, sino se vuelva un enfoque transversal de la administración pública, de la acción legislativa, del desarrollo económico y de la educación ciudadana con condiciones presupuestales dignas. Es también un asunto legal por el cumplimiento de las obligaciones que tienen los gobiernos, especialmente con los Acuerdos de París o rumbo a la agenda 2030 de las Naciones Unidas.

La acción pacífica del 22 de abril tuvo varias especificidades. El mensaje no se emitió en contra de una persona o de un partido sino contra un modelo de desarrollo histórico que ya no es viable perseguir por su enfoque antropocéntrico (privilegiando el interés del humano a corto plazo), buscando el crecimiento a toda costa. Fue un llamado propositivo desde la sociedad civil y la ciudadanía para trabajar en conjunto en pro de la regeneración y del respeto de la Tierra. La decisión de no bloquear el tránsito y preferir visibilizar con arte y tradiciones fue un mensaje claro para evitar cualquier confrontación y buscar sensibilizar para sumar voces frente a esta catástrofe planetaria que inicia desde lo local. Las ciudades tienen la responsabilidad de contrarrestar este desastre climático retomando los saberes de los pueblos originarios para reconciliarnos con la naturaleza y los ecosistemas. Esta defensa socioambiental convoca a la unión pacífica, a la empatía para la acción conjunta.

Para desarticular a esos movimientos se suelen escuchar vocerías que buscan seguir polarizando y dividiendo a nuestra sociedad con fines políticos o privados, usando información falsa, difamación, cayendo en la apología del odio o incluso en las teorías complotistas; tal y como lo hacen la nebulosa cercana a los extremismos políticos.

No debemos cansarnos de evidenciar y recordar que las consecuencias negativas de este colapso ambiental afectan con más impacto y más velocidad a las y los más desprotegidos por sus costos sociales, económicos, culturales y sobre la salud. ¡Sin justicia ambiental, no habrá justicia social!


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