/ lunes 25 de enero de 2021

Pulso CDMX | La emergencia despreciada

Hoy, los pocos días de aire limpio en el año son noticia. En nuestra ciudad, el acceso a un aire limpio es escasez. Diario, la contaminación del aire afecta nuestros derechos a la salud y a un medioambiente sano.

Industrialización irresponsable, agricultura intensiva, deforestación sistemática: la actividad humana está provocando la peor catástrofe de la historia. A pesar de las alertas científicas, del llamado de los organismos internacionales, de los acuerdos globales firmados o de los mensajes explícitos del planeta con el aumento de desastres naturales, las emisiones de gases a efectos invernaderos están alcanzando niveles trágicos. El Grupo Intergubernamental de Estudio sobre el Cambio Climático de la ONU advierte las consecuencias exponenciales dramáticas para nuestra tierra y nuestras especies. Fija como horizonte límite no superar un calentamiento de 1.5° para el final del siglo. Pero, en caso de seguir con nuestros mismos comportamientos individuales y colectivos, se apuntala un aumento de entre 3 y 5 ° con consecuencias drásticas.

La problemática del cambio climático debe atacarse y responderse con acciones locales preservando nuestros recursos naturales, favoreciendo la regeneración de los suelos y de la biodiversidad. Por ejemplo, los árboles capitalinos son una fuente indispensable de oxígeno colectivo. Su buena salud y mantenimiento son determinantes para que sigamos respirando. Hoy no existe un censo de árboles por alcaldía con un seguimiento preciso para su subsistencia. De hecho, las políticas públicas de las alcaldías son muy disparejas.

En Azcapotzalco, se apostó por priorizar la acción ambiental desde una visión ciudadana como principal eje de gobierno, cuando en Iztapalapa se pretende aún destruir áreas verdes para infraestructuras (siendo de los territorios con menos superficie de áreas verdes por habitantes). En la alcaldía Cuauhtémoc, organizaciones expertas afirman que hasta el 70 % del arboleado está en peligro de extinción por la falta de atención y mantenimiento por parte de las autoridades frente a la pandemia del muérdago y su ahogo en cemento.

Cada 28 de enero se conmemora el Día Mundial para las Reducción de las Emisiones de CO2 o Día Mundial del la Acción frente al Calentamiento Global. Ese día y todos los días del año cada acción cuenta. La respuesta está también en la ciudadania, en sus acciones u omisiones. Debemos de responsabilizarnos frente a la crisis ambiental; informarnos, exigir a las autoridades el respeto y la garantía de nuestro Derecho a la Ciudad, pero también organizarnos y actuar.

Iniciativas como las del Huerto Roma Verde en la colonia Roma, que desarrolla un modelo de organización biosocial cercano a la comunidad y reconocido mundialmente, son urgentes de replicar en cada colonia de nuestra capital en decadencia. Falta de agua, de aire, de tierra, de árboles y desaparición de especies: nuestra ciudad está viviendo hoy un proceso entrópico, es decir que conforme se vaya (supuestamente) desarrollando, se va hundiendo, destruyendo sus ecosistemas con un modelo de consumo y explotación que está provocando su perdición, más pronta de lo esperado. Frente a la apatía gubernamental, la ciudadania será clave para contrarrestar esta emergencia despreciada.

Hoy, los pocos días de aire limpio en el año son noticia. En nuestra ciudad, el acceso a un aire limpio es escasez. Diario, la contaminación del aire afecta nuestros derechos a la salud y a un medioambiente sano.

Industrialización irresponsable, agricultura intensiva, deforestación sistemática: la actividad humana está provocando la peor catástrofe de la historia. A pesar de las alertas científicas, del llamado de los organismos internacionales, de los acuerdos globales firmados o de los mensajes explícitos del planeta con el aumento de desastres naturales, las emisiones de gases a efectos invernaderos están alcanzando niveles trágicos. El Grupo Intergubernamental de Estudio sobre el Cambio Climático de la ONU advierte las consecuencias exponenciales dramáticas para nuestra tierra y nuestras especies. Fija como horizonte límite no superar un calentamiento de 1.5° para el final del siglo. Pero, en caso de seguir con nuestros mismos comportamientos individuales y colectivos, se apuntala un aumento de entre 3 y 5 ° con consecuencias drásticas.

La problemática del cambio climático debe atacarse y responderse con acciones locales preservando nuestros recursos naturales, favoreciendo la regeneración de los suelos y de la biodiversidad. Por ejemplo, los árboles capitalinos son una fuente indispensable de oxígeno colectivo. Su buena salud y mantenimiento son determinantes para que sigamos respirando. Hoy no existe un censo de árboles por alcaldía con un seguimiento preciso para su subsistencia. De hecho, las políticas públicas de las alcaldías son muy disparejas.

En Azcapotzalco, se apostó por priorizar la acción ambiental desde una visión ciudadana como principal eje de gobierno, cuando en Iztapalapa se pretende aún destruir áreas verdes para infraestructuras (siendo de los territorios con menos superficie de áreas verdes por habitantes). En la alcaldía Cuauhtémoc, organizaciones expertas afirman que hasta el 70 % del arboleado está en peligro de extinción por la falta de atención y mantenimiento por parte de las autoridades frente a la pandemia del muérdago y su ahogo en cemento.

Cada 28 de enero se conmemora el Día Mundial para las Reducción de las Emisiones de CO2 o Día Mundial del la Acción frente al Calentamiento Global. Ese día y todos los días del año cada acción cuenta. La respuesta está también en la ciudadania, en sus acciones u omisiones. Debemos de responsabilizarnos frente a la crisis ambiental; informarnos, exigir a las autoridades el respeto y la garantía de nuestro Derecho a la Ciudad, pero también organizarnos y actuar.

Iniciativas como las del Huerto Roma Verde en la colonia Roma, que desarrolla un modelo de organización biosocial cercano a la comunidad y reconocido mundialmente, son urgentes de replicar en cada colonia de nuestra capital en decadencia. Falta de agua, de aire, de tierra, de árboles y desaparición de especies: nuestra ciudad está viviendo hoy un proceso entrópico, es decir que conforme se vaya (supuestamente) desarrollando, se va hundiendo, destruyendo sus ecosistemas con un modelo de consumo y explotación que está provocando su perdición, más pronta de lo esperado. Frente a la apatía gubernamental, la ciudadania será clave para contrarrestar esta emergencia despreciada.