/ lunes 8 de noviembre de 2021

Pulso CDMX | Premio para Bayer

En esta COP 26, los grandes ganadores fueron los impulsores de la llamada Misión de Innovación para el Clima. Bajo el liderazgo estadounidense, la iniciativa firmada por 70 socios empresarios, entre ellos Bayer Monsanto, contempla potenciar el desarrollo de altas tecnologías en materia de uso de datos para la administración de pesticidas altamente dañinos para la salud y el medio ambiente ( productos de intensas emisiones de gases), que beneficiarán a grandes empresas tecnológicas en detrimento de las y los campesinos esclavizados por esos monstruos industriales, pero sobre todo contra la calidad de los suelos de la vida de las especies. Más de 300 organizaciones dedicaron el “Premio Fósil” de esta Cop 26 a esta iniciativa, también denunciada en México por la investigadora Silvia Ribeiro. Además de excluir a las y los agricultores, a los pueblos originarios, a la sociedad civil, se seguirá promoviendo el uso de agrotóxicos contra nuestra seguridad alimentaria, contra la regeneración ambiental, contra la supervivencia de la biodiversidad bajo el eufemismo de “agricultura inteligente”: una inteligencia neocolonial suscrita por México que seguirá envenenando nuestra salud pública individual y colectiva.

La semana pasada el colectivo Extinction Rebellion México evidenció en las instalaciones de Bayer Monsanto los resultados depredadores del modelo de desarrollo de su presumida “súperempresa”. Lo premiaron por extinguir especies endémicas como las mariposas monarcas, por todas las vidas que está afectando al día, como lo denuncian activistas señalando sus innovaciones tóxicas como el poliestireno (unicel), sustitos de azucares que provocan diabetes, pesticidas que generan cáncer. Entre sus tintes siniestras históricas se destacan su participación en la fabricación del gas para los campos de la muerte del régimen nazi o del agente naranja en la Guerra de Vietnam.

Para Bayer no importa su responsabilidad en la ola de suicidios de cientos de campesinos en la India por la destrucción de los suelos y los efectos secundarios de sus cultivos transgénicos, denunciada por Vandana Shiva, una de las ambientalistas más reconocidas en el mundo.

Para Bayer no importan a cuantas vidas ya destruyó, por cuantos años más intoxicará los suelos, las aguas o el aire. Tampoco lo intimidan las voces de la ciudadanía, del activismo ambiental, de la emergencia climática ni de sus víctimas. El intervencionismo del Norte, su complicidad con los gobiernos entregados, su propaganda nociva impecable para la manipulación de la opinión pública, así como su fondo millonario reservado para atender las demandas jurídicas de las cada vez más personas perjudicadas directamente en su salud, son las herramientas de su colonialismo transnacional.

Hace unas semanas el Estado mexicano, a través de COFEPRIS, rechazó atinadamente y por primera vez autorizar una nueva variedad de maíz transgénico producidas por Bayer y a través de la Suprema Corte de Justicia de la Nación quien rechazó sus amparos. Pero en esos días el Estado Mexicano volvió a premiar a la empresa con este pacto mundial por la agricultura nociva. En su práctica cotidiana siguen contaminando más que nunca nuestros territorios y nuestra población en la impunidad. Urge más consciencia.

En esta COP 26, los grandes ganadores fueron los impulsores de la llamada Misión de Innovación para el Clima. Bajo el liderazgo estadounidense, la iniciativa firmada por 70 socios empresarios, entre ellos Bayer Monsanto, contempla potenciar el desarrollo de altas tecnologías en materia de uso de datos para la administración de pesticidas altamente dañinos para la salud y el medio ambiente ( productos de intensas emisiones de gases), que beneficiarán a grandes empresas tecnológicas en detrimento de las y los campesinos esclavizados por esos monstruos industriales, pero sobre todo contra la calidad de los suelos de la vida de las especies. Más de 300 organizaciones dedicaron el “Premio Fósil” de esta Cop 26 a esta iniciativa, también denunciada en México por la investigadora Silvia Ribeiro. Además de excluir a las y los agricultores, a los pueblos originarios, a la sociedad civil, se seguirá promoviendo el uso de agrotóxicos contra nuestra seguridad alimentaria, contra la regeneración ambiental, contra la supervivencia de la biodiversidad bajo el eufemismo de “agricultura inteligente”: una inteligencia neocolonial suscrita por México que seguirá envenenando nuestra salud pública individual y colectiva.

La semana pasada el colectivo Extinction Rebellion México evidenció en las instalaciones de Bayer Monsanto los resultados depredadores del modelo de desarrollo de su presumida “súperempresa”. Lo premiaron por extinguir especies endémicas como las mariposas monarcas, por todas las vidas que está afectando al día, como lo denuncian activistas señalando sus innovaciones tóxicas como el poliestireno (unicel), sustitos de azucares que provocan diabetes, pesticidas que generan cáncer. Entre sus tintes siniestras históricas se destacan su participación en la fabricación del gas para los campos de la muerte del régimen nazi o del agente naranja en la Guerra de Vietnam.

Para Bayer no importa su responsabilidad en la ola de suicidios de cientos de campesinos en la India por la destrucción de los suelos y los efectos secundarios de sus cultivos transgénicos, denunciada por Vandana Shiva, una de las ambientalistas más reconocidas en el mundo.

Para Bayer no importan a cuantas vidas ya destruyó, por cuantos años más intoxicará los suelos, las aguas o el aire. Tampoco lo intimidan las voces de la ciudadanía, del activismo ambiental, de la emergencia climática ni de sus víctimas. El intervencionismo del Norte, su complicidad con los gobiernos entregados, su propaganda nociva impecable para la manipulación de la opinión pública, así como su fondo millonario reservado para atender las demandas jurídicas de las cada vez más personas perjudicadas directamente en su salud, son las herramientas de su colonialismo transnacional.

Hace unas semanas el Estado mexicano, a través de COFEPRIS, rechazó atinadamente y por primera vez autorizar una nueva variedad de maíz transgénico producidas por Bayer y a través de la Suprema Corte de Justicia de la Nación quien rechazó sus amparos. Pero en esos días el Estado Mexicano volvió a premiar a la empresa con este pacto mundial por la agricultura nociva. En su práctica cotidiana siguen contaminando más que nunca nuestros territorios y nuestra población en la impunidad. Urge más consciencia.