/ martes 20 de julio de 2021

Pupitres vacíos

En mi última colaboración expuse al lector la compleja, adversa e incierta realidad de la niñez mexicana. El texto abordó los dramáticos abusos sexuales al interior de escuelas, documentado por la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia A.C. (ODI) y el alarmante incremento de deserción escolar derivado de los efectos de la pandemia por el Covid-19. Ampliemos el análisis de este último y complejo fenómeno social.

En este ciclo escolar atípico que acaba de concluir, la Secretaría de Educación Pública tuvo que implementar el programa Aprende en Casa. Se transmitieron por televisión 9 mil 480 programas educativos y mil 200 programas de radio. Sin embargo, no fue suficiente, 5.2 millones de estudiantes de educación básica y 51 mil de educación superior, no acudieron a sus aulas derivado del confinamiento por la brecha digital al no contar con conectividad para continuar con su aprendizaje a distancia por falta de computadoras o por el fallecimiento de algún familiar encargado del sostén del hogar.

Existen otros factores para que los niños y adolescentes abandonen las escuelas como la necesidad de trabajar ante la carencia de recursos y bajos ingresos; dificultades de aprendizaje, desinterés o desmotivación; embarazos a temprana edad; problemas emocionales y familiares que afectaron su salud mental.

Interrumpir su formación educativa y no buscar alternativas para su reincorporación, significa endosar su porvenir, lo que conlleva a expulsarlos a la informalidad del mercado laboral con salarios mal pagados o lo más preocupante, reclutarlos al crimen organizado.

La educación es el espacio de cohesión social y con el transcurrir del tiempo se consolida una sociedad progresista. Es la clave para el desarrollo de las personas y de los pueblos, la mejor inversión para el futuro. Educar es forjar valores y la herramienta clave para el entendimiento de nuestra pluralidad cultural. No basta que nuestra Carta Magna reconozca la educación como un derecho de todos los mexicanos mientras el Estado no garantice la impartición académica desde la etapa inicial hasta la superior.

Corresponde a la SEP y los estados que diseñen estrategias, proyectos y programas eficaces para que el ciclo escolar 2021-2022 no sea fallido. Y a los padres de familia, a la sociedad, el esfuerzo conjunto para enviarlos a sus pupitres.

Truncar su formación, equivale claudicar en dotar al ser humano de su formación académica, profesional y humanista, principales pilares para el desarrollo de nuestra colectividad. La deserción académica acentúa la desigualdad y la fragmentación social. Este próximo ciclo escolar, ni un infante o adolescente deben renunciar a su formación académica.

Senadora por el PT

En mi última colaboración expuse al lector la compleja, adversa e incierta realidad de la niñez mexicana. El texto abordó los dramáticos abusos sexuales al interior de escuelas, documentado por la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia A.C. (ODI) y el alarmante incremento de deserción escolar derivado de los efectos de la pandemia por el Covid-19. Ampliemos el análisis de este último y complejo fenómeno social.

En este ciclo escolar atípico que acaba de concluir, la Secretaría de Educación Pública tuvo que implementar el programa Aprende en Casa. Se transmitieron por televisión 9 mil 480 programas educativos y mil 200 programas de radio. Sin embargo, no fue suficiente, 5.2 millones de estudiantes de educación básica y 51 mil de educación superior, no acudieron a sus aulas derivado del confinamiento por la brecha digital al no contar con conectividad para continuar con su aprendizaje a distancia por falta de computadoras o por el fallecimiento de algún familiar encargado del sostén del hogar.

Existen otros factores para que los niños y adolescentes abandonen las escuelas como la necesidad de trabajar ante la carencia de recursos y bajos ingresos; dificultades de aprendizaje, desinterés o desmotivación; embarazos a temprana edad; problemas emocionales y familiares que afectaron su salud mental.

Interrumpir su formación educativa y no buscar alternativas para su reincorporación, significa endosar su porvenir, lo que conlleva a expulsarlos a la informalidad del mercado laboral con salarios mal pagados o lo más preocupante, reclutarlos al crimen organizado.

La educación es el espacio de cohesión social y con el transcurrir del tiempo se consolida una sociedad progresista. Es la clave para el desarrollo de las personas y de los pueblos, la mejor inversión para el futuro. Educar es forjar valores y la herramienta clave para el entendimiento de nuestra pluralidad cultural. No basta que nuestra Carta Magna reconozca la educación como un derecho de todos los mexicanos mientras el Estado no garantice la impartición académica desde la etapa inicial hasta la superior.

Corresponde a la SEP y los estados que diseñen estrategias, proyectos y programas eficaces para que el ciclo escolar 2021-2022 no sea fallido. Y a los padres de familia, a la sociedad, el esfuerzo conjunto para enviarlos a sus pupitres.

Truncar su formación, equivale claudicar en dotar al ser humano de su formación académica, profesional y humanista, principales pilares para el desarrollo de nuestra colectividad. La deserción académica acentúa la desigualdad y la fragmentación social. Este próximo ciclo escolar, ni un infante o adolescente deben renunciar a su formación académica.

Senadora por el PT