/ lunes 28 de mayo de 2018

¿Qué debe hacer una plebeya camino a la realeza?

No cualquier mujer entra a formar parte del círculo real. Y quienes se han casado con príncipes son envidiadas. Si antes un príncipe se casaba por deber, y tenía a otras, esa mujer debía soportar eso en silencio. Una excepción lo fue la princesa Diana, y ya vimos cómo acabó todo.

Recomiendo los libros de Tere Márquez: “Las mujeres y el poder” y “Reinar después de morir” dos tesis muy interesantes que hablan de las mujeres que son esposas de jefes de Estado y en el segundo caso de Lady Di.

Meghan debe de haber sido asesorada por Harry y expertos consejeros de la casa real sobre lo que se espera de una consorte real.

Según la revista Vanitiatis:

“Algunas de las nuevas normas en la vida de la nueva princesa son básicas.

Reverencias. Deberá inclinarse (una pierna detrás de otra y doblar un poco, solo un poco, las rodillas) ante todos los miembros de la familia real, incluida su cuñada, la princesa Kate.

La última. Siempre deberá caminar detrás de la reina, un gesto que debe realizar además de forma casi imperceptible.

Apolítica. Se casará con el sexto en la línea de sucesión británica, lo que le impide también hablar de política. Este puede que sea el punto que más le cuesta asumir, puesto que su activismo la ha llevado a ser embajadora de la ONU y de la ONG World Vision. Además, desde esa actitud política en el pasado atacó el Brexit y a Trump.

Cabeza alta. No es solo la política. La barbilla también es importante. Sí, sí, la barbilla. Meghan Markle deberá aprender a subir y bajar escaleras (sobre todo a bajarlas) sin mover la cabeza, es decir, con la barbilla paralela al suelo.

Comer en armonía. Parar de comer en cuanto pare la reina Isabel II. Consciente de que puede importunar, la reina suele dejar siempre un poco de comida en su plato para dar tiempo al resto de comensales a terminar los suyos. Lo cuenta la BBC en una deliciosa recopilación de gustos y costumbres de la monarca británica.

Prohibido el marisco. Los miembros de la familia real tampoco pueden comer marisco en público. No es por cuestión estética, sino porque podrían envenenarlos.

Después de estos consejos, Meghan debe de permitir que su esposo, Harry- que no es heredero del trono- siga brillando en sociedad y ella deberá seguir en segundo plano, o sea, no debe eclipsar al sol, aunque no sea el heredero, pero es nieto de su majestad.

Meghan, al casarse con un príncipe, se entrega a un sistema, a una “empresa” y estará expuesta a la publicidad de una fuerte manera, y deberá saber que decir, como comportarse, qué comer, será una ícono de la moda, será criticada y alabada a su vez.

Deberá de procrear, como primer deber. Viajar por todo el mundo al lado de su esposo, ser discreta, sabrá de secretos de Estado y deberá callar. Y esperamos que sean felices.

No cualquier mujer entra a formar parte del círculo real. Y quienes se han casado con príncipes son envidiadas. Si antes un príncipe se casaba por deber, y tenía a otras, esa mujer debía soportar eso en silencio. Una excepción lo fue la princesa Diana, y ya vimos cómo acabó todo.

Recomiendo los libros de Tere Márquez: “Las mujeres y el poder” y “Reinar después de morir” dos tesis muy interesantes que hablan de las mujeres que son esposas de jefes de Estado y en el segundo caso de Lady Di.

Meghan debe de haber sido asesorada por Harry y expertos consejeros de la casa real sobre lo que se espera de una consorte real.

Según la revista Vanitiatis:

“Algunas de las nuevas normas en la vida de la nueva princesa son básicas.

Reverencias. Deberá inclinarse (una pierna detrás de otra y doblar un poco, solo un poco, las rodillas) ante todos los miembros de la familia real, incluida su cuñada, la princesa Kate.

La última. Siempre deberá caminar detrás de la reina, un gesto que debe realizar además de forma casi imperceptible.

Apolítica. Se casará con el sexto en la línea de sucesión británica, lo que le impide también hablar de política. Este puede que sea el punto que más le cuesta asumir, puesto que su activismo la ha llevado a ser embajadora de la ONU y de la ONG World Vision. Además, desde esa actitud política en el pasado atacó el Brexit y a Trump.

Cabeza alta. No es solo la política. La barbilla también es importante. Sí, sí, la barbilla. Meghan Markle deberá aprender a subir y bajar escaleras (sobre todo a bajarlas) sin mover la cabeza, es decir, con la barbilla paralela al suelo.

Comer en armonía. Parar de comer en cuanto pare la reina Isabel II. Consciente de que puede importunar, la reina suele dejar siempre un poco de comida en su plato para dar tiempo al resto de comensales a terminar los suyos. Lo cuenta la BBC en una deliciosa recopilación de gustos y costumbres de la monarca británica.

Prohibido el marisco. Los miembros de la familia real tampoco pueden comer marisco en público. No es por cuestión estética, sino porque podrían envenenarlos.

Después de estos consejos, Meghan debe de permitir que su esposo, Harry- que no es heredero del trono- siga brillando en sociedad y ella deberá seguir en segundo plano, o sea, no debe eclipsar al sol, aunque no sea el heredero, pero es nieto de su majestad.

Meghan, al casarse con un príncipe, se entrega a un sistema, a una “empresa” y estará expuesta a la publicidad de una fuerte manera, y deberá saber que decir, como comportarse, qué comer, será una ícono de la moda, será criticada y alabada a su vez.

Deberá de procrear, como primer deber. Viajar por todo el mundo al lado de su esposo, ser discreta, sabrá de secretos de Estado y deberá callar. Y esperamos que sean felices.