/ martes 16 de octubre de 2018

¿Qué es la guerra contra las drogas?

Una cosa adquiere vida cuando tiene nombre. La guerra contra las drogas es la forma de citar el fenómeno de violencia generalizada de 2006 a 2018 en nuestro país. Nos tendríamos que preguntar ¿es una guerra en términos formales? La respuesta es no. Nos podríamos seguir cuestionando ¿es una guerra en términos jurídicos? Me parece que la respuesta también es no, nunca he escuchado un teórico en derecho internacional público o teoría del Estado decir que estamos en guerra. El manejo de la voz guerra responde a la necesidad de bautizar algo. La potencia de esa palabra permite transmitir muchas ideas, y también ayuda a decir mucho sin expresar nada.

Más adelante, nos podríamos preguntar ¿es contra las drogas? En parte si, en otra no. La delincuencia organizada genera cantidades inimaginables de dinero con la producción, tráfico y comercio de drogas, pero ésta es solo una parte de sus operaciones. La delincuencia organizada globalizada obtiene dinero del robo y comercio de hidrocarburos. El ISIS realiza contrabando de hidrocarburos y, con ello, obtiene recursos económicos impensables. En México, el asunto, se conoce como el huachicol. El tráfico ilícito de hidrocarburos es una gran fuente de ingresos para la delincuencia y de violencia para México. El estado de Guanajuato tiene serios problemas de incidencia delictiva a partir del huachicol, dicho en otras palabras: gasolina que está costando vidas. El tráfico y la trata de personas son actividades delictivas altamente rentables para la delincuencia en México y en todo el mundo.

Resulta reduccionista observar a los grupos delictivos mexicanos aislados de la delincuencia global, hoy en día, también el acto ilícito se está globalizando. El fenómeno delictivo de desaparición forzada de personas también es una tragedia relacionada con la delincuencia organizada. Así las cosas, la escalada de violencia parece que ni es guerra ni exclusivamente un problema de drogas. El problema es que el apelativo guerra contra las drogas parece llevar en sí la solución. Dejar de combatirlas. Y esto se vuelve mucho más complejo.

El común denominador de toda la actividad delictiva está en la corrupción, fallas en el sistema de investigación de los delitos y en la debilidad de las instituciones. No existe forma que una pipa logre abastecer varias gasolineras o puestos informales sin la complicidad de las autoridades. Parece difícil no ver una pipa. La extorsión se lleva a cabo a plena luz del día. La compraventa de productos piratas, que en algunos casos controla la delincuencia organizada, se hace con anuencia de líderes de ambulantes y frente a los oficiales de policía.

El problema de haber acuñado el término “guerra contra las drogas” es que invisibilizó el resto de las actividades delictivas y guio hacia una sola salida. Los brutales feminicidios relacionados con la página de internet zona divas, en un primer momento, se relacionó con cabezas del narcomenudeo en la CdMx. No se entendió que la esclavitud sexual y el tráfico de seres humanos son parte de un todo llamado delincuencia organizada y corrupción. Es claro que se necesita mayor reflexión en estos temas. La espiral de violencia tiene muchas más causas y muchas más consecuencias que la guerra contra las drogas. Deberíamos utilizar conceptos más amplios que nos ayuden a entender lo sucedido, para generar soluciones más complementarias.

Una cosa adquiere vida cuando tiene nombre. La guerra contra las drogas es la forma de citar el fenómeno de violencia generalizada de 2006 a 2018 en nuestro país. Nos tendríamos que preguntar ¿es una guerra en términos formales? La respuesta es no. Nos podríamos seguir cuestionando ¿es una guerra en términos jurídicos? Me parece que la respuesta también es no, nunca he escuchado un teórico en derecho internacional público o teoría del Estado decir que estamos en guerra. El manejo de la voz guerra responde a la necesidad de bautizar algo. La potencia de esa palabra permite transmitir muchas ideas, y también ayuda a decir mucho sin expresar nada.

Más adelante, nos podríamos preguntar ¿es contra las drogas? En parte si, en otra no. La delincuencia organizada genera cantidades inimaginables de dinero con la producción, tráfico y comercio de drogas, pero ésta es solo una parte de sus operaciones. La delincuencia organizada globalizada obtiene dinero del robo y comercio de hidrocarburos. El ISIS realiza contrabando de hidrocarburos y, con ello, obtiene recursos económicos impensables. En México, el asunto, se conoce como el huachicol. El tráfico ilícito de hidrocarburos es una gran fuente de ingresos para la delincuencia y de violencia para México. El estado de Guanajuato tiene serios problemas de incidencia delictiva a partir del huachicol, dicho en otras palabras: gasolina que está costando vidas. El tráfico y la trata de personas son actividades delictivas altamente rentables para la delincuencia en México y en todo el mundo.

Resulta reduccionista observar a los grupos delictivos mexicanos aislados de la delincuencia global, hoy en día, también el acto ilícito se está globalizando. El fenómeno delictivo de desaparición forzada de personas también es una tragedia relacionada con la delincuencia organizada. Así las cosas, la escalada de violencia parece que ni es guerra ni exclusivamente un problema de drogas. El problema es que el apelativo guerra contra las drogas parece llevar en sí la solución. Dejar de combatirlas. Y esto se vuelve mucho más complejo.

El común denominador de toda la actividad delictiva está en la corrupción, fallas en el sistema de investigación de los delitos y en la debilidad de las instituciones. No existe forma que una pipa logre abastecer varias gasolineras o puestos informales sin la complicidad de las autoridades. Parece difícil no ver una pipa. La extorsión se lleva a cabo a plena luz del día. La compraventa de productos piratas, que en algunos casos controla la delincuencia organizada, se hace con anuencia de líderes de ambulantes y frente a los oficiales de policía.

El problema de haber acuñado el término “guerra contra las drogas” es que invisibilizó el resto de las actividades delictivas y guio hacia una sola salida. Los brutales feminicidios relacionados con la página de internet zona divas, en un primer momento, se relacionó con cabezas del narcomenudeo en la CdMx. No se entendió que la esclavitud sexual y el tráfico de seres humanos son parte de un todo llamado delincuencia organizada y corrupción. Es claro que se necesita mayor reflexión en estos temas. La espiral de violencia tiene muchas más causas y muchas más consecuencias que la guerra contra las drogas. Deberíamos utilizar conceptos más amplios que nos ayuden a entender lo sucedido, para generar soluciones más complementarias.

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