/ domingo 4 de agosto de 2019

¿Qué es vivir?

Pregunta milenaria, a la que todas las escuelas de pensamiento filosófico, campos de conocimiento e ideologías, han tratado de dar respuesta sin haber podido llegar, hasta el día de hoy, a un consenso universal.

Oscar Wilde, por ejemplo, manifestó: “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. Vivir es lo más raro de este mundo, pues la mayor parte de los hombres no hacemos otra cosa que existir”. Un siglo después, Jean Paul Sartre declarará que el existencialismo se tornó humanismo en la medida que el hombre, al tomar conciencia de que nadie más que él puede ser el responsable de sus actos, da lugar a la preeminencia de la existencia sobre la esencia, pues de lo contrario destruiría lo que le dota de sentido, el sentido por el que merece la pena vivir. Sin embargo, bajo esta línea de pensamiento pronto emergió un peligro, y esto lo advirtió su colega Albert Camus, al reconocer que “en el apego de un hombre a su vida, hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo: adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar” y, al hacerlo, el hombre crea y enfrenta al “sinsentido” de la vida con el disfrute que ello le produce y que le lleva a querer seguir viviendo. La cuestión es ¿realmente la vida puede ser tan “automática”, estéril y carente de sentido?

Uno de los que se manifestaron al respecto fue Víctor Frankl, sobreviviente del holocausto nazi, al reconocer que muchos hombres enfrentan un profundo vacío existencial: si todos los días son iguales ¿tiene sentido el vivir? Todo depende -atestiguó- de la decisión que el hombre quiera tomar: si no quiere encontrar un propósito en el sufrimiento, se sumirá en la desesperanza y la depresión, hasta llegar al suicidio. Si quiere encontrarlo, lo superará y enfrentará el reto. A partir de ese momento, será el propio hombre y no la vida, quien le dé sentido a su vivir.

Reflexión trascendental que me lleva a evocar una frase y un tango. La frase, de mi padre, Uberto Zanolli, ex prisionero de guerra igualmente del régimen nazi, quien arribó a una conclusión similar, cuando nos recomendaba a sus cercanos no olvidar “seguir adelante siempre” y no olvidarnos que lo importante es “llegar desnudos a la otra riba” del mar, el mar de la vida.

El tango: Chau, no va más, de Homero y Virgilio Expósito, por el que se confirma que el tango, además de ser música y pasión, poesía y sentimiento, baile y sublimación: es expresión plena de humanidad que rinde profundo homenaje a la vida, tal y como lo comprendieron sus autores. Cuentan que Homero rehizo más de 60 veces su letra, pero la realidad es que a quien lo escucha le son necesarias también varias audiciones para descubrir la profundidad vital encerrada en la obra literaria, al grado que su emblemático intérprete, Roberto Goyeneche, dijo: “el mejor poeta del mundo para mí se llamó -se llama, porque se murió y no se lo perdono-, Homero Exposito, quien dijo: Chau, no va más, y ése es el tema con el que yo me voy a morir”.

Y uno cuestionará ¿por qué es relevante? Porque en un mundo que se torna cada vez más agresivo, intolerante, vano e insensible, hace falta -de tanto en tanto-, recordar lo dicho desde los tiempos presocráticos y asumido por seres humanos que, al estar en medio del dolor y a las puertas de la muerte, han decidido hacerle frente, sacando fuerzas de donde no las hay, para recordarnos que la vida sigue y no podemos claudicar, tal y como lo canta el poeta argentino Expósito en su tango inmortal: “Es la ley de la vida devenir /… ya gastamos las balas y el fusil. / Te enseñé cómo tiembla la piel /cuando nace el amor, / y otra vez lo aprendí; / pero nadie vivió sin matar, / sin cortar una flor, / perfumarse y seguir…/ Vivir es cambiar... / ¡dale paso al progreso que es fatal! ... / Simplemente, la vida seguirá. / Ay ¡qué bronca sentir todavía el ayer / y dejarte partir sin llorar!... / Ay ¡qué bronca saber que me dejo robar / un futuro que yo no perdí! / Pero nada regresa el ayer, / ¡tenés que seguir!... Vos no podés elegir el piano, / crear la música de una nueva vida y vivirla intensamente / hasta equivocarte otra vez, y luego volver a empezar / y volver a equivocarte, pero siempre vivir / ¡vivir intensamente!, porque ¿sabés qué es vivir?... / Vivir es cambiar, / en cualquier foto vieja lo verás. / ¡Chau, no va más! / Dale un tiro al pasado y empezá, / … debe siempre volverse a intentar /… Pero ¡dale, la vida está en flor! / ¡Tenés que seguir!”

\u0009Sí, el tango cumplió su misión. Lejos de ser simple despedida o conminarnos a terminar de modo fatal con la vida, es aliento revivificador que impele a seguir adelante. Esto es lo trascendente y lo entiende quien ha vivido. Por eso cuando a Oswaldo Pugliese le comentaron que había una persona que no comprendía el tango, él preguntó: “¿Cuántos años tiene?” Veinte, le respondieron. “Ya lo veremos -sentenció- cuando tenga cuarenta”. Estoy segura que entonces dirá: ¡Chau, no va más! ¡Tenés que seguir!

bettyzanolli@gmail.com\u0009\u0009\u0009@BettyZanolli


Pregunta milenaria, a la que todas las escuelas de pensamiento filosófico, campos de conocimiento e ideologías, han tratado de dar respuesta sin haber podido llegar, hasta el día de hoy, a un consenso universal.

Oscar Wilde, por ejemplo, manifestó: “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. Vivir es lo más raro de este mundo, pues la mayor parte de los hombres no hacemos otra cosa que existir”. Un siglo después, Jean Paul Sartre declarará que el existencialismo se tornó humanismo en la medida que el hombre, al tomar conciencia de que nadie más que él puede ser el responsable de sus actos, da lugar a la preeminencia de la existencia sobre la esencia, pues de lo contrario destruiría lo que le dota de sentido, el sentido por el que merece la pena vivir. Sin embargo, bajo esta línea de pensamiento pronto emergió un peligro, y esto lo advirtió su colega Albert Camus, al reconocer que “en el apego de un hombre a su vida, hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo: adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar” y, al hacerlo, el hombre crea y enfrenta al “sinsentido” de la vida con el disfrute que ello le produce y que le lleva a querer seguir viviendo. La cuestión es ¿realmente la vida puede ser tan “automática”, estéril y carente de sentido?

Uno de los que se manifestaron al respecto fue Víctor Frankl, sobreviviente del holocausto nazi, al reconocer que muchos hombres enfrentan un profundo vacío existencial: si todos los días son iguales ¿tiene sentido el vivir? Todo depende -atestiguó- de la decisión que el hombre quiera tomar: si no quiere encontrar un propósito en el sufrimiento, se sumirá en la desesperanza y la depresión, hasta llegar al suicidio. Si quiere encontrarlo, lo superará y enfrentará el reto. A partir de ese momento, será el propio hombre y no la vida, quien le dé sentido a su vivir.

Reflexión trascendental que me lleva a evocar una frase y un tango. La frase, de mi padre, Uberto Zanolli, ex prisionero de guerra igualmente del régimen nazi, quien arribó a una conclusión similar, cuando nos recomendaba a sus cercanos no olvidar “seguir adelante siempre” y no olvidarnos que lo importante es “llegar desnudos a la otra riba” del mar, el mar de la vida.

El tango: Chau, no va más, de Homero y Virgilio Expósito, por el que se confirma que el tango, además de ser música y pasión, poesía y sentimiento, baile y sublimación: es expresión plena de humanidad que rinde profundo homenaje a la vida, tal y como lo comprendieron sus autores. Cuentan que Homero rehizo más de 60 veces su letra, pero la realidad es que a quien lo escucha le son necesarias también varias audiciones para descubrir la profundidad vital encerrada en la obra literaria, al grado que su emblemático intérprete, Roberto Goyeneche, dijo: “el mejor poeta del mundo para mí se llamó -se llama, porque se murió y no se lo perdono-, Homero Exposito, quien dijo: Chau, no va más, y ése es el tema con el que yo me voy a morir”.

Y uno cuestionará ¿por qué es relevante? Porque en un mundo que se torna cada vez más agresivo, intolerante, vano e insensible, hace falta -de tanto en tanto-, recordar lo dicho desde los tiempos presocráticos y asumido por seres humanos que, al estar en medio del dolor y a las puertas de la muerte, han decidido hacerle frente, sacando fuerzas de donde no las hay, para recordarnos que la vida sigue y no podemos claudicar, tal y como lo canta el poeta argentino Expósito en su tango inmortal: “Es la ley de la vida devenir /… ya gastamos las balas y el fusil. / Te enseñé cómo tiembla la piel /cuando nace el amor, / y otra vez lo aprendí; / pero nadie vivió sin matar, / sin cortar una flor, / perfumarse y seguir…/ Vivir es cambiar... / ¡dale paso al progreso que es fatal! ... / Simplemente, la vida seguirá. / Ay ¡qué bronca sentir todavía el ayer / y dejarte partir sin llorar!... / Ay ¡qué bronca saber que me dejo robar / un futuro que yo no perdí! / Pero nada regresa el ayer, / ¡tenés que seguir!... Vos no podés elegir el piano, / crear la música de una nueva vida y vivirla intensamente / hasta equivocarte otra vez, y luego volver a empezar / y volver a equivocarte, pero siempre vivir / ¡vivir intensamente!, porque ¿sabés qué es vivir?... / Vivir es cambiar, / en cualquier foto vieja lo verás. / ¡Chau, no va más! / Dale un tiro al pasado y empezá, / … debe siempre volverse a intentar /… Pero ¡dale, la vida está en flor! / ¡Tenés que seguir!”

\u0009Sí, el tango cumplió su misión. Lejos de ser simple despedida o conminarnos a terminar de modo fatal con la vida, es aliento revivificador que impele a seguir adelante. Esto es lo trascendente y lo entiende quien ha vivido. Por eso cuando a Oswaldo Pugliese le comentaron que había una persona que no comprendía el tango, él preguntó: “¿Cuántos años tiene?” Veinte, le respondieron. “Ya lo veremos -sentenció- cuando tenga cuarenta”. Estoy segura que entonces dirá: ¡Chau, no va más! ¡Tenés que seguir!

bettyzanolli@gmail.com\u0009\u0009\u0009@BettyZanolli