/ lunes 27 de noviembre de 2017

Que no quede huella

Eso es lo que quisieran los atrabiliarios como Miguel Angel Mancera Espinosa y su caterva en relación con el pestilente, nauseabundo e ilegal atraco económico y ambiental que quieren hacer con una incineradora de basura que están babeantes por colocar en los terrenos de la nación del Bordo Poniente.

¡Quemar la basura en lugar de separarla y utilizar la orgánica, composteada, para mejorar los suelos tan desgastados de nuestro Valle de México y de la República. Y la inorgánica, sean latas de aluminio, botellas de Pet o de vidrio, trapos, cartón, papeles, bolsas de polietileno, envases de unicel, lo que sea, recuperarlo, reciclarlo, reintegrarlo a las cadenas productivas, reutilizarlo de mil formas, pero no convertirlo en polvos, cenizas, humos, gases, y, peor aún, como en el caso de los COVs, de los plásticos o de los PVCs y similares transformarlos por la combustión absurda en dioxinas y furanos que irremediablemente producen cáncer.

Poner una incineradora de basura a dos mil 240 metros sobre el nivel del mar como es el caso del Valle de México, en el exvaso de Texcoco, es una doble trapacería porque no hay ninguna incineradora o “termovalorizadora” como le llaman para engañar a los incautos, que se encuentre a esa altura en país alguno, donde los procesos de combustión se vuelven tan complicados y, en la vida real mexicana, imposibles de regular para que se conserven sin variación temperaturas arriba de 800 grados y los expertos dicen que es doble pillería porque quieren gratuito el predio de 700 hectáreas del Bordo Poniente que, ahora junto con el espantoso aeropuerto nuevo, tiene un valor comercial de siete mil millones de dólares. De ese tamaño. No se queda ahí la voracidad del lucreteísmomanceriano, ya le dio la privatización del agua y su comercialización a la misma empresa francesa apodada Veolia o Feolia a la que le han otorgado un dizque contrato en el que le “pagarán”, con el dinero del pueblo pobre México, 109 mil millones de pesos a lo largo de 33 años, la edad de Cristo, en este sangriento y sangrante negocio en el que los lleva en ancas al igual que en el crimen ambiental de la L7 del Metrobús con camiones Diesel chatarra ya prohibidos en el urbanismo moderno.

Que no quede huella, tampoco, quisieran los de Conagua con otro repugnante arrasamiento ambiental en las riberas del Río Tula donde han talado miles de enormes y majestuosos árboles hermanos y al río mismo que para ganar dinero lo van a encarcelar, a embovedar, a forrar de concreto en taludes y lecho para que no siga prestando su humedad a las raíces de nueve mil ahuehuetes o sabinos, a pirules, a fresnos y ahuejotes que se nutrían o que se nutren del agua que va filtrando el río a su paso. Que no quede huella quisiera la Semarnat, pero ya están las fotos, los videos, los testimonios de los valientes grupos ciudadanos como Azcatl Takiti y el Comité de Participación Ciudadana contra el Ecocidio del Río Tula. El alcalde con sensatez detuvo la obra, pero recibió la llamada de la capital tronándole el látigo y prefirió el hueso que la dignidad.

Y lo peor de lo peor, que no quede huella quisieran los asesinos de miles de mexicanos y de Silvestre de la Toba el defensor de los derechos humanos de Baja California Sur y de su hijo quién ayer recibiera merecidos homenajes en el Congreso de La Paz y en la UABCS de Cabo San Lucas en la que era destacado alumno del posgrado de esa casa de estudios. También asesinaron a su hijo junto con él. No hay que llorar la muerte de un viajero, hay que llorar la muerte de un camino, escribió el poeta Andrés Eloy Blanco.

rojedamestre@yahoo.com

Eso es lo que quisieran los atrabiliarios como Miguel Angel Mancera Espinosa y su caterva en relación con el pestilente, nauseabundo e ilegal atraco económico y ambiental que quieren hacer con una incineradora de basura que están babeantes por colocar en los terrenos de la nación del Bordo Poniente.

¡Quemar la basura en lugar de separarla y utilizar la orgánica, composteada, para mejorar los suelos tan desgastados de nuestro Valle de México y de la República. Y la inorgánica, sean latas de aluminio, botellas de Pet o de vidrio, trapos, cartón, papeles, bolsas de polietileno, envases de unicel, lo que sea, recuperarlo, reciclarlo, reintegrarlo a las cadenas productivas, reutilizarlo de mil formas, pero no convertirlo en polvos, cenizas, humos, gases, y, peor aún, como en el caso de los COVs, de los plásticos o de los PVCs y similares transformarlos por la combustión absurda en dioxinas y furanos que irremediablemente producen cáncer.

Poner una incineradora de basura a dos mil 240 metros sobre el nivel del mar como es el caso del Valle de México, en el exvaso de Texcoco, es una doble trapacería porque no hay ninguna incineradora o “termovalorizadora” como le llaman para engañar a los incautos, que se encuentre a esa altura en país alguno, donde los procesos de combustión se vuelven tan complicados y, en la vida real mexicana, imposibles de regular para que se conserven sin variación temperaturas arriba de 800 grados y los expertos dicen que es doble pillería porque quieren gratuito el predio de 700 hectáreas del Bordo Poniente que, ahora junto con el espantoso aeropuerto nuevo, tiene un valor comercial de siete mil millones de dólares. De ese tamaño. No se queda ahí la voracidad del lucreteísmomanceriano, ya le dio la privatización del agua y su comercialización a la misma empresa francesa apodada Veolia o Feolia a la que le han otorgado un dizque contrato en el que le “pagarán”, con el dinero del pueblo pobre México, 109 mil millones de pesos a lo largo de 33 años, la edad de Cristo, en este sangriento y sangrante negocio en el que los lleva en ancas al igual que en el crimen ambiental de la L7 del Metrobús con camiones Diesel chatarra ya prohibidos en el urbanismo moderno.

Que no quede huella, tampoco, quisieran los de Conagua con otro repugnante arrasamiento ambiental en las riberas del Río Tula donde han talado miles de enormes y majestuosos árboles hermanos y al río mismo que para ganar dinero lo van a encarcelar, a embovedar, a forrar de concreto en taludes y lecho para que no siga prestando su humedad a las raíces de nueve mil ahuehuetes o sabinos, a pirules, a fresnos y ahuejotes que se nutrían o que se nutren del agua que va filtrando el río a su paso. Que no quede huella quisiera la Semarnat, pero ya están las fotos, los videos, los testimonios de los valientes grupos ciudadanos como Azcatl Takiti y el Comité de Participación Ciudadana contra el Ecocidio del Río Tula. El alcalde con sensatez detuvo la obra, pero recibió la llamada de la capital tronándole el látigo y prefirió el hueso que la dignidad.

Y lo peor de lo peor, que no quede huella quisieran los asesinos de miles de mexicanos y de Silvestre de la Toba el defensor de los derechos humanos de Baja California Sur y de su hijo quién ayer recibiera merecidos homenajes en el Congreso de La Paz y en la UABCS de Cabo San Lucas en la que era destacado alumno del posgrado de esa casa de estudios. También asesinaron a su hijo junto con él. No hay que llorar la muerte de un viajero, hay que llorar la muerte de un camino, escribió el poeta Andrés Eloy Blanco.

rojedamestre@yahoo.com

ÚLTIMASCOLUMNAS
miércoles 03 de enero de 2018

Impresionante tecnológico

Ramón Ojeda

lunes 25 de diciembre de 2017

Mancerazo antiambiental

Ramón Ojeda

lunes 18 de diciembre de 2017

El pregabinete passiflorino

Ramón Ojeda

lunes 11 de diciembre de 2017

La caída de Mancera

Ramón Ojeda

lunes 04 de diciembre de 2017

El Factor Videgaray

Ramón Ojeda

lunes 27 de noviembre de 2017

Que no quede huella

Ramón Ojeda

lunes 20 de noviembre de 2017

Se ensució la sucesión

Ramón Ojeda

lunes 06 de noviembre de 2017

Sicarios pecadores

Ramón Ojeda

Cargar Más