La memoria humana se niega a callarse la boca.
Eduardo Galeano
En su informe de 2008, el extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) apuntaba que la primaria mexicana era un nivel “consolidado”. Fundamentaba su observación en una serie de indicadores, en los resultados de las pruebas estandarizadas y en un cuidadoso análisis histórico y de tendencias.
Con didáctica y sin triunfalismos, el órgano técnicamente calificado y políticamente independiente creado durante la democracia, comunicó a la sociedad que la cobertura y el egreso en primaria eran casi totales, la reprobación bajaba notablemente y la deserción, por tanto, también disminuía.
Gracias al trabajo del INEE, se desarrollaron las pruebas EXCALE que se aplicaron a muestras representativas de estudiantes de educación básica. Con base en este referente, se pudo saber que contrario a lo que indicaba la cultura del pesimismo, los niveles de aprendizaje en primaria registraban una “mejora significativa”. Pese a ello, las brechas entre los diversos tipos de escuela y entre modalidades eran grandes, señalando un problema de desigualdad que era urgente atender.
Luego de 18 años, el panorama cambió. La educación básica en general y la primaria en particular ahora están en problemas. De acuerdo con datos de la propia Secretaría de Educación Pública, la tasa neta de “escolarización” ha caído desde 2014, pero de manera más pronunciada desde el ciclo escolar 2018-2019.
Aunque ahora ya es mínima (0.6%), la reprobación en la primaria ha aumentado ligeramente, al igual que la exclusión escolar. La Comisión Nacional de Mejora Continua de la Educación calcula que para el ciclo escolar 2019-2020 la deserción en primaria fue relativamente baja en comparación con otros niveles educativos (0.4%). Sin embargo, también estima que más de 54 mil niñas y niños no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021. Esto a consecuencia de la pandemia.
Pero la pandemia exigía de la sociedad y de los gobiernos acciones imaginativas y efectivas para “no dejar a nadie atrás ni afuera”, como lo estipulaba el Programa Sectorial de Educación 2020-24. ¿Y qué pasó? Se cerraron las escuelas por largos periodos quizás para no molestar a los líderes sindicales que trabajaran diseñando y poniendo en práctica estrategias con sus colectivos docentes.
Además, se le brindó poca información al maestro y a la escuela. La Comisión Independiente de Investigación sobre Covid 19 identificó que la autoridad educativa dejó “a consideración” de las propias comunidades escolares poner en marcha programas de recuperación de aprendizajes. Curioso para un grupo político que vio al “neoliberalismo” como su villano favorito. Ahora, de acuerdo con esa comisión, hay medio millón de niños menos en primaria que cuando inició el “humanismo mexicano”.
Por si esto fuera poco, como ya no es popular evaluar, pero sí decretar el desmantelamiento de los órganos autónomos, hemos perdido información válida y comparable en el tiempo sobre logros de aprendizaje. ¿Tendremos que asomarnos por la ventana de una escuela para sentir que algo en la educación camina o muy bien o mal? Pasamos del “evaluacionismo” de Peña al oscurantismo con AMLO.
Pero, “¿quién dijo que todo está perdido?” Investigadoras de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, CIDE, centros de formación magisterial e instituciones australianas organizaron un seminario sobre la primaria mexicana ante el cambio de gobierno. Siga aquí las sesiones: https://www.youtube.com/watch?v=vtFJ2JV-wc8 Sin memoria y crítica, retrocederemos aún más.