/ miércoles 23 de mayo de 2018

¿Qué quién ganó? La democracia

En el segundo debate entre los candidatos a la Presidencia de la República hubo de todo. El sketch de carpa, el pastelazo, el reality show al gusto de las galerías y preferido de algunos comentaristas que exigen el espectáculo por sobre la discusión y la confrontación de ideas para no considerar aburridos esos encuentros.

Pero entre la frivolidad del ataque personal y la descalificación, en el segundo debate aparecieron también elementos de contenido político y programático que enriquecen el panorama que se presenta al elector para la decisión final, la verdadera encuesta es la que tendrá lugar el primero de julio en la soledad de la urna. En el debate hubo tanto el colorido del espectáculo como la seriedad y la profundidad de la propuesta.

En la democracia de nuestros días se diluye el original voto partidario, el sufragio o su intención, oculta o declarada, sufren transformaciones por la distorsión de la mercadotecnia, la publicidad, el sondeo de opinión o las estrategias de campaña que en ocasiones esconden la verdad del voto.

El voto duro, el partidario, cede el paso, se pierde en la confusión de ideas, principios y programas de coaliciones, alianzas, pactos y acuerdos electorales que caracterizan a la democracia de nuestros días. En ese proceso parece desdibujarse la voluntad influida por la encuesta que arrastra la mirada hacia el pretendido ganador en el sondeo. En la encuesta no están todos los que son ni son todos los que están. Los indecisos, que pueden alcanzar hasta un 30 por ciento de la lista nominal de votantes, representan una incógnita que sólo se resuelve en la casilla. La verdad del voto en la hora decisiva es otra.

En el segundo debate aparecieron ante el elector los candidatos en su verdadera imagen, claramente delineada: un Andrés Manuel López Obrador encerrado en la soberbia, en la ignorancia y en la ocurrencia, incapaz de un debate coherente y franco ante sus contrincantes; aparece también un Ricardo Anaya, orador de retórica de campanario empeñado en el ataque personal más que en la exposición de las ideas. Se vio también a un José Antonio Meade que sin rehuir la ironía y el enfrentamiento directo, mostró la solidez de sus propuestas basada en su preparación, su trayectoria en el servicio público sin tacha ni escándalo alguno en su desempeño. Los temas abordados en Tijuana, inversión, comercio, política exterior, son dominados por José Antonio Meade, pero ese mismo conocimiento ha sido demostrado en todas sus intervenciones a lo largo de la campaña.

Para eso sirve el debate, para clarificar al elector las ideas contenidas de las propuestas. La votación no se decide por las encuestas, las estrategias publicitarias ni la frivolidad del espectáculo frente a las cámaras y micrófonos de la televisión. Los debates, como ocurrió en el escenificado en Tijuana, contribuyen al análisis sereno, meditado que es el camino al voto razonado.

El proceso electoral no se decide en las encuestas o en las acciones publicitarias. Es el voto informado, la ponderación serena, lo que en definitiva decide el resultado final. Gana la democracia.

Srio28@prodigy net.mx

En el segundo debate entre los candidatos a la Presidencia de la República hubo de todo. El sketch de carpa, el pastelazo, el reality show al gusto de las galerías y preferido de algunos comentaristas que exigen el espectáculo por sobre la discusión y la confrontación de ideas para no considerar aburridos esos encuentros.

Pero entre la frivolidad del ataque personal y la descalificación, en el segundo debate aparecieron también elementos de contenido político y programático que enriquecen el panorama que se presenta al elector para la decisión final, la verdadera encuesta es la que tendrá lugar el primero de julio en la soledad de la urna. En el debate hubo tanto el colorido del espectáculo como la seriedad y la profundidad de la propuesta.

En la democracia de nuestros días se diluye el original voto partidario, el sufragio o su intención, oculta o declarada, sufren transformaciones por la distorsión de la mercadotecnia, la publicidad, el sondeo de opinión o las estrategias de campaña que en ocasiones esconden la verdad del voto.

El voto duro, el partidario, cede el paso, se pierde en la confusión de ideas, principios y programas de coaliciones, alianzas, pactos y acuerdos electorales que caracterizan a la democracia de nuestros días. En ese proceso parece desdibujarse la voluntad influida por la encuesta que arrastra la mirada hacia el pretendido ganador en el sondeo. En la encuesta no están todos los que son ni son todos los que están. Los indecisos, que pueden alcanzar hasta un 30 por ciento de la lista nominal de votantes, representan una incógnita que sólo se resuelve en la casilla. La verdad del voto en la hora decisiva es otra.

En el segundo debate aparecieron ante el elector los candidatos en su verdadera imagen, claramente delineada: un Andrés Manuel López Obrador encerrado en la soberbia, en la ignorancia y en la ocurrencia, incapaz de un debate coherente y franco ante sus contrincantes; aparece también un Ricardo Anaya, orador de retórica de campanario empeñado en el ataque personal más que en la exposición de las ideas. Se vio también a un José Antonio Meade que sin rehuir la ironía y el enfrentamiento directo, mostró la solidez de sus propuestas basada en su preparación, su trayectoria en el servicio público sin tacha ni escándalo alguno en su desempeño. Los temas abordados en Tijuana, inversión, comercio, política exterior, son dominados por José Antonio Meade, pero ese mismo conocimiento ha sido demostrado en todas sus intervenciones a lo largo de la campaña.

Para eso sirve el debate, para clarificar al elector las ideas contenidas de las propuestas. La votación no se decide por las encuestas, las estrategias publicitarias ni la frivolidad del espectáculo frente a las cámaras y micrófonos de la televisión. Los debates, como ocurrió en el escenificado en Tijuana, contribuyen al análisis sereno, meditado que es el camino al voto razonado.

El proceso electoral no se decide en las encuestas o en las acciones publicitarias. Es el voto informado, la ponderación serena, lo que en definitiva decide el resultado final. Gana la democracia.

Srio28@prodigy net.mx