/ lunes 2 de marzo de 2020

Que se marquen las faltas

Mientras estamos preparando los detalles para conmemorar el próximo 8 de marzo, así como la manifestación del día posterior en el que existe la iniciativa de que las mujeres no salgamos a la calle, no acudamos a los trabajos, no asistamos a las escuelas y no realicemos ninguna transacción comercial, con la finalidad de demostrar la importancia de las mujeres en la sociedad, las notas periodísticas que reportan muertes de mujeres siguen apareciendo en muchas partes de la República.

La escalada de violencia parece incontenible y cada vez los casos nos impactan más por su virulencia o las propias circunstancias que rodean los hechos. Desde el rapto de niñas, el abuso en las escuelas y la actitud cínica de los feminicidas que hasta acuden a los funerales en su afán de ocultar su crimen, son situaciones que se han vuelto cotidianas no sólo en el país sino en el mundo, donde las estadísticas son lo de menos, ya que detrás de cada feminicidio hay familias enteras lastimadas y dependientes económicos que quedan desamparados financiera y emocionalmente.

La iniciativa de abandonar nuestras tareas y nuestra intervención en la economía nacional, afortunadamente, ha conjuntado cientos de voces tanto gubernamentales, la iniciativa privada e, incluso, la academia que tiene entre sus aulas a cantidades importantes de mujeres. Desde luego que ha habido resistencia por parte de esos sectores anquilosados que ponen intereses económicos de las necesidades humanas, sin embargo, esas posturas son las menos.

Desde hace algunos años, la conmemoración del 8 de marzo ha sido un momento de reflexión, de introspección y de confección de medidas y programas para alentar la igualdad y evitar la violencia de género de una vez por todas. Las manifestaciones en ese día han sido de todo tipo: iluminación de edificios, marchas, mítines, discursos, símbolos, medidas, unión, compromiso, etcétera.

En este año, dadas las circunstancias, se prevé que el 9 de marzo sea el día de la inmovilidad, en el que se sienta la ausencia de las mujeres como nunca antes y que se sepa que sin nosotras no existe sociedad que pueda avanzar. Sin duda, no se trata de una lucha de géneros sino de la reivindicación de una causa a la que todas y todos estamos convocados de manera urgente.

Finalmente es de resaltar la reflexión de un profesor de Querétaro quien lejos de asumir la convocatoria para permitir la falta de sus alumnas, viró el discurso en el sentido de no dejar pasar por alto las inasistencias. En principio pareciera un contrasentido a una causa justa y correcta, sin embargo, su apoyo es enfático porque en su declaración asegura que no justificará las inasistencias, por el contrario las resaltará de tal manera que se sepa que ese día fue justo en el que se demostró que la falta de una mujer no se debe pasar por alto, que se debe remarcar en rojo justo como lo hacen quienes deciden arrebatarle la vida a una mujer.

Así, no basta con que no estemos ahí, sino que se debe dejar constancia de que no estuvimos y la falta que hicimos y, al mismo tiempo, demostrar que un punto o una raya que evidencia la inexistencia de una mujer es nada cuando alguien decide quitarle su existencia y que de ninguna manera se puede justificar una falta derivada del miedo, de la rabia y de la tensión por no saber si al día siguiente seguirá con vida. Que las inasistencias se evidencien como la reivindicación de la lucha contra los miserables feminicidios.

Mientras estamos preparando los detalles para conmemorar el próximo 8 de marzo, así como la manifestación del día posterior en el que existe la iniciativa de que las mujeres no salgamos a la calle, no acudamos a los trabajos, no asistamos a las escuelas y no realicemos ninguna transacción comercial, con la finalidad de demostrar la importancia de las mujeres en la sociedad, las notas periodísticas que reportan muertes de mujeres siguen apareciendo en muchas partes de la República.

La escalada de violencia parece incontenible y cada vez los casos nos impactan más por su virulencia o las propias circunstancias que rodean los hechos. Desde el rapto de niñas, el abuso en las escuelas y la actitud cínica de los feminicidas que hasta acuden a los funerales en su afán de ocultar su crimen, son situaciones que se han vuelto cotidianas no sólo en el país sino en el mundo, donde las estadísticas son lo de menos, ya que detrás de cada feminicidio hay familias enteras lastimadas y dependientes económicos que quedan desamparados financiera y emocionalmente.

La iniciativa de abandonar nuestras tareas y nuestra intervención en la economía nacional, afortunadamente, ha conjuntado cientos de voces tanto gubernamentales, la iniciativa privada e, incluso, la academia que tiene entre sus aulas a cantidades importantes de mujeres. Desde luego que ha habido resistencia por parte de esos sectores anquilosados que ponen intereses económicos de las necesidades humanas, sin embargo, esas posturas son las menos.

Desde hace algunos años, la conmemoración del 8 de marzo ha sido un momento de reflexión, de introspección y de confección de medidas y programas para alentar la igualdad y evitar la violencia de género de una vez por todas. Las manifestaciones en ese día han sido de todo tipo: iluminación de edificios, marchas, mítines, discursos, símbolos, medidas, unión, compromiso, etcétera.

En este año, dadas las circunstancias, se prevé que el 9 de marzo sea el día de la inmovilidad, en el que se sienta la ausencia de las mujeres como nunca antes y que se sepa que sin nosotras no existe sociedad que pueda avanzar. Sin duda, no se trata de una lucha de géneros sino de la reivindicación de una causa a la que todas y todos estamos convocados de manera urgente.

Finalmente es de resaltar la reflexión de un profesor de Querétaro quien lejos de asumir la convocatoria para permitir la falta de sus alumnas, viró el discurso en el sentido de no dejar pasar por alto las inasistencias. En principio pareciera un contrasentido a una causa justa y correcta, sin embargo, su apoyo es enfático porque en su declaración asegura que no justificará las inasistencias, por el contrario las resaltará de tal manera que se sepa que ese día fue justo en el que se demostró que la falta de una mujer no se debe pasar por alto, que se debe remarcar en rojo justo como lo hacen quienes deciden arrebatarle la vida a una mujer.

Así, no basta con que no estemos ahí, sino que se debe dejar constancia de que no estuvimos y la falta que hicimos y, al mismo tiempo, demostrar que un punto o una raya que evidencia la inexistencia de una mujer es nada cuando alguien decide quitarle su existencia y que de ninguna manera se puede justificar una falta derivada del miedo, de la rabia y de la tensión por no saber si al día siguiente seguirá con vida. Que las inasistencias se evidencien como la reivindicación de la lucha contra los miserables feminicidios.