/ miércoles 20 de septiembre de 2017

¿Qué sentirán?

Los más de dos y medio millones de damnificados, que dejó el terremoto en Oaxaca y Chiapas. Sin el techo, que les costó un esfuerzo sobrehumano construir, más la pérdida de sus escasos bienes y qué decir de los que lamentan la muerte de uno o más familiares.

Deben estar hundidos en la mayor aflicción, en la desesperanza, en la angustia de saber que les es imposible recuperar lo perdido; en la desconfianza de que las autoridades cumplan con su palabra de reconstruir.

O, ¿hay bases para creerles a los distintos niveles de gobierno? El Federal está a un cuarto de hora de salir y los estatales y municipales, si no pueden ni garantizar los mínimos que se les solicitan, menos resolver una crisis.

Se vio con el Federal: hasta que Peña Nieto pegó un manotazo, los Secretarios se hacían como el tío Lolo. Para ellos no existe otro objetivo que el electorero y su preocupación es aprovechar a tope, el Año de Hidalgo.

Ni es ni será el último golpe de la naturaleza. El cambio climático –ése en el que no cree el señor Trump-, propicia lluvias arrasadoras y huracanes de enorme fuerza. Los terremotos son inevitables, en razón de las fallas geológicas que nos atraviesan.

Si repasamos la historia han sido muchos los fenómenos que provocaron tragedias. En Guerrero, en Quintana Roo y otras entidades, las inundaciones dejaron sin nada a miles de personas. Fue entonces cuando se vio la falta de palabra de las autoridades.

Habría que preguntarle al flamante presidente de la Cámara de Diputados, el yucateco Ramírez Marín, si reedificó –en su anterior “encargo”-, las viviendas destruidas en Acapulco. Es probable que, el muy cínico, responda que sí, falso de todas las falsedades.

Las desgracias les caen a los que menos tienen, a los estados más pobres, a quienes habitan en las casas de los “tres cochinitos”, a las que el lobo tumba de un soplido. Lo inaudito es que se fueran para abajo más de mil 500 escuelas y hospitales. ¿Quién las hizo, cómo y cuánto costaron?

Se pudre el hígado al oír, de boca del de moda José Antonio Meade –secretario de Hacienda-, que hay dinero para paliar las primeras necesidades –alimentos, agua y regresar la energía eléctrica-, pero en las arcas nacionales no alcanza para fabricar tantísimas casas.

Se convoca a las grandes constructoras, a colaborar en el auxilio de tantos necesitados y se hace el silencio de los más. Es hora de cuestionarse dónde está Higa (afecta a regalarles propiedades a la casta divina), o las en boga Aldesa y Epcoor, responsables del bodrio del Paso Express de Cuernavaca.

Ninguna de estas favorecidas empresas, debe estarse haciendo cruces –como quienes duermen a la intemperie- y lo menos que podían aportar era algunos cientos de viviendas, que no les quitarían ni un pelo de su fortuna.

¡Sueños de opio! En lo que resta de la administración, si se construye algo, será por hacer negocio. Se adjudicarán a quienes se caigan con la mayor “comisión” y se fabricarán con malos materiales, a precio de oro.

Y como Ruiz Esparza siga al frente de Comunicaciones, agárrese el que pueda. Tampoco da certeza, el que “Chayito” Robles sea la encargada del tema.

Si el Paso Express se licitó sin proyecto de por medio –lo que provocó la pérdida de casi 700 millones-, qué pasará con el concurso para levantar más de 40 mil viviendas: ¡Una cena de negros!

En cuanto a los que aprovecharon para hacerse propaganda, como la diputada de Morena, Rocío Nahle, o el Yúnes –entre varios otros-, habría que quemarlos en leña verde. Lucrar con el dolor es de malnacidos.

catalinanq@hotmail.com

Los más de dos y medio millones de damnificados, que dejó el terremoto en Oaxaca y Chiapas. Sin el techo, que les costó un esfuerzo sobrehumano construir, más la pérdida de sus escasos bienes y qué decir de los que lamentan la muerte de uno o más familiares.

Deben estar hundidos en la mayor aflicción, en la desesperanza, en la angustia de saber que les es imposible recuperar lo perdido; en la desconfianza de que las autoridades cumplan con su palabra de reconstruir.

O, ¿hay bases para creerles a los distintos niveles de gobierno? El Federal está a un cuarto de hora de salir y los estatales y municipales, si no pueden ni garantizar los mínimos que se les solicitan, menos resolver una crisis.

Se vio con el Federal: hasta que Peña Nieto pegó un manotazo, los Secretarios se hacían como el tío Lolo. Para ellos no existe otro objetivo que el electorero y su preocupación es aprovechar a tope, el Año de Hidalgo.

Ni es ni será el último golpe de la naturaleza. El cambio climático –ése en el que no cree el señor Trump-, propicia lluvias arrasadoras y huracanes de enorme fuerza. Los terremotos son inevitables, en razón de las fallas geológicas que nos atraviesan.

Si repasamos la historia han sido muchos los fenómenos que provocaron tragedias. En Guerrero, en Quintana Roo y otras entidades, las inundaciones dejaron sin nada a miles de personas. Fue entonces cuando se vio la falta de palabra de las autoridades.

Habría que preguntarle al flamante presidente de la Cámara de Diputados, el yucateco Ramírez Marín, si reedificó –en su anterior “encargo”-, las viviendas destruidas en Acapulco. Es probable que, el muy cínico, responda que sí, falso de todas las falsedades.

Las desgracias les caen a los que menos tienen, a los estados más pobres, a quienes habitan en las casas de los “tres cochinitos”, a las que el lobo tumba de un soplido. Lo inaudito es que se fueran para abajo más de mil 500 escuelas y hospitales. ¿Quién las hizo, cómo y cuánto costaron?

Se pudre el hígado al oír, de boca del de moda José Antonio Meade –secretario de Hacienda-, que hay dinero para paliar las primeras necesidades –alimentos, agua y regresar la energía eléctrica-, pero en las arcas nacionales no alcanza para fabricar tantísimas casas.

Se convoca a las grandes constructoras, a colaborar en el auxilio de tantos necesitados y se hace el silencio de los más. Es hora de cuestionarse dónde está Higa (afecta a regalarles propiedades a la casta divina), o las en boga Aldesa y Epcoor, responsables del bodrio del Paso Express de Cuernavaca.

Ninguna de estas favorecidas empresas, debe estarse haciendo cruces –como quienes duermen a la intemperie- y lo menos que podían aportar era algunos cientos de viviendas, que no les quitarían ni un pelo de su fortuna.

¡Sueños de opio! En lo que resta de la administración, si se construye algo, será por hacer negocio. Se adjudicarán a quienes se caigan con la mayor “comisión” y se fabricarán con malos materiales, a precio de oro.

Y como Ruiz Esparza siga al frente de Comunicaciones, agárrese el que pueda. Tampoco da certeza, el que “Chayito” Robles sea la encargada del tema.

Si el Paso Express se licitó sin proyecto de por medio –lo que provocó la pérdida de casi 700 millones-, qué pasará con el concurso para levantar más de 40 mil viviendas: ¡Una cena de negros!

En cuanto a los que aprovecharon para hacerse propaganda, como la diputada de Morena, Rocío Nahle, o el Yúnes –entre varios otros-, habría que quemarlos en leña verde. Lucrar con el dolor es de malnacidos.

catalinanq@hotmail.com