/ miércoles 25 de agosto de 2021

¿Queremos ser un renegado ante el cambio climático?

El informe recién presentado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es el diagnóstico más serio y completo que se haya presentado hasta la fecha sobre el gran desafío global de nuestro tiempo. Según los especialistas, se distingue por el consenso científico, la contundencia, la exactitud y la fundamentación de la evaluación de causas, daños y previsiones. Se han despejado las dudas sobre lo que está pasando, lo que ocurrirá irremediablemente y el peor escenario que todavía podemos evitar. Lamentablemente, México no sólo carece de un esfuerzo nacional al respecto, sino que vamos en sentido contrario en muchos aspectos. Evadir la realidad y las responsabilidades no hará que desaparezcan.

En el reporte destaca el énfasis en la relación del cambio global con eventos climáticos extremos, como huracanes o sequías, y en cómo está modificando el clima y el medio ambiente a escala regional. Es un recurso muy valioso para acercarse al reto desde la perspectiva nacional y local.

México está muy expuesto a efectos que en realidad ya están aquí y no harán más que intensificarse. Además, hay responsabilidades con el mundo que no estamos cumpliendo. Vamos lento o inclusive retrocedemos en áreas tanto de la parte de contención de emisiones de carbono como en la de adaptación y resiliencia respecto a los cambios.

En cuanto a la mitigación de gases de efecto invernadero y los compromisos nacionales frente al Acuerdo de París de 2015, la política energética de nuestro gobierno más bien apuesta en contra. Ha promovido una línea estratégica favorable a los combustibles fósiles y es hostil a las energías limpias y renovables.

En el artículo anterior cometimos el error de invertir la proporción del costo de la planta de refinación que está construyendo Pemex en Dos Bocas respecto al valor de la que quiere ser dueño único en Deer Park. Esta central en Texas podría valer en total el 10% de lo que nos costará la de Tabasco, pero con la misma capacidad de producción. También comentamos que, en cambio, Arabia Saudita, epítome de riqueza petrolera, se enfilaba a ser uno de los inversionistas más exitosos en el sector de vehículos eléctricos con su posición en Lucid Motors, lo cual se verificaría con el debut en Nasdaq de esta empresa de California. Ya ocurrió y el reino podría haber amarrado una ganancia de 20 mil millones de dólares en dos años.

Por el lado de la adaptación a las implicaciones del calentamiento global, que tendrán efectos muy importantes y diferenciados en las distintas regiones del país, se han tomado decisiones inconsecuentes. Es el caso de la liquidación del Fondo de Desastres Naturales, oficializada el pasado 28 de julio.

Resulta paradójico que ante un desafío como el que perfila el informe del IPCC, los mexicanos nos encontremos con la desaparición de un mecanismo como el Fonden. Más aún si sus recursos se canalizaron a financiar gasto corriente y, peor, presupuesto de obras que están del lado opuesto a las prioridades climáticas mundiales. Precisamente como la inversión en refinación, subsidios a pérdidas en ese rubro de Pemex y también el sostenimiento de centrales termoeléctricas obsoletas, costosas y generadoras masivas de carbono.

En suma, no nos estamos preparando para el cambio y bajamos el ritmo en la disminución de emisiones. La Secretaría de Energía recién reconoció que México quedará por debajo de la meta de 35% de generación con fuentes limpias para 2024, a la que se comprometió en el Acuerdo de París. Mientras, perdemos atractivo para uno de los sectores más pujantes para la inversión. Fomento del combustóleo y el carbón; acoso a la energía solar y eólica.

Hay que poner atención a las señales internacionales. Como la que llega desde la ONU, al calificar al reporte del IPCC como un código rojo para la humanidad, junto con el mensaje del Secretario General, Antonio Guterres: “es una alerta letal sobre la necesidad de eliminar el carbón y los combustibles fósiles, antes de que su uso destruya nuestro planeta”.

No podemos ir indefinidamente al revés. Incluso, tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos hay iniciativas en revisión para gravar con aranceles las importaciones de países que no cumplan con sus responsabilidades climáticas. A medida que se acerque la esperada Conferencia sobre el Cambio Climático de Glasgow, en noviembre, y a partir de ella, las presiones seguramente aumentarán.

El informe del IPCC demuestra que ya hay un daño mayúsculo global, pero aún podemos salvarnos de los peores escenarios. Las diferencias por sólo medio grado son enormes: con dos grados por encima de los niveles preindustriales, en vez de los 1.5 que son inevitables, llegaremos a niveles de tolerancia crítica en salud, agricultura, elevación del nivel del mar y eventos extremos como olas de calor o ciclones.

Como señala la ONU, la viabilidad de nuestras sociedades depende de que los líderes de gobiernos, empresas y sociedad civil se unan en torno a políticas, acciones e inversiones que nos blinden contra lo peor. Como lo subraya, esa es una responsabilidad especialmente con las comunidades más pobres y vulnerables, que son las más afectadas a pesar de ser las menos responsables. En México, mirar sólo hacia dentro y al pasado sería un gran error. Somos corresponsables. ¿Estamos dispuestos a ser un país renegado climático?


El informe recién presentado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es el diagnóstico más serio y completo que se haya presentado hasta la fecha sobre el gran desafío global de nuestro tiempo. Según los especialistas, se distingue por el consenso científico, la contundencia, la exactitud y la fundamentación de la evaluación de causas, daños y previsiones. Se han despejado las dudas sobre lo que está pasando, lo que ocurrirá irremediablemente y el peor escenario que todavía podemos evitar. Lamentablemente, México no sólo carece de un esfuerzo nacional al respecto, sino que vamos en sentido contrario en muchos aspectos. Evadir la realidad y las responsabilidades no hará que desaparezcan.

En el reporte destaca el énfasis en la relación del cambio global con eventos climáticos extremos, como huracanes o sequías, y en cómo está modificando el clima y el medio ambiente a escala regional. Es un recurso muy valioso para acercarse al reto desde la perspectiva nacional y local.

México está muy expuesto a efectos que en realidad ya están aquí y no harán más que intensificarse. Además, hay responsabilidades con el mundo que no estamos cumpliendo. Vamos lento o inclusive retrocedemos en áreas tanto de la parte de contención de emisiones de carbono como en la de adaptación y resiliencia respecto a los cambios.

En cuanto a la mitigación de gases de efecto invernadero y los compromisos nacionales frente al Acuerdo de París de 2015, la política energética de nuestro gobierno más bien apuesta en contra. Ha promovido una línea estratégica favorable a los combustibles fósiles y es hostil a las energías limpias y renovables.

En el artículo anterior cometimos el error de invertir la proporción del costo de la planta de refinación que está construyendo Pemex en Dos Bocas respecto al valor de la que quiere ser dueño único en Deer Park. Esta central en Texas podría valer en total el 10% de lo que nos costará la de Tabasco, pero con la misma capacidad de producción. También comentamos que, en cambio, Arabia Saudita, epítome de riqueza petrolera, se enfilaba a ser uno de los inversionistas más exitosos en el sector de vehículos eléctricos con su posición en Lucid Motors, lo cual se verificaría con el debut en Nasdaq de esta empresa de California. Ya ocurrió y el reino podría haber amarrado una ganancia de 20 mil millones de dólares en dos años.

Por el lado de la adaptación a las implicaciones del calentamiento global, que tendrán efectos muy importantes y diferenciados en las distintas regiones del país, se han tomado decisiones inconsecuentes. Es el caso de la liquidación del Fondo de Desastres Naturales, oficializada el pasado 28 de julio.

Resulta paradójico que ante un desafío como el que perfila el informe del IPCC, los mexicanos nos encontremos con la desaparición de un mecanismo como el Fonden. Más aún si sus recursos se canalizaron a financiar gasto corriente y, peor, presupuesto de obras que están del lado opuesto a las prioridades climáticas mundiales. Precisamente como la inversión en refinación, subsidios a pérdidas en ese rubro de Pemex y también el sostenimiento de centrales termoeléctricas obsoletas, costosas y generadoras masivas de carbono.

En suma, no nos estamos preparando para el cambio y bajamos el ritmo en la disminución de emisiones. La Secretaría de Energía recién reconoció que México quedará por debajo de la meta de 35% de generación con fuentes limpias para 2024, a la que se comprometió en el Acuerdo de París. Mientras, perdemos atractivo para uno de los sectores más pujantes para la inversión. Fomento del combustóleo y el carbón; acoso a la energía solar y eólica.

Hay que poner atención a las señales internacionales. Como la que llega desde la ONU, al calificar al reporte del IPCC como un código rojo para la humanidad, junto con el mensaje del Secretario General, Antonio Guterres: “es una alerta letal sobre la necesidad de eliminar el carbón y los combustibles fósiles, antes de que su uso destruya nuestro planeta”.

No podemos ir indefinidamente al revés. Incluso, tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos hay iniciativas en revisión para gravar con aranceles las importaciones de países que no cumplan con sus responsabilidades climáticas. A medida que se acerque la esperada Conferencia sobre el Cambio Climático de Glasgow, en noviembre, y a partir de ella, las presiones seguramente aumentarán.

El informe del IPCC demuestra que ya hay un daño mayúsculo global, pero aún podemos salvarnos de los peores escenarios. Las diferencias por sólo medio grado son enormes: con dos grados por encima de los niveles preindustriales, en vez de los 1.5 que son inevitables, llegaremos a niveles de tolerancia crítica en salud, agricultura, elevación del nivel del mar y eventos extremos como olas de calor o ciclones.

Como señala la ONU, la viabilidad de nuestras sociedades depende de que los líderes de gobiernos, empresas y sociedad civil se unan en torno a políticas, acciones e inversiones que nos blinden contra lo peor. Como lo subraya, esa es una responsabilidad especialmente con las comunidades más pobres y vulnerables, que son las más afectadas a pesar de ser las menos responsables. En México, mirar sólo hacia dentro y al pasado sería un gran error. Somos corresponsables. ¿Estamos dispuestos a ser un país renegado climático?