/ miércoles 6 de junio de 2018

Quien gane la Presidencia se sacará la rifa del tigre (IV)

Entre los graves desafíos que enfrentará el próximo presidente de la República, quizá el más explosivo y del que menor consciencia parece tenerse hasta ahora, es el vinculado a las crecientes tendencias a la concentración del ingreso y a la precarización del empleo. Aun cuando tales tendencias no son provocadas por los gobiernos del mundo sino por la rauda velocidad prevaleciente en los avances tecnológicos, sin precedente alguno en la historia de la humanidad, son los gobiernos quienes en el subconsciente de las colectividades sociales figuran como los fundamentales culpables del deterioro personal o de conjunto que sufren en sus niveles de vida una gran parte de las sociedades, mientras unas muy pequeñas minorías privilegiadas se ven ampliamente beneficiadas.

Nuestros deslumbrantes avances tecnológicos están posibilitando una mucha mayor capacidad de generación de riqueza, pero la distribución de ésta marcha hacia distorsiones sumamente explosivas en las sociedades. El célebre “rock star” de la economía Thomas Piketty, tomando datos de la revista Forbes, expone que en 1987 sólo poblaban el planeta 140 millardarios en dólares, pero ya para 2013 se habían multiplicado y llegado hasta más de 1,400. Todavía más: su patrimonio promedio era en 1987 de 300 millardos de dólares por individuo y se multiplicó por más de 18 veces para llegar hasta 5,400 millardos en 2013.

El Pew Research Center, la Oficina de Censos y la Directiva de Gobernadores de la Reserva Federal, en contrapartida con lo que sucede en los estratos privilegiados, calculan que si bien la clase media estadounidense abarcaba en 1971 al 61% de la población estadounidense, para el año 2015 se había derrumbado hasta caer al 50%. Para agravarlo, nos encontramos con que la clase con menores ingresos que en 1971 conformaba el 16% de la población, subió en 2015 hasta el 20%, y que la clase media que en 1970 capturaba el 62% del ingreso total, su proporción cayó en 2014 hasta el 43%. Si bien estas estadísticas son de EUA, la tendencia es bastante generalizada en el mundo y en muchos países subdesarrollados no se tiene un desglose a detalle que permitiera ubicarnos en nuestra realidad concreta.

Pero para el caso mexicano, cuyo nivel de desigualdad es mucho mayor que el de los países desarrollados, podemos darnos idea si consideramos que, de acuerdo con el reporte Desigualdad Extrema en México publicado por Oxfam, el 1% más rico acapara 21% de los ingresos totales del país. Adicionalmente, el Global Wealth Report 2014 destaca que el 10% más rico de México concentra el 64.4% de toda la riqueza nacional.

La cantidad de millonarios en México creció 32% entre 2007 y 2012. Los millardarios mexicanos en dólares existentes en 1996 acumulaban 25,600 millones; “hoy esa cifra es de 142,900 millones”, detentados por tan sólo 16 magnates y para confirmar esta amenazadora tendencia concentradora se expone que “en 2002 la riqueza de 4 mexicanos representaba el 2% del PIB y en 2014 ese porcentaje subió al 9%”.

Para plantearse bien la problemática real, es de suma importancia tener en cuenta que esta excesiva concentración del ingreso se debe en gran medida a la progresiva capacidad que ha venido desarrollando el capital para reproducirse a sí mismo, con muy escasa intervención del trabajo humano.

amartinezv@derecho.unam.mx@AlejoMVendrell

Entre más tecnificadas sean las empresas emplean menos mano de obra y capturan mayor rentabilidad.

Entre los graves desafíos que enfrentará el próximo presidente de la República, quizá el más explosivo y del que menor consciencia parece tenerse hasta ahora, es el vinculado a las crecientes tendencias a la concentración del ingreso y a la precarización del empleo. Aun cuando tales tendencias no son provocadas por los gobiernos del mundo sino por la rauda velocidad prevaleciente en los avances tecnológicos, sin precedente alguno en la historia de la humanidad, son los gobiernos quienes en el subconsciente de las colectividades sociales figuran como los fundamentales culpables del deterioro personal o de conjunto que sufren en sus niveles de vida una gran parte de las sociedades, mientras unas muy pequeñas minorías privilegiadas se ven ampliamente beneficiadas.

Nuestros deslumbrantes avances tecnológicos están posibilitando una mucha mayor capacidad de generación de riqueza, pero la distribución de ésta marcha hacia distorsiones sumamente explosivas en las sociedades. El célebre “rock star” de la economía Thomas Piketty, tomando datos de la revista Forbes, expone que en 1987 sólo poblaban el planeta 140 millardarios en dólares, pero ya para 2013 se habían multiplicado y llegado hasta más de 1,400. Todavía más: su patrimonio promedio era en 1987 de 300 millardos de dólares por individuo y se multiplicó por más de 18 veces para llegar hasta 5,400 millardos en 2013.

El Pew Research Center, la Oficina de Censos y la Directiva de Gobernadores de la Reserva Federal, en contrapartida con lo que sucede en los estratos privilegiados, calculan que si bien la clase media estadounidense abarcaba en 1971 al 61% de la población estadounidense, para el año 2015 se había derrumbado hasta caer al 50%. Para agravarlo, nos encontramos con que la clase con menores ingresos que en 1971 conformaba el 16% de la población, subió en 2015 hasta el 20%, y que la clase media que en 1970 capturaba el 62% del ingreso total, su proporción cayó en 2014 hasta el 43%. Si bien estas estadísticas son de EUA, la tendencia es bastante generalizada en el mundo y en muchos países subdesarrollados no se tiene un desglose a detalle que permitiera ubicarnos en nuestra realidad concreta.

Pero para el caso mexicano, cuyo nivel de desigualdad es mucho mayor que el de los países desarrollados, podemos darnos idea si consideramos que, de acuerdo con el reporte Desigualdad Extrema en México publicado por Oxfam, el 1% más rico acapara 21% de los ingresos totales del país. Adicionalmente, el Global Wealth Report 2014 destaca que el 10% más rico de México concentra el 64.4% de toda la riqueza nacional.

La cantidad de millonarios en México creció 32% entre 2007 y 2012. Los millardarios mexicanos en dólares existentes en 1996 acumulaban 25,600 millones; “hoy esa cifra es de 142,900 millones”, detentados por tan sólo 16 magnates y para confirmar esta amenazadora tendencia concentradora se expone que “en 2002 la riqueza de 4 mexicanos representaba el 2% del PIB y en 2014 ese porcentaje subió al 9%”.

Para plantearse bien la problemática real, es de suma importancia tener en cuenta que esta excesiva concentración del ingreso se debe en gran medida a la progresiva capacidad que ha venido desarrollando el capital para reproducirse a sí mismo, con muy escasa intervención del trabajo humano.

amartinezv@derecho.unam.mx@AlejoMVendrell

Entre más tecnificadas sean las empresas emplean menos mano de obra y capturan mayor rentabilidad.