/ sábado 28 de septiembre de 2019

Quien pierde la juventud pierde la vida

En México sufrimos hoy en día de una fuerte desestabilización social producida por la impunidad, la corrupción, la inseguridad, el desempleo, la pérdida de valores, la desunión familiar, etcétera. Cada uno de estos conceptos son ramas que parten de un solo tronco que se llama "falta de educación". No tenemos una adecuada educación, no hay una correcta orientación vocacional, y lo peor es que se carece de una justa preparación magisterial.

Y es que la educación está atrapada en medio de dos organizaciones sindicales de maestros: el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). El primero fue creado en 1943 como una amalgama de agrupamientos magisteriales, residuos de sindicatos, sindicatitos, federaciones y confederaciones magisteriales que pretendían integrarse desde 1930.

La segunda nació hace 40 años en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, para coordinar y dar rumbo a la vigorosa insurgencia magisterial de 1979. Se propuso democratizar el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), conseguir un incremento salarial de 30 por ciento y descongelar los sobresueldos por vida cara.

El maestro debe ser luz y guía del estudiante, debe ser la parte formadora después de la familia, y, además, la influencia positiva o perniciosa del futuro ciudadano. Personalmente, no creo que los docentes de hoy tengan mucho de positivo que aportar a los educandos. Al verlos en calzoncillos, desfilando y chiflando mentadas de madre, destruyendo alambradas y guardas para contenerlos, me pregunto qué irá a pasar con el nivel básico, que es el fundamento de toda una construcción educacional, y qué clase de conocimientos podrá impartir un individuo que toma por asalto el Senado de la República en ropa interior.

La enseñanza es una de las tareas más difíciles de cumplir. Satisfacer constantemente decenas o cientos de inquietudes y prepararse para transmitir en forma adecuada los conocimientos, llevan al maestro a dedicar a estas cuestiones gran parte de su tiempo fuera de las aulas.

Cuando los maestros empiezan a ejercer su carrera, el divorcio entre lo que aprendieron y las realidades que encuentran suele producir en ellos fuerte impacto. Es sabido que el maestro tiene que soportar constantemente las indisciplinas de los educandos por no perder su empleo o tal vez por un simple llamado de atención de sus superiores. Hay que preguntarse cómo es posible que alguno siquiera desee continuar. Lógicamente, los alumnos adivinan su escondida fuerza, y de esta forma, no es totalmente aprovechable el esfuerzo docente. Por todo lo anterior, es difícil la incorporación de personal para la enseñanza.

La falta de orientación en el medio es absoluta, y además sus sueldos son bajos, muy bajos y se incrementan muy poco a niveles superiores. La gente se opone a que los profesores tengan mejores salarios, porque dicen que viven del erario y por ello se espera que sirvan gustosamente a la comunidad.

Se carece de investigaciones al respecto, por lo tanto, lo único que puedo hacer es especular, pero es probable que la razón de que muchas personas se hallen practicando la enseñanza sea porque antes fracasaron en su carrera preferida. Es posible también que algunos se entreguen a la enseñanza y continúen en ella, aun a disgusto, porque esa ocupación les permite otras actividades. Se maneja mucho el concepto de que los docentes tienen que ser modelos de buena conducta para los jóvenes, aun cuando los adultos se sienten cohibidos delante de un maestro.

Los maestros sienten que su imagen pública no es buena y que la gente no les tiene la consideración debida, pero para muchos, la enseñanza constituye un escalón en su deseo de mejorar de posición social y, en consecuencia, de ganar prestigio. No son profesionales en el sentido que habitualmente se da a esta palabra. No tienen clientes que los escojan o soliciten, llevados por una necesidad.

Los docentes representan una de las fuerzas más sólidas e influyentes con miras a garantizar la equidad, el acceso y la calidad de la educación. Ellos son la clave del desarrollo mundial sostenible. No obstante, su formación, contratación, permanencia, estatus y condiciones de trabajo son temas que siguen siendo preocupantes.

Me gustaría terminar diciendo que el maestro es un constructor social y que es el formador de una etapa muy importante de nuestra vida. Pero al ver los acontecimientos ocurridos en los últimos años, no me queda sino concluir que las famosas organizaciones sindicales del magisterio han hecho perder a millones de jóvenes años de desarrollo y enseñanza muy necesarios y valiosos.

Un viejo dicho expresa: "quien pierde la mañana pierde el día; quien pierde la juventud pierde la vida". En qué vergonzosa y abochornada situación han puesto a la juventud hoy en día los así llamados maestros.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx

En México sufrimos hoy en día de una fuerte desestabilización social producida por la impunidad, la corrupción, la inseguridad, el desempleo, la pérdida de valores, la desunión familiar, etcétera. Cada uno de estos conceptos son ramas que parten de un solo tronco que se llama "falta de educación". No tenemos una adecuada educación, no hay una correcta orientación vocacional, y lo peor es que se carece de una justa preparación magisterial.

Y es que la educación está atrapada en medio de dos organizaciones sindicales de maestros: el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). El primero fue creado en 1943 como una amalgama de agrupamientos magisteriales, residuos de sindicatos, sindicatitos, federaciones y confederaciones magisteriales que pretendían integrarse desde 1930.

La segunda nació hace 40 años en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, para coordinar y dar rumbo a la vigorosa insurgencia magisterial de 1979. Se propuso democratizar el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), conseguir un incremento salarial de 30 por ciento y descongelar los sobresueldos por vida cara.

El maestro debe ser luz y guía del estudiante, debe ser la parte formadora después de la familia, y, además, la influencia positiva o perniciosa del futuro ciudadano. Personalmente, no creo que los docentes de hoy tengan mucho de positivo que aportar a los educandos. Al verlos en calzoncillos, desfilando y chiflando mentadas de madre, destruyendo alambradas y guardas para contenerlos, me pregunto qué irá a pasar con el nivel básico, que es el fundamento de toda una construcción educacional, y qué clase de conocimientos podrá impartir un individuo que toma por asalto el Senado de la República en ropa interior.

La enseñanza es una de las tareas más difíciles de cumplir. Satisfacer constantemente decenas o cientos de inquietudes y prepararse para transmitir en forma adecuada los conocimientos, llevan al maestro a dedicar a estas cuestiones gran parte de su tiempo fuera de las aulas.

Cuando los maestros empiezan a ejercer su carrera, el divorcio entre lo que aprendieron y las realidades que encuentran suele producir en ellos fuerte impacto. Es sabido que el maestro tiene que soportar constantemente las indisciplinas de los educandos por no perder su empleo o tal vez por un simple llamado de atención de sus superiores. Hay que preguntarse cómo es posible que alguno siquiera desee continuar. Lógicamente, los alumnos adivinan su escondida fuerza, y de esta forma, no es totalmente aprovechable el esfuerzo docente. Por todo lo anterior, es difícil la incorporación de personal para la enseñanza.

La falta de orientación en el medio es absoluta, y además sus sueldos son bajos, muy bajos y se incrementan muy poco a niveles superiores. La gente se opone a que los profesores tengan mejores salarios, porque dicen que viven del erario y por ello se espera que sirvan gustosamente a la comunidad.

Se carece de investigaciones al respecto, por lo tanto, lo único que puedo hacer es especular, pero es probable que la razón de que muchas personas se hallen practicando la enseñanza sea porque antes fracasaron en su carrera preferida. Es posible también que algunos se entreguen a la enseñanza y continúen en ella, aun a disgusto, porque esa ocupación les permite otras actividades. Se maneja mucho el concepto de que los docentes tienen que ser modelos de buena conducta para los jóvenes, aun cuando los adultos se sienten cohibidos delante de un maestro.

Los maestros sienten que su imagen pública no es buena y que la gente no les tiene la consideración debida, pero para muchos, la enseñanza constituye un escalón en su deseo de mejorar de posición social y, en consecuencia, de ganar prestigio. No son profesionales en el sentido que habitualmente se da a esta palabra. No tienen clientes que los escojan o soliciten, llevados por una necesidad.

Los docentes representan una de las fuerzas más sólidas e influyentes con miras a garantizar la equidad, el acceso y la calidad de la educación. Ellos son la clave del desarrollo mundial sostenible. No obstante, su formación, contratación, permanencia, estatus y condiciones de trabajo son temas que siguen siendo preocupantes.

Me gustaría terminar diciendo que el maestro es un constructor social y que es el formador de una etapa muy importante de nuestra vida. Pero al ver los acontecimientos ocurridos en los últimos años, no me queda sino concluir que las famosas organizaciones sindicales del magisterio han hecho perder a millones de jóvenes años de desarrollo y enseñanza muy necesarios y valiosos.

Un viejo dicho expresa: "quien pierde la mañana pierde el día; quien pierde la juventud pierde la vida". En qué vergonzosa y abochornada situación han puesto a la juventud hoy en día los así llamados maestros.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx