/ domingo 3 de abril de 2022

Quizá sí deberíamos hablar de Bruno

Twitter: @cons_gentil


La canción “No se Habla de Bruno” de la película Encanto es el mayor éxito musical de Disney en décadas. Y a pesar de que mucho de ello se debe a lo pegajosa que es la canción, puede ser que una parte se deba a que refleja un fenómeno que vivimos actualmente en el diálogo público: se deja claro el tema de que no se debe hablar y al mismo tiempo los personajes no logran dejar de hablar de ello. En la película la canción cuenta la historia del personaje Bruno dejando claro que está prohibido hablar de él, irónicamente, mientras cantan una canción que trata exclusivamente de Bruno, de sus desventuras y de por qué “no se habla” de él.


Y aunque Encanto es una obra de ficción, quizá en el diálogo público de la actualidad enfrentamos un problema similar. Según el New York Times, esta canción hace eco de una ansiedad que domina nuestra sociedad: las tensas reglas del discurso público. En la época de lo políticamente correcto y la cancel culture, el diálogo público puede fácilmente adquirir un giro en el que muchas personas ya no saben de qué hablar ni cómo.


Es cierto que hay muchas personas que no se detienen a pensar si sus palabras pueden resultar molestas para un grupo antes de que las digan. Sin embargo, existen también personas que ya no saben cómo ser parte de la conversación pública porque no están familiarizados con los nuevos términos políticamente correctos más aceptados en la actualidad.


Cabe mencionar que una de las formas más dañinas de la violencia es aquella que está normalizada dentro de ciertos hábitos sociales o culturales de un grupo. Y es especialmente peligrosa porque está tan impregnada que es difícil verla: es necesario un importante trabajo de deconstrucción y voluntad de autojuicio para simplemente hacernos conscientes de que esta violencia existe. Y el intentar dejar estos hábitos que hemos aprendido y reforzado toda nuestra vida, ya sea a través de cosas que hacemos o decimos, incluso sin darnos cuenta, es la parte más difícil. Y la apertura que existe hoy en día para alzar la voz sobre formas de violencia sistémica que han sido causa de sufrimiento, abuso y opresión durante cientos de años, es sin duda alguna un paso adelante, a pesar de que muchas veces sea incómodo.


El problema sucede cuando este juicio limita excesivamente el diálogo público. La cancel culture es una forma de ostracismo en la que alguien es expulsado de los círculos sociales o profesionales, ya sea en las redes sociales o en persona.


En una sociedad moderna que desea ser más democrática, el limitar el diálogo pacífico entre los ciudadanos puede ser uno de los caminos más rápidos hacia la radicalización y la hostilidad. Entre menos diálogo exista entre ideas contrarias, menos tolerancia y comprensión habrá cuando inevitablemente las encontremos en cualquier entorno social. A nivel individual, los seres humanos no pueden prosperar sin la confianza para asumir riesgos, perseguir ideas y expresar pensamientos que otros podrían rechazar.


Quizá tenemos que acostumbrarnos a que hoy en día integrarnos a la conversación pública nos reta más gracias a que todos los días se rompen nuevos paradigmas a través del diálogo. Es a través de éste que logramos romper barreras y poco a poco ir reduciendo ciertos prejuicios. Esto puede ser intimidante en un inicio, pero debemos verlo como una oportunidad para estar en constante aprendizaje colectivo y poder crear un mundo más justo y menos hostil a través de una de las herramientas más poderosas: la conversación humana.

Twitter: @cons_gentil


La canción “No se Habla de Bruno” de la película Encanto es el mayor éxito musical de Disney en décadas. Y a pesar de que mucho de ello se debe a lo pegajosa que es la canción, puede ser que una parte se deba a que refleja un fenómeno que vivimos actualmente en el diálogo público: se deja claro el tema de que no se debe hablar y al mismo tiempo los personajes no logran dejar de hablar de ello. En la película la canción cuenta la historia del personaje Bruno dejando claro que está prohibido hablar de él, irónicamente, mientras cantan una canción que trata exclusivamente de Bruno, de sus desventuras y de por qué “no se habla” de él.


Y aunque Encanto es una obra de ficción, quizá en el diálogo público de la actualidad enfrentamos un problema similar. Según el New York Times, esta canción hace eco de una ansiedad que domina nuestra sociedad: las tensas reglas del discurso público. En la época de lo políticamente correcto y la cancel culture, el diálogo público puede fácilmente adquirir un giro en el que muchas personas ya no saben de qué hablar ni cómo.


Es cierto que hay muchas personas que no se detienen a pensar si sus palabras pueden resultar molestas para un grupo antes de que las digan. Sin embargo, existen también personas que ya no saben cómo ser parte de la conversación pública porque no están familiarizados con los nuevos términos políticamente correctos más aceptados en la actualidad.


Cabe mencionar que una de las formas más dañinas de la violencia es aquella que está normalizada dentro de ciertos hábitos sociales o culturales de un grupo. Y es especialmente peligrosa porque está tan impregnada que es difícil verla: es necesario un importante trabajo de deconstrucción y voluntad de autojuicio para simplemente hacernos conscientes de que esta violencia existe. Y el intentar dejar estos hábitos que hemos aprendido y reforzado toda nuestra vida, ya sea a través de cosas que hacemos o decimos, incluso sin darnos cuenta, es la parte más difícil. Y la apertura que existe hoy en día para alzar la voz sobre formas de violencia sistémica que han sido causa de sufrimiento, abuso y opresión durante cientos de años, es sin duda alguna un paso adelante, a pesar de que muchas veces sea incómodo.


El problema sucede cuando este juicio limita excesivamente el diálogo público. La cancel culture es una forma de ostracismo en la que alguien es expulsado de los círculos sociales o profesionales, ya sea en las redes sociales o en persona.


En una sociedad moderna que desea ser más democrática, el limitar el diálogo pacífico entre los ciudadanos puede ser uno de los caminos más rápidos hacia la radicalización y la hostilidad. Entre menos diálogo exista entre ideas contrarias, menos tolerancia y comprensión habrá cuando inevitablemente las encontremos en cualquier entorno social. A nivel individual, los seres humanos no pueden prosperar sin la confianza para asumir riesgos, perseguir ideas y expresar pensamientos que otros podrían rechazar.


Quizá tenemos que acostumbrarnos a que hoy en día integrarnos a la conversación pública nos reta más gracias a que todos los días se rompen nuevos paradigmas a través del diálogo. Es a través de éste que logramos romper barreras y poco a poco ir reduciendo ciertos prejuicios. Esto puede ser intimidante en un inicio, pero debemos verlo como una oportunidad para estar en constante aprendizaje colectivo y poder crear un mundo más justo y menos hostil a través de una de las herramientas más poderosas: la conversación humana.