/ viernes 24 de septiembre de 2021

Ramos Arizpe. Es momento de que México recuerde

Estados Unidos Mexicanos, es el nombre de nuestro país. A los centralistas les gustaría que, simplemente, se llamara México. Sin embargo, en nuestra historia se reconoce la realidad de aquellas provincias que siendo distintas lograron construir una nación al independizarse de España.

Miguel Ramos Arizpe nació en Valle de San Nicolás de la Capellanía, al norte de Saltillo y de San Esteban de la Nueva Tlaxcala. En sus escritos, llenos de orgullo, habla de la belleza de su tierra natal. Cuenta sobre el esfuerzo de sus habitantes para defender su tierra: “de cada vecino un labrador, de cada labrador un soldado y de cada soldado un héroe que solo vale por cientos”.

En el México del siglo XXl se agudiza la siempre existente tensión entre el centro y las partes. Desde cuatro sexenios atrás los gobiernos emanados de las tres principales fuerzas partidistas han tenido una sigular política frente a los estados de la unión. Igual impulsaron la iniciativa de los senadores de lista, mecanismo que rompe la paridad de las entidades, que la de retirar del presupuesto fondos antes usados de manera local.

El inquieto Ramos Arizpe, salió de su tierra para convertirse en sacerdote y doctor en derecho. Sin embargo, “le ganó la gana” y se transformó en un brillante político. A su excelente preparación academica sumó dos caracaracterísticas que lo hicieron invencible: el valor para enfrentar al poder y la bendita terquedad de quienes han vencido al desierto.

A principos del XlX soplaron los vientos de cambio: las ideas de la Revolución Francesa se pusieron en boga y la independencia de las colonias americanas marcaron un ejemplo de libertad para las españolas. El viejo imperio castellano crujía, y en el horizonte se anunciaba el triunfo de un nuevo modelo de producción: el capitalismo. El imperio se hacía obsoleto, y mientras los movimientos de independencia estallan en el nuevo mundo, en la península se llama a las Cortes de Cadiz, a donde parte Ramos Arizpe para llevar la voz de sus compatriotas al foro gaditano.

El coahuilense lleva en su mente el poderoso discurso que reprocha la desigualdad producto del centralismo. Muy pronto les recuderda a los ibéricos el abandono que mantiene la metrópoli sobre la periferia y la voraz práctica de expoliar impuestos y retribuir poco a quienes generan la riqueza.

Tras doce años en Europa y después de muchas vicisitudes, el famoso “Comanche” regresa al México independiente y redacta la constitución federalista del 24. Intuía que un país que sofocaba a sus regiones tendría como consecuencia el subdesarrollo y la posible pérdida de territorio. Años despues, el egoísmo de los políticos capitalinos y las locuras de Santa Anna, dejaron a su estado sin los inmensos territorios de Texas.

México requiere de su diversidad para crecer. Demanda libertad para, dentro de la responsabilidad de un sentimiento nacional, fijar rumbos y destinos distintos, indispensables para prosperar. Los ejemplos de Alemania y EEUU, e incluso de las autonomías españolas refrendan tal posibildad de convivencia.

Ahora, que hablamos de cambios constitucionales y de presupuesto, vale la pena regresar al pensamiento del famoso “Comanche” coahuilense.


Estados Unidos Mexicanos, es el nombre de nuestro país. A los centralistas les gustaría que, simplemente, se llamara México. Sin embargo, en nuestra historia se reconoce la realidad de aquellas provincias que siendo distintas lograron construir una nación al independizarse de España.

Miguel Ramos Arizpe nació en Valle de San Nicolás de la Capellanía, al norte de Saltillo y de San Esteban de la Nueva Tlaxcala. En sus escritos, llenos de orgullo, habla de la belleza de su tierra natal. Cuenta sobre el esfuerzo de sus habitantes para defender su tierra: “de cada vecino un labrador, de cada labrador un soldado y de cada soldado un héroe que solo vale por cientos”.

En el México del siglo XXl se agudiza la siempre existente tensión entre el centro y las partes. Desde cuatro sexenios atrás los gobiernos emanados de las tres principales fuerzas partidistas han tenido una sigular política frente a los estados de la unión. Igual impulsaron la iniciativa de los senadores de lista, mecanismo que rompe la paridad de las entidades, que la de retirar del presupuesto fondos antes usados de manera local.

El inquieto Ramos Arizpe, salió de su tierra para convertirse en sacerdote y doctor en derecho. Sin embargo, “le ganó la gana” y se transformó en un brillante político. A su excelente preparación academica sumó dos caracaracterísticas que lo hicieron invencible: el valor para enfrentar al poder y la bendita terquedad de quienes han vencido al desierto.

A principos del XlX soplaron los vientos de cambio: las ideas de la Revolución Francesa se pusieron en boga y la independencia de las colonias americanas marcaron un ejemplo de libertad para las españolas. El viejo imperio castellano crujía, y en el horizonte se anunciaba el triunfo de un nuevo modelo de producción: el capitalismo. El imperio se hacía obsoleto, y mientras los movimientos de independencia estallan en el nuevo mundo, en la península se llama a las Cortes de Cadiz, a donde parte Ramos Arizpe para llevar la voz de sus compatriotas al foro gaditano.

El coahuilense lleva en su mente el poderoso discurso que reprocha la desigualdad producto del centralismo. Muy pronto les recuderda a los ibéricos el abandono que mantiene la metrópoli sobre la periferia y la voraz práctica de expoliar impuestos y retribuir poco a quienes generan la riqueza.

Tras doce años en Europa y después de muchas vicisitudes, el famoso “Comanche” regresa al México independiente y redacta la constitución federalista del 24. Intuía que un país que sofocaba a sus regiones tendría como consecuencia el subdesarrollo y la posible pérdida de territorio. Años despues, el egoísmo de los políticos capitalinos y las locuras de Santa Anna, dejaron a su estado sin los inmensos territorios de Texas.

México requiere de su diversidad para crecer. Demanda libertad para, dentro de la responsabilidad de un sentimiento nacional, fijar rumbos y destinos distintos, indispensables para prosperar. Los ejemplos de Alemania y EEUU, e incluso de las autonomías españolas refrendan tal posibildad de convivencia.

Ahora, que hablamos de cambios constitucionales y de presupuesto, vale la pena regresar al pensamiento del famoso “Comanche” coahuilense.