/ viernes 29 de diciembre de 2017

Reaganomía

Los ocho años de Ronald Reagan en la presidencia de Estados Unidos corren de 1981 a 1989.  Su primer cuatrienio se inicia con la ley de Recuperación Fiscal de 1981 –o Ley Kemp-Roth de reducción impuestos-- que entró en vigor en el primer año de su gobierno.  El propósito de la ley fue una drástica reducción de gravámenes fiscales para estimular la inversión real productiva para estimular el crecimiento económico. Reagan redujo impuestos personales, repartió estímulos fiscales entre las pequeñas y medianas empresas, para inducir el ahorro destinado a pequeñas inversiones, y una drástica disminución de un 25% en los impuestos sobre ingresos marginales a lo largo de tres años.  Esto se traduciría en reducciones fiscales de 70% a 50%, y de 14% a 11%.  Hechas las sumas y restas, las reducciones sumarían 150 billones de dólares a lo largo de cinco años. Hubo otras modificaciones consistentes en incrementar o disminuir los impuestos de conformidad con índices relacionados con la inflación, que se implantaron después de 1985.

Al año siguiente de la entrada en vigor de las  reducciones fiscales, el déficit volvió a elevarse, lo que produjo un aumento en las tasas de interés que fluctuó entre el 12% y el 20% lo que condujo a la economía hacia su segunda fase negativa en los cuatro años que corren entre 1978 y 1982: “la recesión de caída doble”.  Los promedios de Dow Jones, que habían estado arriba de 1000 antes de la entrada en vigor de la Ley de Responsabilidades Fiscales cayeron a 770 en septiembre de 1982. Una buena parte del Impuesto para la recuperación económica fue recaudado a partir de septiembre de 1982 por la Ley de Igualdad y Responsabilidad Fiscal de 1982, mediante procedimientos y sanciones fiscales cada vez más estrictos.

El supuesto triunfo legislativo fiscal de Donald Trump, no es un acto de magia.  Tiene que ver con drásticas disminuciones fiscales que resulten en mayores contrataciones de trabajadores en las grandes empresas de tecnología de punta, para que resulten en mayor demanda de alimentos y bienes y servicios producidos en el territorio continental estadounidense.

Los efectos de una mayor inversión real productiva no serán automáticos a partir del triunfo de los Republicanos sobre los Demócratas. La mayor edad en los grupos de diversos trabajadores no garantiza un mayor demanda inmediata en alimentos o bienes de consumo duradero. El gobierno de Trump seguramente invertirá en el resguardo de sus fronteras y aduanas para agilizar el paso de nuevos trabajadores procedentes de otras partes del mundo, y de los bienes de consumo inmediato o duradero a los relativamente bajos precios que se producen en otros países con los cuales la actual administración de la Unión Americana mantiene prejuicios raciales. Un fracaso a corto plazo de su nueva legislación para reducir impuestos empresariales, quedaría en un enorme aumento de los ingresos del estrato de población más privilegiado. Y ese grupo no consume sus ingresos dentro de la economía estadounidense.  Es el grupo cosmopolita, el del gran turismo, los grandes y sofisticados hoteles, ,las vestimentas de autor, los diamantes y las obras de arte. 

México en cambio puede responder con mejores precios a los alimentos básicos de exportación desinados a la Unión Americana.  La gran mayoría de la población esta ávida de recibir alimentos sanos, orgánicos, producidos en México, como lo demuestra su tenaz demanda de frutas, legumbres, aguacates y alimentos orgánicos.  La potencial producción de México en alimentos de primera calidad, puede llegar a todo el norte del continente americano y a la mayoría de los países de la original comunidad económica europea.  

Los ocho años de Ronald Reagan en la presidencia de Estados Unidos corren de 1981 a 1989.  Su primer cuatrienio se inicia con la ley de Recuperación Fiscal de 1981 –o Ley Kemp-Roth de reducción impuestos-- que entró en vigor en el primer año de su gobierno.  El propósito de la ley fue una drástica reducción de gravámenes fiscales para estimular la inversión real productiva para estimular el crecimiento económico. Reagan redujo impuestos personales, repartió estímulos fiscales entre las pequeñas y medianas empresas, para inducir el ahorro destinado a pequeñas inversiones, y una drástica disminución de un 25% en los impuestos sobre ingresos marginales a lo largo de tres años.  Esto se traduciría en reducciones fiscales de 70% a 50%, y de 14% a 11%.  Hechas las sumas y restas, las reducciones sumarían 150 billones de dólares a lo largo de cinco años. Hubo otras modificaciones consistentes en incrementar o disminuir los impuestos de conformidad con índices relacionados con la inflación, que se implantaron después de 1985.

Al año siguiente de la entrada en vigor de las  reducciones fiscales, el déficit volvió a elevarse, lo que produjo un aumento en las tasas de interés que fluctuó entre el 12% y el 20% lo que condujo a la economía hacia su segunda fase negativa en los cuatro años que corren entre 1978 y 1982: “la recesión de caída doble”.  Los promedios de Dow Jones, que habían estado arriba de 1000 antes de la entrada en vigor de la Ley de Responsabilidades Fiscales cayeron a 770 en septiembre de 1982. Una buena parte del Impuesto para la recuperación económica fue recaudado a partir de septiembre de 1982 por la Ley de Igualdad y Responsabilidad Fiscal de 1982, mediante procedimientos y sanciones fiscales cada vez más estrictos.

El supuesto triunfo legislativo fiscal de Donald Trump, no es un acto de magia.  Tiene que ver con drásticas disminuciones fiscales que resulten en mayores contrataciones de trabajadores en las grandes empresas de tecnología de punta, para que resulten en mayor demanda de alimentos y bienes y servicios producidos en el territorio continental estadounidense.

Los efectos de una mayor inversión real productiva no serán automáticos a partir del triunfo de los Republicanos sobre los Demócratas. La mayor edad en los grupos de diversos trabajadores no garantiza un mayor demanda inmediata en alimentos o bienes de consumo duradero. El gobierno de Trump seguramente invertirá en el resguardo de sus fronteras y aduanas para agilizar el paso de nuevos trabajadores procedentes de otras partes del mundo, y de los bienes de consumo inmediato o duradero a los relativamente bajos precios que se producen en otros países con los cuales la actual administración de la Unión Americana mantiene prejuicios raciales. Un fracaso a corto plazo de su nueva legislación para reducir impuestos empresariales, quedaría en un enorme aumento de los ingresos del estrato de población más privilegiado. Y ese grupo no consume sus ingresos dentro de la economía estadounidense.  Es el grupo cosmopolita, el del gran turismo, los grandes y sofisticados hoteles, ,las vestimentas de autor, los diamantes y las obras de arte. 

México en cambio puede responder con mejores precios a los alimentos básicos de exportación desinados a la Unión Americana.  La gran mayoría de la población esta ávida de recibir alimentos sanos, orgánicos, producidos en México, como lo demuestra su tenaz demanda de frutas, legumbres, aguacates y alimentos orgánicos.  La potencial producción de México en alimentos de primera calidad, puede llegar a todo el norte del continente americano y a la mayoría de los países de la original comunidad económica europea.  

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