/ domingo 23 de junio de 2019

Recomendaciones

“LOS TIEMPOS DE LOS GOBIERNOS SON MUY CORTOS Y LOS DE LA DELINCUENCIA LARGOS Y AZAROSOS.”
ÁLVARO URIBE VÉLEZ


Estas son algunas de las recomendaciones que cotidianamente nos lanzan las autoridades en materia de seguridad pública ante el proceder de la delincuencia y luego de hacer evidente la compleja tarea que tienen por realizar, la incapacidad para afrontarla y la responsabilidad que hoy la sociedad debe asumir ante los hechos: No salir de noche, no usar joyas o relojes caros, manejar un bajo perfil, cambiar de ruta constantemente, mantener constante comunicación, revisar la cajuela y parte trasera del auto si éste queda en manos de un valet, vigilar que nadie se acerque en estacionamientos, en caso de un golpe al vehículo no bajar de él, llevar los cristales cerrados, no dejar niños dentro del coche y evitar que ellos salgan a las calles…

Y es que todos estamos consientes de la inseguridad que se vive en prácticamente todo el territorio nacional: no es una percepción, es nuestra realidad… Crece el temor, la angustia; y sin embargo, no podemos vivir con miedo: No, con miedo no, pero sí con precaución.

Años atrás, la seguridad –inseguridad-, ha sido la principal preocupación de los mexicanos; no hay comunidad en todo el territorio mexicano que no padezca este flagelo: Secuestros en todas sus modalidades; asaltos a comercios –restaurantes, joyerías, autoservicios, etc., a casas habitación, oficinas; robos en el transporte público, en el cajero, en la calle, a los camiones repartidores; asesinatos; hurto de niños; actos vandálicos al sistema ferroviario y de transporte público y privado; balas perdidas; crimen organizado y el narcomenudeo. Hemos sido privados de nuestra tranquilidad.

Hace unas semanas comentamos aquí las cifras sobre la inseguridad dadas a conocer por el Inegi, solo por señalar una de ellas, sabemos que el 74.6% de la población adulta no se siente segura en la ciudad en que vive.

Por otra parte, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, difundida por el mismo Instituto en el mes de abril, señala que las entidades en las que más inseguridad percibe la sociedad mexicana son Tapachula, Villahermosa, Cancún, Reynosa, Coatzacoalcos y Ecatepec de Morelos; en tanto que los sitios mayormente peligrosos son los cajeros automáticos instalados en la vía pública, el transporte público, bancos y las propias calles por las que habitualmente transitan.

Y así, a partir de los hechos más recientes, es evidente que el temor social no es infundado y muy por el contrario, son ellos el más cruel reflejo de la inseguridad desbordada en el país, así como de la impunidad que impera y permite actuar de la más cruenta forma a los delincuentes.

El Estado nos debe mucho en la materia, sus fallos han sido evidentes y de cada vez más cruentas consecuencias, fomentado la injustica y su incompetencia. Los criminales sea cual sea su rubro –secuestrador, ratero, narcomenudista, narcotraficante, violador, pederasta, traficante de personas, defraudador, huachicolero, extorsionador, etcétera-, no tienen freno, saben que difícilmente pagaran consecuencias por sus hechos, que nadie los detendrá – e incluso en muchas veces cuentan con el abrigo y complicidad de las propias autoridades-, simplemente porque no se aplica la ley y su ámbito de acción poderoso al amparo de la impunidad.

Solo algunos ejemplos de los últimos casos que se han hecho públicos y evidencian la vulnerable situación: el asesinato y secuestro de María del Rosario -madre de Bruno, el menor que fue encontrado deambulando por el sur de la Ciudad de México, luego de que unos delincuentes se llevaron a su mamá-, quien días después fue encontrada muerta; las balas tiradas al azar encontrando a la infortunada Aideé, la estudiante del CCH Oriente, y a Santiago el menor que en Puebla que murió frente a su abuelo; el secuestro y muerte de Norberto, el estudiante de la Universidad del Pedregal; el reciente asesinato de Leonardo, seminarista de la Universidad Intercontinental… ¿Cuántos detenidos hay por éstos casos?

Y qué decir de la gran cantidad de narcofosas en todo el país; de las redes de traficantes de drogas y de personas; del lucro con niños migrantes; la toma de casetas… en fin, no terminaríamos.

No hay mejor descripción para los tiempos actuales que la frase de Álvaro Uribe Vélez: “Los tiempos de los gobiernos son muy cortos y los de la delincuencia largos y azarosos…”

gamogui@hotmail.com


“LOS TIEMPOS DE LOS GOBIERNOS SON MUY CORTOS Y LOS DE LA DELINCUENCIA LARGOS Y AZAROSOS.”
ÁLVARO URIBE VÉLEZ


Estas son algunas de las recomendaciones que cotidianamente nos lanzan las autoridades en materia de seguridad pública ante el proceder de la delincuencia y luego de hacer evidente la compleja tarea que tienen por realizar, la incapacidad para afrontarla y la responsabilidad que hoy la sociedad debe asumir ante los hechos: No salir de noche, no usar joyas o relojes caros, manejar un bajo perfil, cambiar de ruta constantemente, mantener constante comunicación, revisar la cajuela y parte trasera del auto si éste queda en manos de un valet, vigilar que nadie se acerque en estacionamientos, en caso de un golpe al vehículo no bajar de él, llevar los cristales cerrados, no dejar niños dentro del coche y evitar que ellos salgan a las calles…

Y es que todos estamos consientes de la inseguridad que se vive en prácticamente todo el territorio nacional: no es una percepción, es nuestra realidad… Crece el temor, la angustia; y sin embargo, no podemos vivir con miedo: No, con miedo no, pero sí con precaución.

Años atrás, la seguridad –inseguridad-, ha sido la principal preocupación de los mexicanos; no hay comunidad en todo el territorio mexicano que no padezca este flagelo: Secuestros en todas sus modalidades; asaltos a comercios –restaurantes, joyerías, autoservicios, etc., a casas habitación, oficinas; robos en el transporte público, en el cajero, en la calle, a los camiones repartidores; asesinatos; hurto de niños; actos vandálicos al sistema ferroviario y de transporte público y privado; balas perdidas; crimen organizado y el narcomenudeo. Hemos sido privados de nuestra tranquilidad.

Hace unas semanas comentamos aquí las cifras sobre la inseguridad dadas a conocer por el Inegi, solo por señalar una de ellas, sabemos que el 74.6% de la población adulta no se siente segura en la ciudad en que vive.

Por otra parte, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, difundida por el mismo Instituto en el mes de abril, señala que las entidades en las que más inseguridad percibe la sociedad mexicana son Tapachula, Villahermosa, Cancún, Reynosa, Coatzacoalcos y Ecatepec de Morelos; en tanto que los sitios mayormente peligrosos son los cajeros automáticos instalados en la vía pública, el transporte público, bancos y las propias calles por las que habitualmente transitan.

Y así, a partir de los hechos más recientes, es evidente que el temor social no es infundado y muy por el contrario, son ellos el más cruel reflejo de la inseguridad desbordada en el país, así como de la impunidad que impera y permite actuar de la más cruenta forma a los delincuentes.

El Estado nos debe mucho en la materia, sus fallos han sido evidentes y de cada vez más cruentas consecuencias, fomentado la injustica y su incompetencia. Los criminales sea cual sea su rubro –secuestrador, ratero, narcomenudista, narcotraficante, violador, pederasta, traficante de personas, defraudador, huachicolero, extorsionador, etcétera-, no tienen freno, saben que difícilmente pagaran consecuencias por sus hechos, que nadie los detendrá – e incluso en muchas veces cuentan con el abrigo y complicidad de las propias autoridades-, simplemente porque no se aplica la ley y su ámbito de acción poderoso al amparo de la impunidad.

Solo algunos ejemplos de los últimos casos que se han hecho públicos y evidencian la vulnerable situación: el asesinato y secuestro de María del Rosario -madre de Bruno, el menor que fue encontrado deambulando por el sur de la Ciudad de México, luego de que unos delincuentes se llevaron a su mamá-, quien días después fue encontrada muerta; las balas tiradas al azar encontrando a la infortunada Aideé, la estudiante del CCH Oriente, y a Santiago el menor que en Puebla que murió frente a su abuelo; el secuestro y muerte de Norberto, el estudiante de la Universidad del Pedregal; el reciente asesinato de Leonardo, seminarista de la Universidad Intercontinental… ¿Cuántos detenidos hay por éstos casos?

Y qué decir de la gran cantidad de narcofosas en todo el país; de las redes de traficantes de drogas y de personas; del lucro con niños migrantes; la toma de casetas… en fin, no terminaríamos.

No hay mejor descripción para los tiempos actuales que la frase de Álvaro Uribe Vélez: “Los tiempos de los gobiernos son muy cortos y los de la delincuencia largos y azarosos…”

gamogui@hotmail.com


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