/ domingo 21 de febrero de 2021

Recuerda que eres polvo

Hasta el 31 de enero pasado, según el Centro Católico Multimedial, que acertadamente dirige el P. Omar Sotelo Aguilar, de la Sociedad de San Pablo, en México han fallecido, por COVID-19, 5 obispos (tres eméritos, un auxiliar y otro en funciones), 172 sacerdotes diocesanos y religiosos, 10 diáconos y 7 religiosas. Además, 23 obispos se han contagiado, la mayoría ya recuperados. En otras partes del mundo, también cardenales han muerto, pues nadie está exento de este microscópico virus. El Papa Francisco y el Papa Emérito Benedicto ya se han vacunado, para protegerse, en la medida de lo posible. Todos somos frágiles y vulnerables.

Una hermana mía, mayor de edad, se contagió, no sabemos dónde; después de un mes, salió adelante. Varios sobrinos han tenido que aislarse en cuarentena, por este virus; sólo uno tuvo que ser internado en un hospital; ya están bien. Se infectó también una mujer que desde hace años trabaja con nosotros en labores del hogar, y durante quince días estuvo aquí en casa, a unos metros de distancia, con el virus, con todas las precauciones; gracias a Dios, ya la libró. Hemos tenido la pandemia muy cerca. Dejé de ir dos domingos a mi pueblo natal, por varios contagios que había; afortunadamente ya se han superado.

Son innumerables los amigos y conocidos que se han infectado, y algunos han fallecido. Esperamos con ansia la vacuna que nos ayude a protegernos de este mal, porque somos polvo, somos nada, nuestra vida es transitoria y estamos expuestos a todo. ¡Qué bueno que algunos ya la están recibiendo!

PENSAR

Este miércoles empieza la Cuaresma con la imposición de la ceniza, que nos recuerda lo frágiles que somos, aunque se tengan títulos, bienes materiales, éxitos según este mundo. Es lo que nos recuerda la Palabra de Dios:

“Entonces el Señor Dios formó al hombre con el polvo de la tierra y sopló en sus narices aliento de vida, de modo que el hombre se convirtió en un ser viviente” (Gén 2,7).

“Recuerda que mi vida es un soplo” (Job 7,7). “¿Quién es el hombre, para que te acuerdes de él, el hijo de Adán, para que cuides de él?” (Salmo 8,5).

“Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis días, para que reconozca lo frágil que soy. Los días que me has dado son unos pocos y la duración de mi existencia es nada ante ti. El ser humano es apenas un soplo; el hombre va y viene como una sombra; se inquieta en vano y amontona bienes sin saber quién los recogerá. Y ahora, ¿qué puedo esperar, Señor? ¡Yo sólo espero en ti!” (Sal 39(38),5-8).

“Nuestros días declinan por tu ira, nuestros años se disipan como un suspiro. Nuestra vida se extiende por setenta años, y los más fuertes viven hasta ochenta; pero la mayor parte de ella es sólo cansancio y pena; pasa veloz y desaparecemos… Enséñanos a llevar la cuenta de nuestros días, para que obtengamos un corazón sabio” (Sal 90(89),9-12).

Si nuestra vida es tan frágil, aprovechemos el tiempo que Dios nos regala para convertirnos, para cambiar de rumbo, para enderezar la vida según la invitación de Jesús: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está llegando: conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc 1,15).

ACTUAR

Si nuestra vida puede terminar en cualquier momento, ¿cómo aprovechar la Cuaresma, para hacer morir cualquier tipo de pecados que tengamos, y así poder llevar una vida nueva con Cristo Resucitado? Cada quien, en oración, meditando la Palabra de Dios y ayunando de lo que nos distraiga, pidamos al Espíritu Santo que nos conceda la conversión que necesitamos, para salir renovados de esta pandemia.

Hasta el 31 de enero pasado, según el Centro Católico Multimedial, que acertadamente dirige el P. Omar Sotelo Aguilar, de la Sociedad de San Pablo, en México han fallecido, por COVID-19, 5 obispos (tres eméritos, un auxiliar y otro en funciones), 172 sacerdotes diocesanos y religiosos, 10 diáconos y 7 religiosas. Además, 23 obispos se han contagiado, la mayoría ya recuperados. En otras partes del mundo, también cardenales han muerto, pues nadie está exento de este microscópico virus. El Papa Francisco y el Papa Emérito Benedicto ya se han vacunado, para protegerse, en la medida de lo posible. Todos somos frágiles y vulnerables.

Una hermana mía, mayor de edad, se contagió, no sabemos dónde; después de un mes, salió adelante. Varios sobrinos han tenido que aislarse en cuarentena, por este virus; sólo uno tuvo que ser internado en un hospital; ya están bien. Se infectó también una mujer que desde hace años trabaja con nosotros en labores del hogar, y durante quince días estuvo aquí en casa, a unos metros de distancia, con el virus, con todas las precauciones; gracias a Dios, ya la libró. Hemos tenido la pandemia muy cerca. Dejé de ir dos domingos a mi pueblo natal, por varios contagios que había; afortunadamente ya se han superado.

Son innumerables los amigos y conocidos que se han infectado, y algunos han fallecido. Esperamos con ansia la vacuna que nos ayude a protegernos de este mal, porque somos polvo, somos nada, nuestra vida es transitoria y estamos expuestos a todo. ¡Qué bueno que algunos ya la están recibiendo!

PENSAR

Este miércoles empieza la Cuaresma con la imposición de la ceniza, que nos recuerda lo frágiles que somos, aunque se tengan títulos, bienes materiales, éxitos según este mundo. Es lo que nos recuerda la Palabra de Dios:

“Entonces el Señor Dios formó al hombre con el polvo de la tierra y sopló en sus narices aliento de vida, de modo que el hombre se convirtió en un ser viviente” (Gén 2,7).

“Recuerda que mi vida es un soplo” (Job 7,7). “¿Quién es el hombre, para que te acuerdes de él, el hijo de Adán, para que cuides de él?” (Salmo 8,5).

“Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis días, para que reconozca lo frágil que soy. Los días que me has dado son unos pocos y la duración de mi existencia es nada ante ti. El ser humano es apenas un soplo; el hombre va y viene como una sombra; se inquieta en vano y amontona bienes sin saber quién los recogerá. Y ahora, ¿qué puedo esperar, Señor? ¡Yo sólo espero en ti!” (Sal 39(38),5-8).

“Nuestros días declinan por tu ira, nuestros años se disipan como un suspiro. Nuestra vida se extiende por setenta años, y los más fuertes viven hasta ochenta; pero la mayor parte de ella es sólo cansancio y pena; pasa veloz y desaparecemos… Enséñanos a llevar la cuenta de nuestros días, para que obtengamos un corazón sabio” (Sal 90(89),9-12).

Si nuestra vida es tan frágil, aprovechemos el tiempo que Dios nos regala para convertirnos, para cambiar de rumbo, para enderezar la vida según la invitación de Jesús: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está llegando: conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc 1,15).

ACTUAR

Si nuestra vida puede terminar en cualquier momento, ¿cómo aprovechar la Cuaresma, para hacer morir cualquier tipo de pecados que tengamos, y así poder llevar una vida nueva con Cristo Resucitado? Cada quien, en oración, meditando la Palabra de Dios y ayunando de lo que nos distraiga, pidamos al Espíritu Santo que nos conceda la conversión que necesitamos, para salir renovados de esta pandemia.

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