/ lunes 14 de febrero de 2022

Redes sociales, ¿aliadas de la democracia?

Cinzya Luna*

La democracia y las redes sociales comparten un atributo básico. Fueron concebidas para crear comunidad y entendimiento entre grupos distantes, para lograr una mejor convivencia. Esto llevo a una conclusión prematura que calificó a las redes sociales como un aliado de la democracia. Hoy, después de numerosos eventos podemos afirmar que son definitivamente un factor de impacto en las democracias, pero aún se debate su carácter de aliado democrático.

La historia reciente nos ha mostrado como las redes sociales han logrado cambios de paradigmas políticos que parecían inamovibles. En 2011 la Primavera Arabe logró cambiar la realidad política de Egipto. De igual forma, el 6 de enero de 2020, un movimiento radical, que se articulaba en redes sociales, irrumpió en el Capitolio de Estados Unidos, mostrando una severa polarización política en la principal democracia del mundo.

Ambos eventos transcendieron la vida digital, para tener un impacto en nuestra percepción de la democracia. Al mismo tiempo nos muestran como la misma herramienta puede tener impacto, tanto positivo como negativo en la democracia, dejando en claro que las redes sociales no son democráticas o antidemocráticas, pero si son una herramienta política básica.

Todas las redes sociales cumplen la promesa de crear comunidad. Se han llenado de demandas políticas y sociales de distintos sectores (comunidades), que para quien ha sabido leerlas y articularlas en un proyecto político, le han representado una ventaja competitiva relevante en procesos electorales. Desafortunadamente este ha sido un caso de mayor recurrencia entre líderes iliberales y antidemocráticos.

Así hemos visto el arribo y permanencia de Jefes de Estado que buscan centralizar el poder, con políticas antidemocráticas, con amplio apoyo social, con una fuerte presencia en redes sociales y aún más importante con una capacidad extraordinaria para dirigir el diálogo digital y así moldear la narrativa nacional y en algunos casos la regional o global. Aún cuando esto sea con piezas de desinformación.

Antes de culpar a las redes sociales, es justo decir que estos líderes se han beneficiado de contextos muy puntuales: aparatos de gobierno con comunicación compleja, de poca cercanía y que no han logrado sociedades más iguales e inclusivas. Además, han encontrado los medios de comunicación tradicionales que no han creado resonancia a las demandas sociales.

La llegada y permanencia de este tipo de líderes, más que exponer el carácter antidemocrático de las redes sociales, muestra la calidad y madurez de las democracias. El uso exitoso de redes sociales como herramienta política no debería ser exclusivo de líderes iliberales.

En una democracia el acceso a información veraz para la toma de decisiones políticas por parte del pueblo es un derecho básico. Si bien en la era de la desinformación cumplir este compromiso es complicado, las instituciones democráticas, en su carácter de guardianes de la democracia, deben aprender a leer las redes sociales y considerarlas una plaza pública en la que se exponen demandas sociales legítimas de todos los sectores de la sociedad y deben usarlas para acercarse a ellos. Al mismo tiempo de debe educar a la sociedad en la lectura crítica de las redes sociales en materia política.

Las redes sociales pueden ser un aliado de la democracia si se comienza a leerlas y se detiene la intención de manipularas. La democracia da oportunidad a todo proyecto político y si se equivoca puede corregirse, recuperarse y madurar, pero depende del fomento de la cultura democrática y de brindar mejor información política a la sociedad. Sólo así se detendrá el uso abusivo y distorsionado de las redes sociales en materia política y entonces veremos el arribo de líderes verdaderamente democráticos, de la mano del uso político correcto de las redes sociales.

Experta en inteligencia de redes sociales y miembro del Centro de Análisis e Investigación sobre Paz, Seguridad y Desarrollo, Olof Palme A.C.”

Cinzya Luna*

La democracia y las redes sociales comparten un atributo básico. Fueron concebidas para crear comunidad y entendimiento entre grupos distantes, para lograr una mejor convivencia. Esto llevo a una conclusión prematura que calificó a las redes sociales como un aliado de la democracia. Hoy, después de numerosos eventos podemos afirmar que son definitivamente un factor de impacto en las democracias, pero aún se debate su carácter de aliado democrático.

La historia reciente nos ha mostrado como las redes sociales han logrado cambios de paradigmas políticos que parecían inamovibles. En 2011 la Primavera Arabe logró cambiar la realidad política de Egipto. De igual forma, el 6 de enero de 2020, un movimiento radical, que se articulaba en redes sociales, irrumpió en el Capitolio de Estados Unidos, mostrando una severa polarización política en la principal democracia del mundo.

Ambos eventos transcendieron la vida digital, para tener un impacto en nuestra percepción de la democracia. Al mismo tiempo nos muestran como la misma herramienta puede tener impacto, tanto positivo como negativo en la democracia, dejando en claro que las redes sociales no son democráticas o antidemocráticas, pero si son una herramienta política básica.

Todas las redes sociales cumplen la promesa de crear comunidad. Se han llenado de demandas políticas y sociales de distintos sectores (comunidades), que para quien ha sabido leerlas y articularlas en un proyecto político, le han representado una ventaja competitiva relevante en procesos electorales. Desafortunadamente este ha sido un caso de mayor recurrencia entre líderes iliberales y antidemocráticos.

Así hemos visto el arribo y permanencia de Jefes de Estado que buscan centralizar el poder, con políticas antidemocráticas, con amplio apoyo social, con una fuerte presencia en redes sociales y aún más importante con una capacidad extraordinaria para dirigir el diálogo digital y así moldear la narrativa nacional y en algunos casos la regional o global. Aún cuando esto sea con piezas de desinformación.

Antes de culpar a las redes sociales, es justo decir que estos líderes se han beneficiado de contextos muy puntuales: aparatos de gobierno con comunicación compleja, de poca cercanía y que no han logrado sociedades más iguales e inclusivas. Además, han encontrado los medios de comunicación tradicionales que no han creado resonancia a las demandas sociales.

La llegada y permanencia de este tipo de líderes, más que exponer el carácter antidemocrático de las redes sociales, muestra la calidad y madurez de las democracias. El uso exitoso de redes sociales como herramienta política no debería ser exclusivo de líderes iliberales.

En una democracia el acceso a información veraz para la toma de decisiones políticas por parte del pueblo es un derecho básico. Si bien en la era de la desinformación cumplir este compromiso es complicado, las instituciones democráticas, en su carácter de guardianes de la democracia, deben aprender a leer las redes sociales y considerarlas una plaza pública en la que se exponen demandas sociales legítimas de todos los sectores de la sociedad y deben usarlas para acercarse a ellos. Al mismo tiempo de debe educar a la sociedad en la lectura crítica de las redes sociales en materia política.

Las redes sociales pueden ser un aliado de la democracia si se comienza a leerlas y se detiene la intención de manipularas. La democracia da oportunidad a todo proyecto político y si se equivoca puede corregirse, recuperarse y madurar, pero depende del fomento de la cultura democrática y de brindar mejor información política a la sociedad. Sólo así se detendrá el uso abusivo y distorsionado de las redes sociales en materia política y entonces veremos el arribo de líderes verdaderamente democráticos, de la mano del uso político correcto de las redes sociales.

Experta en inteligencia de redes sociales y miembro del Centro de Análisis e Investigación sobre Paz, Seguridad y Desarrollo, Olof Palme A.C.”